Capítulo 27: Preludio de Final

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Sin haberle importado que la vieran bajar del auto de Terry, Candy, —una vez hecho así—, corrió hacia el interior de su casa, siendo el objetivo principal a buscar: su esposo Andréu.

Grisela, por haber estado atenta a su llegada, —y sí, viéndola descender del auto que a pocos segundos pisara hondamente acelerador para continuar su vereda— interceptó a la señora Greenham para informarle que el señor no estaba ahí.

— ¿Douglas lo llevó? — Candy quiso saber.

— Sí; y tampoco ha vuelto. ¿Pasa algo, señora?

La empleada lo preguntó al notarla sumamente alterada, y que así informaba:

— De que pasa, pasa, Grisela. Más con certeza no sé decirte qué es.

— ¿Ni... el señor Terry... supo decirle?

A pesar de saberse descubierta, Candy no mostró inquietud a ese respecto, sino...

— ¿Te acuerdas la noche de la cena con los Borisov?

— Sí. Tanto padre como hija salieron a toda prisa de aquí y... un tanto molestos.

— Así es. A Rúen no le gustó la negativa que mi marido le diera con respecto a un arreglo de casamiento entre Sasita y Terry; y creo que... eso pudiera ser el problema.

— ¿Y qué hará, señora? ¿Quiere ir adonde ellos? —; la empleada estaba dispuesta a llevarla. Sin embargo...

— No, por el momento, Grisela, sino que aguardaré —, Candy caminaba de un lado a otro, — aguardaré hasta que Terry se comunique conmigo y me diga si eso... efectivamente es. Pero si lo es...

— Señora...— Grisela la tomó de un brazo para hacerla detener y oírla decir:

— No te niego que tengo mucho miedo —; y la empleada, no solo en unos ojos, sino en todo un cuerpo, sí lo podía ver claramente, incluso un enojo que se conjugaría con lo siguiente a pronunciar: — Pero Rúen lamentará si algo malo le sucede a uno u a otro.

— No piense así. Los dos señores volverán con bien.

— Claro. Yo también lo deseo. Aunque... —, pasando saliva para así desvanecer el ardor de su garganta, Candy daba una orden: — Trata de localizar a Carl Patterson. Hace días que no me atiende; pero ésta vez, como sea y a como dé lugar, hazle llegar que me es urgente hablar con él. Yo voy a comunicarme con Anita. Estaré en el despacho esperando... lo que tenga que esperar.

Sin haberle dado tiempo para un asentamiento de cabeza, Grisela vio el camino que la señora Greenham tomara, habíamos dicho, hacia el despacho.

Ahí, o yendo hacia el otro privado, una mente formulaba:

¿Qué tan alto iba a ser para Candy el costo de una infidelidad? Indudablemente sí, iba a ser muy alto. Más "esa altitud", no se comparaba con el que ella iba a cobrar, si realmente uno de los dos saliera lastimado.

Pocos amigos conocían de "la diversión" que la señora Greenham tenía en casa; y ya frente a su monitorizado sistema, Candy ideaba prepararse para tomar venganza; solo estaría aguardando, como lo dijera, por el segundo movimiento de Rúen para que ella no se detuviera, sino hasta dejarlo sin un centavo en el bolsillo.

Oh sí, sin miramientos también, Candy lo haría, sobre todo, para ver acabada a la insípida de Sasita Borisov que creía que por tener dinero, podía comprar a las personas, o en su caso, a un hombre como había sido su intención.

Para su mala suerte, ese ya era de ella, y no por su elección, sino por el de su marido; así que, aunque fuese ojo por ojo, lo iba a defender también.

El costo de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora