Capítulo 11

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Finalizado su reencuentro pasional, todavía en su lecho de amor, la pareja compuesta por Candy y Andréu se acurrucó uno con otro.

Silentes, miraban diferentes puntos de la habitación, hasta que ella comenzó a hacer una serie de preguntas consistentes en el cambio de parecer de su amante marido.

Éste, como lo prometiera a Anita, habló con claridad de su problema.

Por supuesto, ante el latente mal, la esposa se alarmó terriblemente.

El esposo, por su parte, supo calmarla con lo que hiciera estando de viaje. Más, eso no significaba que él dejaría de atenderse como lo viniera haciendo, ya que la cirugía, era inminente.

Así se lo hubo aconsejado el consultado médico chino. Lo mismo que utilizar previamente el uso de un preservativo para evitar de ese modo, —desde la penetración de un miembro por la cavidad femenina hasta su exitosa eyaculación—: una posible infección en ella, al haberse presentado, varios días atrás, un sangrado a través de la orina.

Esa información proporcionada y lo a investigar futuramente por su cuenta, haría que la perspectiva de Candy, con respecto a la actividad sexual con su marido, cambiara. Sí, era necesario hacerlo, así como el aceptar lo egoísta que había sido al creer que ella padecía más de los dos.

— Debiste habérmelo dicho desde hace mucho.

— Lo sé, amor, y lo lamento seriamente — dijo Andréu besando parte de la cabeza que tenía cerca.

— Mañana mismo iremos de nuevo al doctor.

— Por supuesto, linda, como tú digas.

— No es porque lo diga; estamos obligados a enterarlo de lo que ha pasado esta noche.

— Una que espero recuerdes siempre, si fuera la última en verdad.

— Sin embargo... — Candy cerró los ojos y aguantó las ganas de ponerse a llorar, — yo tengo muchas guardadas, y eso me deberá bastar para controlarme y no incomodarte más con mis... necedades. ¡Te quiero conmigo! — la mujer abrazó apretadamente a su hombre, — ¡ese es mi único deseo!

— Y me tendrás, mi vida — Andréu correspondió al afecto, diciendo al segundo siguiente: — pero escúchame, Candy —, ella asintió, pidiéndole él: — Mírame.

Al hacerlo, Andréu notó las lágrimas en los bellos ojos de su esposa, la cual, los cerró para ser besados por él.

— Te amo; y siempre haré todo lo posible por verte feliz.

— Yo lo sé.

— Entonces, si un día tú deseares el calor de otro hombre, yo...

— ¡¿Qué dices?! — Candy, de su alteración, saltó para quedar sentada y mirarlo temblorosamente a los ojos. — ¡¿Cómo... te atreves siquiera a considerarlo!?

— Porque pronto, para no decirte que desde hoy, ya no te sirvo como hombre, y no creo que sea más terrible para ti que para mí el tener que compartirte.

— No, Andréu. No me ofendas así — dijo Candy poniéndose de pie y tomando su bata para usarla.

— No lo hago, mi vida. Y no lo hago, porque sé que también me amas; sin embargo...

— ¡No quiero hablar de esto, por favor! — la esposa pidió de manera rotunda. En cambio, el amoroso esposo inquiría:

— ¿Estás segura?

— ¡Sí, Andréu!

— Pero yo sí quiero hablar y que me cuentes... ¿qué pasó en la noche que saliste con Anita?

El costo de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora