Capítulo 19

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Sus fosas nasales habían estado acostumbradas al penetrante olor del alcohol por haber sido ese su negocio. Mujeres que tratara, y menos las de su pueblo, conocían de las buenas fragancias. Quien sí, hubo sido su madre; y ahora lo era ella, la que venía sentada a su lado, y que a pesar de no haber esmerado su arreglo, el aroma que desprendía, era un deleite para él que, no dudaba en satisfacer a sus pulmones al estarlo inhalando a profundidad.

Quizá en un arranque, había confesado que la amaba. Lo que sí podía afirmar, era lo mucho que le gustaba y disfrutaba estar con ella, la cual, era de otro, y en ese momento ya le indicaba donde dejarla.

— Con razón dijiste que volverías pronto a casa — observó Terry, desviando fugazmente su mirada hacia la copiloto que decía:

— Sí. Lo que estoy segura tú no harás. ¡Traes loca a Sasita! —, Candy también se divertía haciéndolo rabiar, y así lo demostraba él al responder:

— ¡No juegues así!

— Solo digo lo que ella dejó en claro anoche.

— Y yo anoche dejé muy en claro lo que quiero — puntualizó un serio él, pero poniendo una mano en el muslo de ella que, conforme la tomaba para quitársela de encima, respondía:

— Pero sabes que es imposible.

— No; al contrario. ¡Es bien posible! — afirmó un sonriente Terry, que puso su mano en la palanca de velocidades. — La prueba está que... en dos días vendrás a mí.

— ¿Ah sí? — Candy ironizó para saber después: — ¿Y a qué?

— Sasita me dijo que Rúen quiere que nos veamos el martes en su oficina para hablar del plan.

— Claro, porque no puede permanecer en esta ciudad mucho tiempo.

— ¿Sabes por qué?

— Porque aquí vive una amante, precisamente la mamá de Sasita. Y en otros puntos, otras, con otros hijos; y a su pobre esposa, con más tantos, apenas la atiende cuando vuelve a Seattle. Pero Andréu me dio la impresión de que a ti no te importan esos "detalles".

— ¿Y a ti sí? — él, con la mirada fija al frente, hubo inquirido. En cambio, Candy diría:

— ¿Qué te dejarían de herencia si te casaras con esta hija? ¿Únicamente el mercado del yogurt que hasta eso, apenas estás planeando cómo hacerlo crecer, a pesar del dineral que Rúen tiene, más que debe repartir por todos lados? ¡Vamos, Terry! Te creí más... ambicioso.

— Y tienes razón. Lo soy, por eso...

— Detente cerca de la gasolinera — ella indicó al estar cerca y también la cafetería donde Anita ya la aguardaba, y que desde su lugar iba a ser espectadora de...

Obediente, Terry se detuvo. Sin embargo, mostraría caballerosidad al bajarse del auto para abrirle la portezuela a su amante acompañante.

— Gracias — apreció una confiada Candy entregando la mano que le ofrecieran.

... miembro con dedos que no dejarían en libertad sino hasta que, ella, al estar afuera, fuera besada arrebatadoramente por él y, que se ganara un golpe por osado; aunado el siguiente reclamo:

— ¡Dijiste que te portarías bien!

— Eso te enseñará, querida —, Terry la acorralaba apoyando sus manos en el auto, — a no confiarte de los hombres. Además, era necesario, para que en mis labios, durante este día, se queden únicamente con el sabor de los tuyos; no como tú — él reprochaba: — que borras los míos cada que besas a tu marido.

El costo de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora