14. Desaparición.

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Después de bañarse por separado (muy a pesar de Kakashi), ambos hicieron el desayuno: unos panqueques y jugo de naranja.

Estaban desayunando cuando la puerta sonó sin cesar, quién sea que estuviera tocando tenía prisa. El dueño de la casa fue a atender topándose con Ankō, que irrumpió en su hogar sin al menos quitarse los zapatos.

— ¡Iruka no fue a la Academia y no está en su casa!

— Lo sé, está aquí.

— ¿Qué tal y está en peligro?

— Ankō, dije que...

— Pobre Iru, ¿donde estará? Amigo mío, yo te buscaré hasta que te encuentre.

El peliplata rodó los ojos y caminó hasta la cocina haciendo que la mujer lo siguiera.

— Te digo que aquí está— dijo el peliplata señalando a su novio.

— Ah, ¿qué haces aquí? Casi me matas del susto, pedazo de idiota— exclamó abrazando a su mejor amigo.

— Me quedé a dormir y después me sentí un poco mal así que no fui a la Academia.

— Pésimo mentiroso, ¿verdad Kakashi?

El peliplata ignoró esa pregunta y se fue a la sala.

— Te estoy diciendo la verdad.

— O sea que sí te pido que entrenes taijutsu conmigo en este momento ¿lo harías?

— Bueno no...

— ¡Ajá!

— Pero es porque me duele un poco el estómago.

— Otra mentira. Ya olvídalo, jamás vas a admitir que ayer estuviste bastante ocupado gritando el nombre del idiota ese.

— ¿A quién llamaste idiota?— preguntó Kakashi asomándose en la cocina.

— Gracias por confirmar mi teoría Hatake.

La mujer sonrió triunfante y la pareja solo se sonrojó.

— Bueno, los dejo. Debo avisar a Hokage-sama que este retoñito está bien.

— Gracias a Dios— dijo Kakashi exagerando su expresión de alivio.

— ¿Qué le dirás exactamente?— cuestionó Iruka nervioso.

— Que te sentiste mal y estás en tu casa. O qué estuviste toda la noche gritando: ¡Kakashi más fuerte!— dijo Ankō soltando una carcajada.

Kakashi soltó una risita e Iruka se cruzó de brazos.

— ¿Por qué supones que yo era el... ya sabes?

— Iruka querido, eso es obvio— explicó Ankō.

— Eso no es cierto— dijo Iruka haciendo un puchero con sus labios.

— ¿Lo ves? Eres muy tierno— explicó la jōnin.

— Pues no importa, no me avergüenza ser el pasivo, al fin y al cabo eso también requiere valentía.

Kakashi sonrió y abrazó por detrás a su novio envolviendo su cintura en sus brazos. Lo amaba tanto.

— Ankō vete— dijo Kakashi casi en un gruñido.

— ¿Por...? ¡Ah ya entendí! Suerte Iruka— dijo divertida la mujer y levantando las cejas repetidamente.

— Cabeza hueca no vamos a hacer eso— trató de responder el menor pero su amiga había cerrado la puerta de un portazo.

Ambos sintieron su chakra desaparecer.

Una flor en mi libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora