XXVI

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¿Qué es lo que nos conecta como seres humanos? ¿Qué es lo que nos hace amar y aceptar ser amados? Cada quien tendrá su propia respuesta.

Por parte de Jungkook, al menos, la respuesta para soportar el sufrimiento siempre será la empatía. Había olvidado que la tenía hasta ese día en el que abrazó a Namjoon, y le ofreció su hombro para llorar. No tuvo que decir nada, solo estar ahí y consolarlo. También se sintió reconfortante porque siempre era él quien recibía palabras de aliento, y honestamente, estaba harto de ello.

Ser capaz de brindar consuelo a alguien que no sea él mismo fue... Fue una cosa inexplicable. Algo en sus entrañas lo hacían agitarse de gozo y calidez. Una combinación de sentimientos que hace tiempo no experimentaba... Fue como volver a vivir.

Justo así. Renacer. Encontrar un motivo, había dicho Namjoon. Jungkook podía tener buenos momentos en su pasado, pero era franco consigo mismo, no le alcanzaban para seguir viviendo. Así que aquel día decidió ir al puente, no avisó a sus compañeros de habitación ni a sus padres, ni a nadie. Caminó hasta que pudo orientarse correctamente, y emprendió su viaje hasta el puente. Había tomado un par de respiraciones,  su piel se erizó por el aire fresco. Cerró sus ojos y sin pensarlo demasiado se arrojó a las aguas.

La caída dolió un poco, y después de unos segundos sintió pánico, pero le fue imposible salir. Quizás se había equivocado, quizás había otra salida, quizás... Sintió sus párpados pesados y la presión del agua estaba comenzando a golpear sus pulmones hasta que alguien lo jaló, lo atrajo contra su cuerpo, y fue desplazado fuera del agua.

Ahora que lo pensaba detenidamente, nunca le agradeció a Namjoon por haber salvado su vida. Aunque aquello no era de su incumbencia, ¿acaso uno no tiene el libre albedrío de acabar con su vida cuando lo quiera? Pero como todo, morir también conlleva responsabilidades.

«La vida, tan corta y compleja», reflexionó Jungkook en la sala de estar de la clínica.

—¿Por qué tan pensativo? —Seokjin, uno de sus compañeros de habitación, preguntó—. Estos días has estado raro.

Jungkook se encogió de hombros. —¿Es así?

—Claro, ¿verdad Taehyung? —Golpeó con su codo al hombro del mencionado, quien asintió rápidamente.

—Es solo... Hubiese querido tener más tiempo, ¿saben? —Jungkook resopló—. Desde que tengo memoria sé que me voy a morir, pero no sé cuándo ni dónde. Estoy harto de tanta incertidumbre, estoy harto de todos estos exámenes, y me odio por haber tomado acciones que hicieron mi vida más miserable.

—Vaya —dijo Yoongi, otro de sus compañeros, el cual no había querido hablar hasta ahora—. Nuestro niño ha crecido —rió.

—¿De qué hablas? —Jungkook espetó con molestia.

—Desde que llegaste aquí, siempre has escuchado como nosotros nos lamentamos sobre algo en nuestras vidas, pero tú nunca habías mencionado algo al respecto. —Yoongi respiró fuertemente—. Pensé que no tenías nada que lamentar, pero... Vamos, todos tenemos algo, aunque sea algo pequeño...

—¿Y cuál es el punto? —interrumpió Jungkook.

—Que te diste cuenta que has desperdiciado tu vida alejando a todos para que no sufran cuando te vayas, pero has terminado por lastimar a la única persona que debería importarte más —dijo Yoongi, prosiguiendo a ir por un postre a la cafetería.

—A ti, Kookie —susurró Seokjin con nostalgia—. Siempre te resistes a todos, incluso a tus padres. Sé que nuestros diagnósticos son diferentes, pero entendemos el dolor de estar enfermos.

El silencio se apoderó de la situación por unos segundos, hasta que Taehyung habló más animado.

—¿Quién quiere postre? Yoongi dijo en la mañana que sería pastel.

—Yo —dijo Seokjin levantándose de su asiento—. ¿Vienes, Kookie? —preguntó con ternura.

Jungkook lo miró por unos segundos, sus ojos cristalinos, se estaba aguantando las ganas de llorar. Afirmó levemente con su cabeza y sonrió cuando estuvo de pie.

—Eso es, Jungkook. —Aplaudió Taehyung, y Seokjin rió.

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«Antes que te vayas» [NamKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora