°Capítulo XII°

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- Que fastidio, no puede ser una cosa tan simple irrumpa así en mis labores - Se decía para si mismo el conde, intentado guardar la calma ante la situación, tomó uno de sus muchos documentos que posaban sobre la mesa y se dispuso a continuar sus pendientes con normalidad.

Los minutos pasaban, pero el joven conde se sentía atascado en aquel momento, con los recuerdos de lo dicho anteriormente rondando su mente, sentía algo que jamás había experimentado , un vacío, un gran vacío en su pecho, sentía su corazón latir rápido en una mezcla de angustia y frustración, su estómago se revolvía a cada segundo; Comenzaba a molestarse cosigo mismo, tomaba las hojas con brusquedad y sostenía aquella pluma con rudeza, intentaba ignorar todo a su alrededor pero, simplemente no podía, dejó todo a un lado y se recosto afligido sobre sus brazos aclarando sus ideas.

-Pensé que todo se acabaría después de esto... - susurraba para si mismo - pero no puedo concentrarme en mis asuntos, ¡que molesto! - gritaba fastidiado mientras daba un golpe en seco en la mesa.- Solo afronte el problema como debía ¿Por qué siento estas dudas?

"No es verdad... No lo hice"

-Maldito Sebastian, esto es tu culpa, no mía. - se quejaba con enojo y angustia, pues comenzaba a sentir que tal vez no había tomando la decisión correcta, ya que la pesadez y el vacío aún no se desvanecía de su sentir y acompañando de arrepentimiento el conde se frustraba en sus pensamientos posando las manos en su cabeza intentando conectar sus emociones e ideas, llegó a una conclusión que no le resultaba satisfactoria - Lo arruine todo- confesaba a sí mismo con enorme confusión y decepción, pues ahora se sentía más perdido y sólo que nunca, pero después de todo, sabía que ya no tenía ese tipo de oportunidades al entregar su vida a una venganza que lo sentenció, no tenía derecho a sentirse así. - ¡Maldición que molesto es todo eso! ¡Estúpido Demonio!

Mientras el conde reflexionaba lo ocurrido sobre su escritorio, una joven ama de llaves llevaba rato tocando la puerta sin respuesta alguna, el menor undido en sus pensamientos ignoraba todo sonido.

-¿J-Joven amo? - Llamaba con cierta duda después de tocar un rato, lo suficiente para traer al joven Phantomhive de vuelta a la realidad.

-¡Pasa! - ordenó de golpe retomando postura con algo de torpeza, pues era evidente para cualquiera su estado de ánimo tan desolado.

-Disculpe, el señor Sebastian me pidió avisarle que pronto estará lista la cena - dijo al pie de la puerta sin entrar por completo en la habitación.

-No cenare hoy - ordenó cabizbajo al escuchar aquel nombre causante de su estado actual; en su revuelto estómago con extrañas sensaciones no tenía espacio para comida, solo deseaba que acabara pronto.

-Joven amo, disculpe mi atrevimiento pero...¿Se encuentra usted bien? - Pregunto la pelirroja entrando más a la habitación, pues el conde no parecía poder disimular su aflicción en esos instantes y la joven preocupada por el bienestar de su amo pudo notar eso.

-Si Meyrin, vuelve a tu trabajo - respondió intento no tomar mayor importancia al asunto y sujetando unas cuantas hojas para aparentar estar ocupado.

-Pero, el joven amo tiene la mirada apagada - exclamó con preocupación la sirvienta - S-soy muy torpe, pero sabe que nosotros estaremos ahí si lo necesita - Algo dentro de la joven le decía que no debía dejar de lado a su amo, cuya insistencia parecía dar resultado.

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