12. Terraza.

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Tal como lo había prometido, Kakashi estaba en la puerta de Iruka un poco antes de las nueve.
Después de unos segundos el chūnin abrió, apareciendo listo pero con unas ojeras enmarcando sus orbes.

— Buenos di-wow, alguien no durmió bien.

— Hola, al inicio sí, pero dando las dos de la mañana me fue imposible dormir— contestó el profesor mientras bostezaba.

— Oh pobrecito, después de que cumplas con tu misión podrás dormir todo lo que quieras y yo me encargaré de consentirte.

— Hecho— contestó el castaño sonriente.

Ambos se dirigieron a la cárcel de Konoha, ahí verían a Mizuki. En el camino, el sendero estaba bastante solo así que de vez en cuando se tomaban de las manos o se daban besos fugaces.

— ¿Lady Tsunade te dijo que ibas a hacer específicamente?— preguntó Kakashi.

— Sí. Al parecer va a trabajar en la Academia un tiempo en lo que consigue otro trabajo. Cosas simples, como papeleo, sacar copias y esas cosas.

— Eso no me agrada— dijo el mayor deteniendo su paso y cruzándose de brazos.

— A mi menos. El punto es que debo acompañarlo en su proceso de reincorporación a la vida cotidiana. Algo así como amistad forzada.

— Eso es una basura. ¿Y no hay nadie más que lo haga?

— Estamos escasos de personal, amor.

Kakashi tenía el ceño ligeramente fruncido que denotaba su molestia, Iruka besó su entrecejo y lo tomó de la mano para que siguiera caminando.

— Voy a estar bien. O eso quiero pensar.

— Yo me encargaré de que así sea.

— Te quiero.

— Yo te quiero más Iruka.

— Nah. Yo más.

Ambos rieron y siguieron con su caminata. Después de otro rato ya estaban en la entrada de la prisión. Ambos shinobis se identificaron y dejaron salir a Mizuki para que fuera con Iruka.

El chūnin ocultaba sus nervios lo mejor que podía, y la expresión del peliplata era igual de impasible que siempre, en realidad estaba un poco molesto.

Mizuki salió y ambos shinobis lo miraron un tanto sorprendidos, su morfología claramente había cambiado, el Mizuki esbelto que habían conocido años atrás había sido reemplazado por un hombre musculoso en su totalidad.
Ahora el castaño estaba más intimidado.

"Genial, si sigue con la idea de matarme podrá hacerlo" pensó el moreno.

Cómo sí pudiera leer sus pensamientos Kakashi le dijo en un susurro:

— No te hará nada. Yo no lo permitiría.

Finalmente el ex convicto llegó hacia el joven profesor que se limitó a levantar la cabeza como modo de saludo.

— Iruka, cuánto tiempo ¿cómo has estado?

— Oh, ¿aparte de estar al borde de la muerte y tener el recuerdo de una gran cicatriz en la espalda? — respondió venenosamente.

— Vale ya. Te debo una disculpa. Una muy grande, antes estaba corrompido por la ambición y quería obtener poder a cómo diera lugar.

— Yo creía que éramos amigos.

— Y lo éramos, por favor perdóname.

— No. Ahora vamos a la Academia para que te diga que harás.

Una flor en mi libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora