Capítulo 1

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FLUKE

Después de un viaje agotador llego a la playa, este lugar es tan hermoso. El cielo es infinitamente azul y se respira una maravillosa tranquilidad.

Este ha sido un año muy estresante, la nueva línea de moda nos ha costado mucho trabajo y esfuerzo, pero ha merecido la pena. Cada hora extra, cada noche en vela, nos ha llevado hasta el éxito.

Estos últimos cinco años mi vida ha sido básicamente trabajar. Desde que Earth murió me he sumergido en mi carrera para no tener que pensar. Todavía lo echo terriblemente de menos, pero he aprendido a vivir recordando nuestros mejores momentos, he intentado hacer lo que le prometí al amor de mi vida, vivir cada instante como si fuera el último.

Y aquí estoy con mi cámara en mano y treinta días por delante para disfrutar de este paraíso.

El dueño del resort donde me hospedo me ha recomendado que visite unas calas a unos 2 km de aquí. Por lo que me cuenta hay unos acantilados con una serie de miradores dónde podré obtener buenas fotografías.

Le hago caso y con mi cámara y mi mochila me dispongo a hacer el viaje a pie. Lo que nadie me advirtió fue que los dos kilómetros eran cuesta arriba y que hoy iba a hacer un calor sofocante. Pero todo vale la pena cuando llego a mi destino, las vistas son impresionantes.

El mar se funde con el cielo mientras el sol se refleja hermosamente en las aguas de azul claro.

Tomo algunas instantáneas muy buenas y me muevo a mi siguiente destino, el mirador del gran acantilado, un poco más al sur.

Aquí el mar es más intenso y oscuro, se estampa ruidosamente sobre las rocas doscientos metros más abajo. Da un poco de vértigo pero me asomo al borde del mirador y lo que veo me paraliza por un momento.

De pie en el borde mismo del acantilado está un hombre mirando más allá del horizonte. Su mirada perdida y su expresión vacía me golpean el corazón.

—Hola— le saludo con mi voz más suave, no quiero asustarlo y que dé un paso en falso.

Él me mira y sus ojos reviven por un momento con una perplejidad infinita.

—Por favor no te acerques— me dice con un hilo de voz.

—No lo haré—le contesto—solo voy a sentarme en el rellano del mirador, necesito hacer una foto.

Paso mis pies por el borde y me siento en el rellano. Él sigue mis movimientos con desconfianza, todavía no lo sabe pero lo entiendo tan bien.

— ¿Hay algo que pueda decir para que te replantees lo que estás pensando hacer?—le pregunto directamente.

—No me conoces ¿qué puedes saber tú de lo que quiero hacer?—me espeta con una ira que me estremece.

—No nos conocemos, es verdad, pero si hay algo que conozco son las razones por las que estás ahí. Tendemos a pensar que somos los únicos que sufrimos, pero no es así. Y lo sé muy bien porque yo he estado ahí también, al borde del precipicio.

«Conozco cada paso que te ha traído a este lugar. Sé del dolor que se apodera de todo tu ser sin dejar espacio para nada más. Duele respirar, duele pensar, todo en tu vida se resume en dolor puro y duro veinticuatro horas al día siete días a la semana» le resumo.

Me mira directamente a los ojos y yo no los aparto, rezo para que encuentre algo en mi mirada que le haga replantearse su decisión.

Su mirada es oscura y refleja un dolor infinito, su boca se mueve en un intento de decirme algo pero no lo hace.

—Voy a hacer por ti lo que en su momento alguien hizo por mí. Te propongo un trato— le digo.

El desconocido me mira como si pensara que he perdido la cabeza.

—Dame treinta días— le pido.

— ¿Qué? ¿Treinta días para qué?— me pregunta estupefacto.

—Treinta días para demostrarte que debajo del dolor arrollador hay mil razones para vivir.

«Si después de esos treinta días sigues pensando que no hay solución, me apartaré y dejaré que hagas lo que estás pensando hacer hoy. Tómatelo como un aplazamiento» le pido.

Le tiendo mi mano esperando que no note que tiembla un poco. Él mira mi mano y después vuelve a mirarme a los ojos, está sopesando si puede confiar en mí.

Pasan unos segundo interminables, yo rezo porque la agarre y le dé una oportunidad a mi proposición.

Entonces siento que su mano atrapa la mía y una corriente de alivio y de electricidad me recorre el cuerpo. Tiro un poco de él y los dos pasamos el borde del mirador hasta un lugar más seguro.

—Me llamo Fluke, encantado de conocerte— le digo.

—Soy Ohm y no sé cómo sentirme en este momento—me responde con sinceridad.

Sus piernas se doblan, le ayudo a sentarse en el suelo y me acomodo a su lado. No digo nada, nuestras manos siguen enlazadas y él llora silenciosamente. Su cuerpo se sacude con sus sollozos y yo lo abrazo sin abrir la boca.

Ahora tengo un reto mayúsculo por delante y esa expectativa me aterra y me apasiona a partes iguales. Tengo treinta días para salvar una vida.

30 días y una vida - OhmFlukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora