Capítulo 21

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En uno de los capítulos anteriores, se hizo mención de que ella, es decir, Sasita Borisov, tenía quince años cuando conociera a Terry en la boda de Candy y Andréu, habiéndose quedado con las ganas de bailar con él, debido a que en ese entonces, el joven hombre solo había mostrado interés por Sandra, la cual, no negándose de que su novio europeo era sumamente guapo, pero sin un centavo en el bolsillo de su pantalón a pesar del status de su tío Greenham. Razón por la que ella, influenciada por sus padres, no podía continuar con esa relación que ella rompiera para casarse con un disque buen partido que, con los años, desmejoraría su condición física.

La de Terry seguía siendo llamativa, lo mismo que su rostro y su estado civil. Soltero y un probable heredero del también excelente capital de un tío que estaba enfermo.

Éste era de los buenos amigos de Rúen Borisov, el cual, sí, desde una primera mención, se interesó en el sobrino con la excusa de... "ayudarse", y, ¿por qué no? obsequiárselo a la hija que siempre hubo estuvo enamorada de él.

Con ese entusiasmo, Sasita Borisov se esmeraba en su arreglo.

Grisela, la ama de llaves de la mansión Greenham, hacía poco había llamado para "extenderles la invitación" a la cena que se les daría. Un evento que los Borisov comprometieran, así como al integrante de los Greenham que, en su habitación, andaba de aquí para allá, con grandes deseos de estrangular al primero que se le pusiera en frente.

Bueno, ese sería él mismo, ya que, al pasar por el espejo, se detuvo para mirarse ahí de cuerpo completo, aunque solo el torso tenía descubierto.

Recientemente había salido del baño y, ni con lo caliente del agua, se calmaba, haciéndosele imposible aceptar que esa noche ¿se comprometería en matrimonio, y con una mujer que, ni solo de pensar en ella, lo excitaba?

Terry reconocía que, todo aquel amor que le confesara aunado sus millones, lo hubiese aceptado de no haber conocido a Candy; fémina que sí, su interior le gritaba a cada rato era prohibida para él; más su exterior, para no decir exactamente su órgano viril, no le importaba y...

Molestamente frustrado, el hombre tiró un puñetazo, haciendo con ello añicos un vidrio y que sus nudillos sangraran.

Sin haber expresado en lo más mínimo dolor alguno, Terry se llevó a la boca sus heridas para chuparlas. Así, caminó hacia el baño para lavarse con simple agua y jabón, y envolver su mano con una pequeña toalla.

Sintiéndose de "mejor humor", el habitante de esa pieza iría a tumbarse en la cama, donde acostado con los brazos extendidos, se quedaría mirando fijamente al techo, área que poco a poco lo hipnotizaría y lo haría cerrar los ojos. Ojos que abriría rápidamente con el llamado de una puerta.

La enfermera que, luego de haber visitado una cocina, y andaba por un pasillo, había escuchado el quebrar de vidrios. Curiosa, se acercó al lugar procedente; y sin dudarlo siquiera, llamó para ofrecer su ayuda.

Consiguientemente de abrir la puerta, la herida de Terry fue rápidamente divisada, diciendo él "no" a la ayuda ofrecida.

— ¿Está seguro?

— Sí, señorita. Gracias. Yo sé cómo cuidarla — al no ser ese el único accidente que padeciera con vidrios, debido a tantas botellas de licor que manejara meses atrás.

— Pero, ¿qué tal un vendaje para evitar infecciones? — insistía la experta en primeros auxilios. En cambio, Terry era más necio aún:

— No, porque será más llamativa.

— Bueno, no le molestaré más.

— Gracias — dijo de nuevo él no cerrando la puerta al darse cuenta que los ojos de la enfermera se habían posado donde yacía el vidrio despedazo.

El costo de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora