El mayordomo acariciaba suavemente la tersa piel de su joven conde, con delicadeza sentía como sus largos dedos rozaban aquella piel tan nivea como la porcelana, mientras su rostro reflejaba angustia y preocupación, como si dentro de sí no se sintiera completamente capaz de preservarlo tal y como estaba ante sus ojos, esbozo una leve risa irónica, pues jamás había dudado de si mismo para hacer cumplir sus funciones, pero ahora que tenía la razón de su existencia frente de sí, todo se volvía tan confuso y diferente.
Lo observaba curioso, inspeccionado cada facción de su joven rostro mientras que con su otra mano sostenía con repudio aquella pluma de un negro lúgubre comparado solo a la oscuridad del mismo infierno, el hecho de que estuviera ahí posando junto a su amado niño sin razón aparente, sin que él mismo hubiera notado que ser la había dejado, cambiaba su perspectiva de manera brusca. Lo sabía perfectamente, sabía que no tardarían en darse cuenta que un demonio había entregado sus sentimientos a un humano, pronto estarían aquí para intentar acabar su bella ilusión que sólo en sus pensamientos podía llamar una realidad, sin embargo, tenía la esperanza de poder permanecer más tiempo en dicho anhelo hecho realidad, era lo que más le afligia, no era a él a quien buscaban, si no a su pequeño niño, cual amenaza.
El demonio se paro con la mirada fría y el paso firme, se dirigió a la ventana de aquella habitación y rápidamente arrojó aquella maldita pluma lo más lejos que pudo, no le tomó mucho llegar a una decisión en los escasos segundos que dudo sobre el paradero de su futuro al lado de Ciel, sin importar lo que viniera, estaba dispuesto a persistir aunque fuera solo un poco más, para disfrutar de la reciente felicidad que nunca había buscado y no sabía que necesitaba.
Con los rayos de sol asomándose por su ventana el joven conde se tallo los ojos sin ganas, entreabriendolos con pesadez y encontrándose con la calida sonrisa de su demonio observadole como era costumbre.
-Ya te dije que no me gusta que me veas mientras duermo - se quejo entre dientes al mismo tiempo que procuraba estirarse, el mayor se acercó a él sentándose a su lado.
-Buenos días mi querido Ciel - saludó amorosamente mientras deposito un pequeño beso sobre su frente; ambos se acostumbraban más a ese tipo de afecto entre más días pasaban juntos.
-¿Puedo preguntar que hace todo esto en mi habitación? -le cuestionaba el conde a su mayordomo al observar como su cama era rodeada por lirios del color equiparable a un rayo solar, un tono que se combinaba a aquella hora del día.
-Es un regalo para ti- Dijo el mayor serenamente, a pesar de que fue la alternativa más rápida que encontro para cubrir aquel olor tan pesado y aquella presencia tan lúgubre que había quedado impregnada en la habitación acompañada de ese ya no tan misterioso ser - Es bueno darle regalos a la persona que amas.
-Hmmm- murmuró el conde mirando aquellas flores amarillas con una fragancia tan dulce que cosquilleaba su nariz - Son bonitas - dijo aún algo adormialdo sin despegar la mirada de aquel regalo que decoraba su habitación, el mayordomo quien esperaba un leve regaño o queja de su parte, se sentía orgulloso de aquella elección para su amo.
-La próxima vez te traeré lirios rojos - Dijo el mayor seguro de si mismo mientras Ciel saliendo de su estado somnolento funcia el ceño avergonzado.
-¡Deja de molestar tan temprano tu pervertido! - regañaba Ciel mientras golpeaba a su demonio con la almohada que tenía más próxima.
-No se en que clase de cosas estas pensado - reía el mayor mientras el joven niño lo miraba con esa mirada suya que tanto le gustaba, mientras Ciel sentía una calidez recorrer su corazón como en todo momento que pasaba con su demonio.
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✘Tsuki no ame✘
FanfictionEl orgullo e inseguridad se anteponen ante los sentimientos del conde Ciel Phantomhive, y la confusión lo invade para aclarar los verdaderos pensamientos que se han ido desarrollando por su frívolo demonio, quien complicará aún más tomar sentido a l...