Capítulo 12

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Durante los últimos veintidós años, —veinte de matrimonio más dos de noviazgo—, Candy no recordaba haber sentido tanta rabia como en ese momento. La mujer aceptaba que sí llegaba a enojarse, pero... ¿qué estaba pesando más: la interrupción de Grisela, sí conocedora de lo que se estuvo diciendo en el desayunador, el descarado comportamiento del insinuador Terry, o Terry mismo?

Con esas cuestiones en la mente, Candy se dirigió al visitante.

El doctor Carl Patterson, —hombre de todavía negros cabellos a pesar de ser de la misma edad del paciente—, no solo era el médico de cabecera de éste, sino un buen amigo de él, es decir, de Andréu Greenham, el cual lo aprovechara para pedir suma discreción respecto a su mal con su mujer. Una que por supuesto, no dudaría en reclamar ese hecho en persona.

— Creí verdaderamente el que me dijeras que solo eran achaques de la edad, y que éstos contribuían al desgano sexual de mi marido.

— Candy, querida, yo...

— Sí, sé lo que dirás. Te pidió guardar el secreto.

— Pero a cambio, te lo revelaría en cuanto el problema fuera más grave.

— Carl... —, la esposa del enfermo sonaba temerosa al inquirir: — ¿y qué tan grave es?

— Basándome en lo que sencillamente me dijiste por teléfono, tendré que extirpar la glándula prostática por completo, tejido y vesículas seminales.

— ¡Dios! — exclamó lastimeramente Candy ante la seriedad del caso.

— Mañana, porque a esta hora ya probó alimentos, lo citaré para hacer nuevos estudios y, confiemos que esto no se haya propagado más allá, así puedo programarlo a cirugía si no para la tarde, para pasado mañana. Te doy mi palabra, querida —, la tomaron de una mano, — que ésta vez no dejaré que él vuelva a decidir a aguardar.

— Te lo encargo mucho, Carl —, Candy apretó la mano que sostenía.

— Haré todo lo que esté en mis manos. Ahora vayamos a verlo —, un delgado ante brazo se tomó para guiarse escaleras arriba y preguntarse entre otras cosas: — ¿Cómo está su ánimo esta mañana?

Respondiéndose que mucho mejor que el de ella, la pareja de amigos emprendió su camino.

Éste era observado por Terry que, —una vez terminado con sus alimentos—, había ideado subir a su habitación asignada; sin embargo, la oficina sería la visitada para así empezar su plan de trabajo a presentar.

Rúen Borisov era un búlgaro que se hiciera millonario con la metalurgia en su país de origen; no obstante, en el que residía, se dedicaba a la producción de leche y sus derivados, incluido el yogurt: lácteos que eran bien recibidos por todas partes, excepto este último específico producto de marca nueva en un determinado e importante lugar, del cual, el sobrino sería encargado de hacer crecer.

Debido a que en el portafolio de un tío se hubieron metido copias de algunos documentos que se proporcionaran, Terry se dedicó a buscarlo; una búsqueda que llegaría a su fin al no verse por los alrededores; y que la servidumbre, —al preguntársele por su paradero—, informara que se había subido a la habitación del señor Greenham.

Ahí, ya se comentaba sobre el método de operación, la sugerencia del al intervenir de anestesiarlo por completo, la explicación a la esposa de lo que se colocaría temporalmente y su función, así como los respectivos cuidados.

Por supuesto, también se dejarían en claro los riesgos, pero principalmente los efectos secundarios, siendo uno en específico el más lamentable: la erección, al estar el mal en ambos nervios que la hacían posible; y que quizá, si se fuese joven, con medicamentos rescatarse esa capacidad.

El costo de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora