3. Bar

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Kakashi despertó del sueño en el que la silueta de una persona que desprendía olor a vainilla le acariciaba cariñosamente, tal como cuando le plantaron aquella flor. Solo que esta vez sí era un sueño.

Aquel ser desconocido había logrado acaparar sus pensamientos y además meterse en su subconsciente.

Suspiró agotado por aquella situación y se dispuso a iniciar su día. Lo tenía libre, a excepción de ir a entregar su informe y de la salida con los shinobis en la noche.

Desayunó, se aseó, fue al cementerio, hizo las compras, las dejó en su casa, se durmió y para el anochecer decidió entregar el informe.

En la oficina Izumo, Kotetsu, e Iruka trabajaban, aunque en aquel momento no había nadie, por lo cual platicaban relajadamente.

— Anda. Juguemos eso de matar, besar y casar— propuso Kotetsu.

— Eso es una tontería— se quejó el profesor.

— Por mí está bien.

Jugaron una ronda donde las opciones eran mujeres, y ahora habían decidido hacer una donde las opciones fueran hombres.

— Iruka tus opciones son: Raidō Namiashi, Yamato y Kakashi Hatake.

Al escuchar el último nombre las mejillas del chunin se tornaron rosadas. Al igual que las del jōnin peliplata que espiaba la conversación.

— Hmm, mataría a Yamato, porque jamás he hablado con él. Besaría a Raidō y me casaría con Kakashi.

— Vaya tienes muchas expectativas en Kakashi siendo buen esposo ¿no?— bromeó Izumo.

— Cállate tonto— contestó Iruka frunciendo el ceño.

— Siguiente rondaaaaa— exclamó Kotetsu con emoción.

El jōnin decidió que era momento de aparecer, así que entró a la oficina con su actitud despreocupada de siempre.

— Hola.

Los tres chūnin se miraron nerviosos al ver entrar al ninja que copia, pero intentaron disimularlo y saludaron a su superior.

— Iruka ayer olvidé entregar el informe, aquí está— habló Kakashi y extendió las hojas.

— Gracias Kakashi.

Y entonces se lo pensó ¿debería decirlo?

— Intenté hacer un informe decente, espero sea suficiente.

Lo dijo y le sonrió al menor, que solo se sonrojó y soltó una risita nerviosa.

— No es como si fuera a evaluarte cómo a mis alumnos. Pero agradezco tu esmero.

Ambos se sonrieron más de lo normal e Izumo y Kotetsu lo notaron, pero fingieron que la Hokage los había llamado y salieron de la oficina.

— Bueno, nos vemos Iruka— dijo el mayor tras un rato de mantener la mirada clavada en el castaño.

— ¿Irás al bar con los demás?

—  Sí, ¿y tú?

— Aún tengo un poco de trabajo aquí.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? Así terminas antes y nos podemos ir juntos.

— ¿Harías eso por mí?

El peliplata asintió un par de veces con la cabeza.
El castaño se sonrojó y quería que alguien lo pellizcara para saber qué todo eso no era producto de su imaginación. Sin embargo supo que no era un sueño cuando se tropezó con unos libros que Izumo dejó en el suelo.

Una flor en mi libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora