No creyó que aquel momento llegaría tan rápido. Todavía faltaba una semana para que viniese diciembre, y ella ya estaba en aquel salón, trayendo al mundo una nueva vida. No sabía qué hacer. Caminaba de un lado a otro del pasillo, tomaba agua, café, se sentaba, preguntaba a las enfermeras cuánto tiempo faltaba. Los nervios lo estaban devorando vivo, y temía sucumbir antes de que vinieran a avisarle que ya todo había acabado. De pronto, un llanto hizo que la sangre le volviera al cuerpo. Todo había ido bien, lo sabía. Una enfermera salió corriendo del salón de parto, con una gran sonrisa en el rostro.
— ¡Felicidades, señor Okazaki, ya es padre!
— ¿Puedo… puedo entrar?
— ¡Claro que sí! Ambas estarán felices de verlo.
Él fue impulsado hacia la puerta, sin embargo, se detuvo unos centímetros antes de entrar. No estaba seguro de cuál sería su reacción al verlas. Sintió su cabeza dar vueltas, sin embargo, el recuerdo de su amada Tomoe sonriendo le dio el valor de entrar. Ella estaba allí, recostada en la cama. Su rostro demacrado reflejaba un cansancio y debilidad que ni siquiera el brillo de la mirada y la sonrisa podían ocultar. En sus brazos, envuelta entre sábanas blancas, cargaba y amamantaba a un pequeño bulto del cual solo pudo percibir lo rosado de la piel.
— Acércate. Mírala, es una pequeña hermosa…
— Sí que lo es…
— Anda, cárgala…
Ella la separó de su pecho y la colocó en los brazos de él. No sabía exactamente cómo sostenerla, pero al parecer lo hizo bien, pues la pequeña, después de gimotear un poco, se acomodó como si sus brazos fuesen una cuna. Una sensación desconocida hasta el momento recorrió todo su cuerpo, llenándolo de un calor reconfortante. La miró y una lágrima rodó por su rostro. Tomoe no lo regañó, sabía que ese llanto era de felicidad en su más alto grado. La bebé poco a poco abrió los ojos, y él quedó deslumbrado al ver que eran exactamente los mismos que su querida esposa.
— Se parece mucho a ti, por suerte. Tiene tus ojos…
— Takuro…acércate.
Cuando escuchó esa petición que parecía más una súplica, supo que la hora de la despedida se acercaba. Se sentó a su lado, y colocó su mano sobre la de ella, que iba perdiendo poco a poco el calor. Después de toser un poco, la ya vencida mujer reunió las pocas fuerzas que le quedaban para decir unas pocas palabras.
— Takuro, me gustaría…que el nombre de la pequeña…fuese Mei… porque ella es eso, es vida…
— Es un nombre hermoso… como su destino¹…
— Al fin… sé lo que es la felicidad… Este momento… es el más feliz de mi vida. Takuro… prométeme que vivirás, y vivirás, y seguirás viviendo… y que serás feliz… con Mei…
— Te lo prometo… Ya te puedo asegurar que soy el hombre más feliz del mundo…
— Takuro…Mei… Yo los amo… desde el fondo… de mi corazón…
Los ojos verde ceniza fueron poco a poco perdiendo el brillo, hasta que al cerrarse despidieron una lágrima que rodó hasta el final del rostro ya sin vida. Una sonrisa estaba dibujada allí, y Takuro respiró hondamente, intentando tranquilizar a la pequeña que había empezado a llorar al sentir como el cuerpo de su madre se enfriaba.
Él no lloró. No lloró porque sabía que ella había acabado sus días en plena felicidad, porque sabía que el llanto no hacía honor a su vida. Los doctores vinieron y confirmaron la hora de muerte. Tres con cuarenta minutos de la tarde del 22 de noviembre. A partir de ese momento no se volverían a escuchar los latidos del corazón de Okazaki Tomoe, la chica que sobrepasó las barreras de su destino.
🍁🍁🍁🍁🍁NOTAS🍁🍁🍁🍁🍁
1. 命 Mei, significa Vida, Destino
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La quinta estación
Romance(NOVELA EN EDICIÓN) Primavera, verano, otoño, invierno. Cuatro estaciones, cuatro historias. Primavera... Un amor que nace puro como el cielo... Verano... Sentimientos nublados por la distancia... Otoño... Lágrimas como lluvia al dejar ir lo que es...