Capítulo 13

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El Mapa del Merodeador sobresalía ligeramente de mi baúl. Casi lo oía susurrarme que lo mirara.

Tirado en mi cama, cuando ya había terminado el día (clases, entrenamiento de Quidditch y encuentro con Draco en las cocinas incluidos), me sentía enormemente tentado de mirar el mapa para, simplemente, ver el cartel de "Draco Malfoy" allí en las mazmorras, que seguramente también estaría sobre su cama.

Pero sabía que eso no estaba bien y por ello estaba conteniéndome con todas mis fuerzas. Mirarlo para detener a Voldemort era una cosa, pero simplemente por espiar era otra totalmente distinta.

...Aunque, pensé, echar un vistazo rápido tampoco mataría a nadie, ¿verdad?

El dormitorio estaba lleno, pero Dean Thomas y Seamus Finnigan estaban en un rincón hablando y no me prestaban atención, y en cuanto a Ron llevaba ya un par de horas roncando en su cama, a pesar de que era aún pronto para dormir. Como no me miraba nadie, alcancé el mapa y lo desplegué, diciendo las palabras mágicas con la varita sobre él para que se me revelara su contenido: "Juro solemnemente que esto es una travesura."

Rápidamente, conseguí localizar las mazmorras. Justo como había imaginado allí se encontraba el cartel de "Draco Malfoy", quieto y sin moverse. Podía imaginármelo perfectamente, tumbado cuan largo era sobre su dormitorio, con las cortinas echadas para que nadie lo molestara y enfrascado en su lectura de antes de irse a dormir. Me ensombrecía el alma pensar que alguno de sus estúpidos compañeros podrían hacerle algo mientras estaba allí solo, pero por suerte, veía que en ese momento no había nadie más en su dormitorio. Sentí que se me dibujaba una sonrisa y sacudí la cabeza, sintiéndome estúpido.

Lo cierto era que, a pesar de que disfrutaba mucho nuestros encuentros en la biblioteca y las cocinas, cada vez sentía más la necesidad de estar verdaderamente a solas con él, sin miradas ajenas, y me entristecía que no parecía algo posible en aquel enorme castillo lleno de gente. Apenado ante el pensamiento, decidí echar un vistazo general al mapa, sólo por olvidarme de aquello. En la torre de Ravenclaw se encontraba Luna, que imaginaba que tampoco dormiría: seguro que estaba mirando las estrellas por el telescopio de su sala común o pintando alguno de esos cuadros tan extraños que hacía. También sonreí de imaginarla, pero aquello no me avergonzaba; de hecho me puso contento.

En la torre de Gryffindor, en lo que parecía el dormitorio de las chicas, los carteles de "Hermione Granger" y "Ginevra Weasley" aparecían muy próximos, e imaginaba que estaban hablando en tono de confesión. Sentí una punzada de envidia por Hermione y de nuevo apareció aquella horrible sensación que me consumía el buen humor. Aún dolido y, debía reconocerlo, echando de menos a Ginny, sentí la necesidad de desgarrar el mapa, pero respiré profundamente y sólo lo doblé, apartándolo rápidamente de mi campo de visión.

Un momento.

Volví a desplegarlo y vi algo que me llamó la atención. ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Me moví hacia mi escritorio y, tratando de no pensar en la gran probabilidad que había de que algo saliera mal, escribí rápidamente una nota: "Conozco un sitio en el que no te molestará nadie. Si quieres que te lo enseñe, sitúate cerca del Sauce Boxeador. Sabré que has ido." Doblé la nota y, tragando saliva por el recuerdo de una de mis grandes amigas, cogí prestado el búho de Ron, Pigwidgeon, para enviar la nota.

Me quité el pijama y me puse un jersey rojo y unos vaqueros, y entonces comprobé de nuevo el Mapa del Merodeador. Vi que Draco se movía un poco en su cuarto y justo entonces volvió Pigwidgeon al dormitorio, ya sin nota, y supe que la había recibido.

Tenso, me senté con el mapa con la esperanza de que la situación no derivara en un nuevo rechazo, y fijé la mirada en el cartel de Draco.

Al cabo de unos minutos vi que salía de las mazmorras y no pude sino sentir que algo en mi interior estallaba de la alegría. Ya listo para marcharme, dejé el mapa bajo llave en mi baúl y, cuando estuve a punto de salir, recordé la presencia de Dean Thomas y Seamus Finnigan, que me miraban con perplejidad.

So close (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora