Capítulo 5

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Abrí los ojos poco a poco, distinguiendo el techo de la enfermería, ya tan familiar para mí. Las cabezas de Ron, Hermione, Ginny y Neville estaban apelotonadas sobre mí, y escuché la voz de Ron exclamar entre risas:

-¡Harry, podrías dejar de caerte de la escoba! ¡Lo estás convirtiendo en una tradición!

-¡Ronald! -Hermione le dio un codazo y yo sonreí.

-Hola, chicos.

-Nadie más se ha lesionado -explicó Ginny. -Parece que también eres el Elegido de la enfermería.

No quería verla a ella, no ahora. El fuego de mi interior se había apagado y sólo quedaba una sensación enorme de vacío, y por ello miré a Neville y le dije lo primero que se me ocurrió:

-Creo que me perdí una clase de Herbología la semana pasada. ¿Podrías ponerme al día en algún momento, Neville?

-Claro, Harry, pero te advierto que no fue muy interesante.

-¡Chicos, dejad respirar a Potter! -la voz de la señora Pomfrey actuó como un encantamiento e hizo que todos se alejaran una distancia prudencial de mí. Ella se acercó y cuando pude verle el rostro me dijo: -Sólo te has torcido un poco una muñeca, cielo. Esta vez no hará falta que te quedes ingresado.

-¡Gracias a Dios! No podemos seguir perdiendo entrenamientos de Quidditch.

-¡Ronald! ¡Para ya de hacer gala de tu inigualable tacto y gentileza! -Hermione sonreía mientras volvía a darle un codazo, y Ron se encogió de hombros excusándose:

-¡Pero si no le ha pasado nada!

-¡Venga, marchaos ya a clase y dejadme trabajar! -dijo la señora Pomfrey, yo sabía que al borde del enfado. -Las asignaturas no se aprueban por arte de magia, chicos.

Vi que Hermione iba a replicar, pero Ron le cortó con un gesto mientras salían todos de la sala.

Me senté en la cama con cuidado, ahora empezaba a sentir el dolor de la muñeca derecha, y entonces vi que había alguien más en la enfermería, sentado también en su cama a unos tres metros y de espaldas a mí.

El color platino de su pelo y su figura esbelta eran inconfundibles: Malfoy.

-No te preocupes por esto, con un encantamiento estarás perfecto, pero dame un segundo para que atienda a tu compañero -me dijo, supuse, la señora Pomfrey, a quien yo ya no prestaba demasiada atención. Ella se dirigió hacia Malfoy, con quien habló en voz baja, o eso imaginaba que intentaba ella, pero al igual que mi amigo Ron, no había aprendido a susurrar:

-¡Goyle! Ya lo hemos averiguado. ¡La semana pasada fue uno de Gryffindor y ahora uno de Slytherin! ¡La gente de esas casas tiene el ego muy subidito!- fruncí el ceño. ¿Por qué estarían hablando Malfoy y la señora Pomfrey de Goyle? -Pero ya estás curado, no te preocupes, puedes marcharte. Y pide ayuda a tus profesores, Malfoy.

Él pareció sacudir la cabeza, más para sí mismo que para ella, y ella replicó, de nuevo intentando susurrar:

-¿¡Ves cómo tenéis el ego!? -y añadió marchándose a su despacho. -Algún día me va a dar un infarto a mí y no sé qué haréis. Espérame aquí, Malfoy. Voy a por tu justificante.

Y cerró la puerta de su despacho. Estábamos a solas.

Malfoy seguramente sintió mi mirada sobre su nuca, porque se volvió y dijo, con un tono mordaz:

-¿Otra vez comprobando que soy un mortífago, Potter?

Guardé silencio avergonzado y bajé la mirada al suelo. Intenté alejar el tema de conversación de aquello y pregunté:

-¿Qué te ha pasado?

Él me miró como si estuviera viendo una criatura por descubrir un poco asquerosa, y masculló:

-No finjas que te importa. No se te da bien.

Callé de nuevo. Aunque era cierto que él y yo no habíamos parado de pelear en muchos años, sentía que ahora realmente estaba juzgándome mal, y eso me hería un poco el ego del que había hablado la señora Pomfrey.

-Oye, Malfoy, creo que me estás malinterpretando. El otro día en la biblioteca no intentaba mirar si tenías La Marca Tenebrosa. Es eso lo que te molesta, ¿no? Que hablen de eso. Pues no lo hacía.

Su expresión, por un momento, pareció reflejar que no había contemplado aquel pensamiento, pero enseguida recompuso su mueca altiva y replicó:

-Y entonces, ¿qué hacías murmurando con tu amiguito Weasley sobre los mortífagos mientras no apartábais la vista de mí?

-Siento que oyeras eso -dije deprisa, maldiciendo internamente la incapacidad de Ron para susurrar. -Pero no hablábamos de lo que crees - "al menos yo", me dije mentalmente, pero eso él no necesitaba oírlo. -Pero sí, tienes razón. Siento haber estado... susurrando mientras te mirábamos. No estuvo bien.

Él se quedó en silencio. Por su expresión realmente no había ni imaginado aquella reacción por mi parte. Victorioso, me apunté alegremente un tanto sin decirlo en voz alta.

Estuvimos cerca de un minuto callados cuando entró la señora Pomfrey de nuevo, con un papel en la mano que entregó a Malfoy. Él me echó una mirada rápida antes de marcharse, que correspondí.

Cuando la enfermera se acercó a mí de nuevo, varita en mano, reuní un poco de valor y me animé a preguntarle:

-¿Qué le había pasado a Malfoy, señora Pomfrey?

-¡Pero bueno, Potter! ¡No sabía yo que eras tan cotilla! -rio. -¡No te puedo decir esas cosas ni está bien que las preguntes! Sólo voy a decirte que los niños con tu edad son muy malos.

Suspiré. Aunque no me había dicho qué había pasado, podía hacerme una pequeña idea.

Y estaba seguro de que no tenía nada que ver con la edad.

So close (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora