Capítulo 20

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Ginny me evitaba.

Yo no era tonto y me daba cuenta de ello. A pesar de que la buscaba para explicarle que no querría ir al baile con ella, no me daba la oportunidad. Los entrenamientos de Quidditch se convirtieron en el único momento en que la veía y eso me entristecía profundamente.

No me consolaba saber que yo había hecho eso mismo con ella no hacía mucho.

Los momentos a solas con Draco, en los que cada vez nos mostrábamos más unidos y cómplices, me ayudaban a no pensar en ello, pero con todo no podía evitar echarla de menos.

Además estaba aquel otro asunto, el que me llevaba ahogando unas cuantas semanas y por el que sentía una presión en el pecho cada vez mayor.

A veces abría mi álbum de fotos y miraba los rostros de mis padres. También recordaba a Lupin y Sirius y me imaginaba con toda claridad al último diciéndome: "¿Ocultarte tú como una sucia rata? Pero ¿qué es lo que tienes que esconder? ¡Estate orgulloso de lo que eres!". Lupin seguramente habría asentido a sus palabras y habría apuntado algo como: "Es algo que tu padre me enseñó, a mostrar lo que soy sin miedo".

Suspiraba para aliviar aquella sensación, sin éxito.

Realmente me encantaba la idea de pasar junto a Draco muchos, muchos años. Era tan inteligente y sensible... Y todo un luchador, se había enfrentado a muchas cosas, empezando por él mismo. Además sabía cómo me miraba cuando no me daba cuenta, lo había pillado a veces: como si fuera lo mejor que hubiera visto jamás, como si no hubiera nada más en el mundo. Sólo de pensarlo se me aceleraba el pulso.

Pero me preguntaba si yo aguantaría tener que esconder lo que sentía por él. Si ya no había podido hacerlo con Ron y Hermione porque sentía que se me salía por los poros de la piel y me rebosaba como si yo fuera un vaso. ¿Nunca les diría a sus padres que estábamos juntos? ¿Nadie de su familia podría saberlo jamás? ¿Ni siquiera aquellos que llamaba amigos? Quizá no querría ni que viviéramos juntos ni hacer ningún plan futuro conmigo por lo que pudieran decir.

Me hervía la sangre cuando pensaba que aquel problema era por Lucius Malfoy. Es decir, me sentía tan capaz de enfrentarme a él, me importaba tan poco lo que pudiera hacer... Incluso estaba dispuesto a derribar Azkaban piedra a piedra si hacía falta, porque tenía claro que yo jamás dejaría que a Draco le pasara nada por mi culpa.

Y había algo más. Ya no sólo era una cuestión del desafío que planteaba el asunto; algunos lo llamarían "orgullo" pero... para mí eran principios.

Me asqueaba la idea de que alguien ajeno a mí tuviera que dictar mi forma de vida, sobre todo después de haber luchado durante tantos años contra un hombre que se creía con el derecho de decidir quiénes vivían o morían y haber salido victorioso. Yo quería decidir por mí y consideraba que nadie más debía hacerlo, ni mis seres queridos ni mucho menos aquellos a los que odiaba.

Pero... temblaba al recordar aquellos preciosos ojos grises llenos de terror. Se me rompía el corazón al pensar en lo que él podría sentir y el conflicto en el que estaba, enfrentado a su padre y queriéndolo tanto a la vez... Y yo no quería ser el motivo por el que sufriera...

Pensaba en todo aquello en mi clase de Astronomía. Ni siquiera sabía por qué seguía yendo a clase si estaba suspendiéndolo todo y no me hacía falta aquel curso para ser Auror, aunque imaginaba que era para seguir viendo a mis amigos y distraerme de mis problemas. Ron, que también estaba suspendiendo, ya había dejado de ir, y me pregunté cuánto tiempo aguantaría yo bajo las miradas decepcionadas de los profesores.

Hermione se había ido al telescopio para comprobar sus notas, y entonces vi a Luna, con quien compartíamos clase, sentada en un pupitre mientras garabateaba algo en su cuaderno.

La profesora Aurora Sinistra nos había dejado el resto de la clase para trabajar autónomamente, y por eso me levanté y me dirigí hacia donde estaba mi amiga sin remordimientos.

-Hola, Luna -saludé, sentándome con naturalidad a su lado. Ella levantó la cabeza y sonrió ampliamente.

-¡Hola, Harry! Estaba dibujando a un thestral. ¿Te gusta? -apartó el brazo de su cuaderno y lo deslizó hacia mí, y vi un dibujo hecho con grafito que derrochaba admiración por la criatura. Sonreí y asentí. Para remarcarlo, dije:

-Es muy bonito. Dibujas muy bien -ella pareció contenta con mi reacción y enseguida replicó:

-Gracias.

-¿La clase de Astronomía no te interesa mucho?

-¡Al contrario! -exclamó. -Me interesa lo suficiente como para atender en clase y que acabe por no interesarme -contuve una risa. Tenía razón. -He visto que a ti sí que no te interesa nada. ¿Estabas pensando en Draco Malfoy? ¿Qué tal está?

Nunca me acostumbraría a que Luna fuera tan certera en sus suposiciones, me fascinaban como lo hacían los trucos de magia de los muggles, y por ello pregunté:

-¿Por qué crees que estaba pensando en Draco Malfoy?

Ella se encogió de hombros como si fuera a exponer un hecho obvio y explicó:

-Bueno, hace unos meses parecías bastante interesado en él por razones muy curiosas, y ahora la gente dice que desapareces misteriosamente. Algunos de Slytherin les han contado a los de Ravenclaw que Draco Malfoy también desaparece y me he fijado en que siempre es a la vez.

No sabía si sentirme fascinado por que Luna hubiera deducido aquello o preocupado ante la evidencia de que podía deducirse. Ella torció la boca y se apresuró a decir:

-Tranquilo, Harry, no se lo voy a decir a nadie si no quieres. No creo que nadie me creyera tampoco.

Asentí agradecido y procedí a responder a sus preguntas.

-Está mejor que cuando hablamos de él por última vez. Y sí, estaba pensando en él.

-¿Tenéis intereses distintos?

Yo tragué saliva. Luna me había puesto contra las cuerdas con tres preguntas.

-Sí -confesé finalmente. Ella asintió como si acabara de constatar un hecho.

Miré por una ventana y vi en la lejanía el campo de Quidditch, que inevitablemente me recordó a Ginny. Seguro que ya estaba predispuesto a pensar en ella porque la presencia de Luna solía significar su presencia también, pero aun así no pude evitar dejar escapar un suspiro.

-Estás soñando con otra realidad, ¿a que sí? -preguntó Luna, mirándome con curiosidad. -Yo también pongo esa expresión cuando pienso en un lugar mejor que éste.

-N-no -me apresuré a desmentirlo. Sentí que no era suficiente y recalqué: -No, no.

-Oh -Luna me miró con cierto cariz sorprendido. -Debo de haberme confundido entonces.

No dije nada. Luna siempre asumía que decía la verdad.

Guardé silencio un momento y ella volvió a garabatear, distraída. Fue entonces cuando comencé a hablar.

-¿Qué harías tú si alguien... alguien a quien quieres mucho... te pidiera hacer algo que no quieres y no hacerlo significara herirlo? Herirlo muy gravemente...

-¿Como cuando mi padre hace pastel de carne con mucha ilusión pero a mí no me gusta? -preguntó, deteniéndose un momento. Esbocé una sonrisa y asentí. -Yo siempre me como el pastel -me mordí el labio e hice un gesto de aceptación, pero entonces ella continuó: -pero siempre vomito mucho después. Una vez vomité tanto que me quedé durante una semana en la cama. Desde entonces mi padre no ha vuelto a hacer pastel de carne.

Pensé en sus palabras durante un momento. Ella me miró con curiosidad y dijo:

-Me das la impresión de parecer más perdido de lo que en realidad estás, Harry.

Yo la miré y sonreí con gravedad.

-Tú también a mí.

So close (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora