Capítulo 11

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Escaparnos a las cocinas a la hora de comer se convirtió en algo habitual. Yo quería evitar las proposiciones para el baile y Draco a todos los alumnos en general, así que no le quedó más remedio que aceptar la presencia de los elfos domésticos y un poco del olor a comida de las cocinas, aunque yo sospechaba que se lavaba el pelo varias veces al día.

En una ocasión en la que ambos habíamos terminado de comer y nos encontrábamos sentados contra la pared de una de las salas, Draco preguntó con naturalidad:

-¿Y no puedes decirles a las pesadas del Gran Comedor que vas a ir con la Weasley para que te dejen en paz? -suspiré. Hasta en ese momento Ginny tenía que aparecer en la conversación.

Draco pareció intuir lo que estaba sintiendo, porque puso una expresión sorprendida y comentó:

-No me digas que ya no estáis. ¿Problemas en el paraíso? -utilizó un cierto tono burlón, lo cual no me hizo ninguna gracia. Fruncí el ceño, molesto, recordando la brillante melena pelirroja de Ginny y su sonrisa, y sintiendo de nuevo aquel horrible vacío. Sentí que algo me tocaba el hombro y comprobé, sorprendido, que era la mano de Draco. Me volví hacia él y vi que decía entre risas, seguramente disimulando lo que realmente sentía:

-Oye, no te enfades. No es para tanto.

Sacudí la cabeza, sintiendo que la molestia aumentaba.

-Pues a mí me importa -dije lo más fríamente que pude. Noté que la mano de Draco desaparecía de mi hombro y temí por un instante haber sido demasiado brusco, pero al cabo de unos segundos, escuché que Draco decía:

-Vale. Lo siento, Potter.

Realmente era inimaginable haber llegado a un punto en el que Draco Malfoy me pidiera disculpas, pero temía que destacarlo hiciera que se arrepintiera, así que decidí no darle mucha importancia y le corregí:

-Es Harry.

Él asintió. Parecía que no hubiera vivido muchas situaciones así, lo que hizo que sintiera una especie de ternura extraña por él, y sonreí para que entendiera que ya estaba todo bien. El alivio fue palpable en su rostro.

-¿Y tú vas a ir al baile?

Él rio amargamente, y aunque yo entendía más o menos por qué, le pedí que se explicara con la mirada.

-A pesar de todo, aún quiero llegar anciano al día de mi muerte -respondió con una nota sarcástica. Yo negué con la cabeza y volví a suspirar.

-No es justo que la gente te trate así, Malfoy.

-¿Tú crees? -dijo él sonriendo, como si hubiera dicho una estupidez. Al ver que yo no entendía a qué se refería, él bajó la mirada con profunda tristeza, como hacía al principio de curso, y continuó: -Soy un mortífago, ¿entiendes?

-No, no lo eres -le contradije casi instantáneamente. Sabía que iría por ahí, pero eso no hacía que me diera menos rabia. -Ya no existen los mortífagos, y tú además te marchaste.

-Lo seré para siempre -murmuró, más para sí mismo. -Así que tengo que acostumbrarme.

-¿¡Qué estás diciendo!? -exclamé, ya enfadándome de verdad. Había tantas cosas que estaban mal en lo que acababa de afirmar que no sabía ni por dónde empezar. -Dame tu brazo izquierdo.

Él, tímidamente, bajó su muñeca hasta la palma de mi mano (intenté ignorar la leve corriente de electricidad que sentí ante el contacto), y dejó que le levantara la manga. Lo que destapé fue una cicatriz oscura parecida a la mía, pero que no se parecía en absoluto a la Marca Tenebrosa. Eso era lo que le había visto en anteriores ocasiones: yo no sabía que quedaba una cicatriz, pero sí sabía que el hechizo de las Marcas Tenebrosas había desaparecido con la muerte de Voldemort.

-¿Dónde está, eh? ¿Dónde está la Marca Tenebrosa? -le desafié. Él me miró con el ceño fruncido y señaló su cicatriz mientras decía:

-Ésta es la prueba.

-¿La prueba de que lo fuiste? Quizá. Pero ya no lo eres, Malfoy. Y te recuerdo que tú cambiaste. No me delataste ni me mataste cuando tuviste oportunidad, ni hiciste lo que Voldemort te pidió, y te cambiaste de bando, ¡y frente a tus padres! -él se quedó callado y creí ver que sus ojos se volvían más brillantes. -No es justificable lo que hacen contigo los idiotas de los alumnos -suavicé el tono mientras le subía de nuevo la manga con cuidado. -Y sé cuál es el credo de Slytherin, pero no es de débiles pedir ayuda, lo aprendí por las malas -añadí, mirándolo a los ojos. Él desvió la mirada y expresó con voz desgarrada, fingiendo una risa:

-Ni siquiera pude ser un mortífago decente -supe que no lo decía en serio, que sólo deseaba hacerse daño, y no pude evitar pasarle un brazo por los hombros, aunque con cautela. Cuando vi que él, aunque sorprendido, no rechazaba el contacto, dejé que aquello se convirtiera en un abrazo suavemente, y creí notar que su respiración cambiaba, probablemente conteniendo las ganas de llorar. Finalmente, tras unos minutos en los que sentí que mi corazón se saltaba una pulsación cada vez, Draco se recompuso rápidamente, se alejó de mi con un empujón flojo y levantó la nariz para decir:

-Como le cuentes a alguien esto, despídete de tu cabeza.

Yo reí por lo bajo. Sabía que en gran parte lo decía en serio, pero por suerte yo no tenía ninguna intención de contarlo.

-Y ya te dije que es Draco -dijo irritado. -No me hagas tener que repetirlo otra vez, Niño de Oro.

Contemplé sus ojos grises, que me devolvían una mirada agradecida, aunque sabía que él se estaba esforzando por ocultarla.

So close (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora