Capítulo 10

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Las dos semanas siguiente consistieron en lo mismo todos los días: a cada momento libre que tenía me dirigía a la biblioteca, donde Malfoy siempre estaba, siempre en el mismo lugar. Todos los días lo único que hicimos fue saludarnos y sentarnos el uno junto al otro. Yo alguna vez le preguntaba cosas de Pociones, a veces porque realmente no las entendía y otras porque, simplemente, me divertían sus reacciones irritadas ante mi ignorancia. Él siempre me resolvía las dudas, aunque yo pensaba que se esforzaba especialmente porque pareciera que lo hacía para dejarme como un idiota y no para hacerme un favor, lo cual también me hacía gracia.

Pero con mi ausencia, llegaron más preguntas de Ron y Hermione:

-Harry, ¿adónde te escapas tanto últimamente? -me dijo Ron con picardía una mañana en el Gran Comedor.

-Harry, nunca te había visto ir tanto a la biblioteca, ni siquiera durante nuestros EXTASIS -apuntó Hermione una vez que me pilló saliendo del lugar.

-¿Seguro que no hay una chica?

-No, Ron -respondía yo cansinamente. Y aunque era cierto que no la había, lo que era cierto también era que aún no me había animado a hablar de mi extraña nueva tolerancia y curiosidad hacia la presencia de Malfoy. Una parte de mí temía que me juzgaran: él había tratado muy mal a los dos. Pero otra parte de mí sabía que eran mis amigos y que confiaban ciegamente en mí, lo habían demostrado durante todos aquellos años, así que realmente no entendía qué me impedía hablar de ello, pero no lo pensaba demasiado y continuaba con mi rutina.

Un día en la biblioteca, mientras repasaba mis deberes de Transformación, escuché cómo le rugían las tripas a Malfoy. Me reí por lo bajo, pero más de su expresión de completo horror por haber demostrado sin querer que era humano.

-Ni un comentario, Potter, o te hago una Maldición Imperdonable -me amenazó, pero no me lo tomé en serio.

-¿Hace cuánto que no comes? -pregunté, aún riendo. Él no respondió, lo cual no me pareció una buena señal. -Es por no ir al Gran Comedor, ¿verdad? -dije, encajando las piezas con gravedad. Él simplemente me miró en respuesta. -¿Y no te apetece comer algo ahora?

-No voy a ir al Gran Comedor, Potter.

-No hace falta ir al Gran Comedor para comer -repliqué. Intenté que me entendiera únicamente con la mirada, y eso pareció, puesto que puso la misma cara de horror que momentos antes.

-¡No, eso está lleno de... elfos domésticos y... grasa!

-Malfoy -dije, frunciendo el ceño. -No seas prejuicioso con los elfos.

-Bueno, pero sigue habiendo grasa.

-Venga, vamos, tienes que comer algo.

Inexplicablemente, Malfoy me siguió. Con cara de asco, pero me siguió. Yo recordaba aún lo que me habían enseñado los hermanos de Ron para colarse en las cocinas y guié a Malfoy por los pasadizos. Enseguida, una multitud de elfos domésticos nos recibió y vi divertido cómo Malfoy se esforzaba por contener sus arrogantes comentarios frente a los elfos. Ellos, agradecidos por la visita, nos sirvieron un enorme estofado y una tarta de manzana, y nos habilitaron una mesita para comer allí en su lugar de trabajo. Malfoy no paraba de comprobar el estado de su pelo hasta que le pusieron el estofado delante, y desde entonces no tuvo ojos para otra cosa.

Mientras comíamos, yo pensaba en lo que quería hablar con él y, finalmente, me animé a hacerle una pregunta. Cogí aire para formularla, pero él se me adelantó:

-Potter, quiero saber una cosa.

Lo miré con curiosidad y dije:

-Claro, dime.

So close (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora