°Capitulo XVII°

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La joven de rizos rubios se sentía más que confundida, con un nudo en la garganta y unas cuantas lágrimas escapando contra su voluntad de por sus orbes a medida que subía las escaleras de aquella gran mansión, se veía envuelta en furia e impotencia, sus manos sólo arrugaban aquella seda que formaba parte de su vestido, no sabía el por qué le disgustaba tanto aquella situación, pero él sentimiento de que algo pasaba a su al rededor a expensas suyas y que todos la trataban cual niña pequeña haciendo una rabieta no la dejaba pensar en paz.

-Soy la prometida de Ciel... - se repetía entre dientes como consuelo, a pesar de que en el fondo, cada día se sentía menos como tal. Paro en seco su vivaz andar, intentando recuperar el aire y calmarse a sí misma  - Yo me casaré con Ciel Phantomhive, y seremos felices - se convencía a sí misma nuevamente, esa pequeña esperanza era la que le daba paz, mientras que por su pensamiento pasaba la ilusión de ver a dicho prometido, no importaba si el de enfadaba, sólo quería verlo, su pequeño corazón quería asegurarse que Ciel estaba ahí, que era de ella, que sólo son más que ilusiones aquellos obstáculos que sentía la ahogaban entre más tiempo se quedaba ahí,que la sensación de incomodidad y miedo de perderlo podían desvanecerse cuál neblina con tan sólo estar cerca de Ciel; la joven dama con brillo en los ojos seguía apostando todo por un futuro con Ciel.

[...]

El demonio con la mirada enfocada y sus instintos en alerta perseguía inútilmente aquella esencia que estaba impregnada en todo los alrededores de la mansión, sentía desesperarse al indagar más y más y notar que solamente se hacía más fuerte, ya habiendose alejado considerablemente de la mansión no conseguía dar con el origen de su malestar, pero de algo estaba seguro, esa presencia no era humana, y esa era su mayor preocupación.

Pronto sintió una grima recorrer su espalda y poniéndolo a la defensiva tan pronto lo percibió, podía sentirlo, se intensificaba más y más cerca de la mansión a un ritmo que lo alarmaba, lo único que pasó por su cabeza fue su amado niño, quien aún yacía ahí sin su protección, si algo le pasara por un descuido suyo jamás se lo perdonaría.

En un fugaz momento y con el carmesí del atardecer predomiendando las pupilas de sus ojos entró de golpe por aquella gran ventana que posaba tras de Ciel, miraba a todos lados esperanzado de encontrar el origen de tal amenaza, pero primordialmente, buscaba sin descanso aquella altiva mirada azulina que lo veía con furia, sólo con ver el brillo de esa mirada podía seguir manteniendo en pie.

-¿¡Se puede saber que demonios haces entrando así!?- Gritaba el pequeño Conde con furia y recuperando el aliento de semejante susto.

Sebastian sólo lo veía con la mirada seria y desconcertada, tan pronto entró a la habitación aquella presencia se evaporo en segundos, no había rastros de aquello que perseguía con desdén.

-¿Estás bien?- Preguntó tomando el rostro menor entre sus manos e ignorando completamente lo anteriormente mencionado. Tenía una expresión de alivio, no podía evitar tocarlo y asegurarse de que no tenía ni un solo rasguño, estaba a salvo.

-¿Yo? ¡Qué es lo que te ocurre a ti entrando de esa forma! - El menor seguía enfadado, pues aquella indeseada sorpresa lo desoriento por completo, sin embargo, no tardó en notar que aquella mirada de su demonio realmente era de alivio y miedo a la vez - Sebastian ¿Ocurrió algo? - preguntó nuevamente denotando preocupación.

El demonio tardó unos segundos en volver en sí, si todo estaba en orden, no había necesidad de alterar las cosas.

-Nada, no te preocupes - Dijo sereno, cambiando rápidamente su semblante a uno pacifico, acarició su rostro suavemente como sin con ello pudiera pasara desapercibido, sin embargo Ciel no era tonto, sabía que algo había ocurrido.

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