Miles acababa de mudarse, tenia un trabajo perfecto y dos mejores amigos.
Es por ello que no entendía porque le estaba pasando toda esta pesadilla.
Y todo comenzó cuando encontró ese maldito muñeco.
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-Darling te prepare un poco de te-
De nuevo el, Eddie Gluskin.
Es extraño, pero no puedo recordar hace cuanto se supone que estoy viviendo con él, ni siquiera recuerdo si he salido de esta casa alguna vez.
Todos mis recuerdos se limitan a Eddie y su madre, a estas paredes.
Ni siquiera sé si he salido de la casa en los últimos días, todo lo que se, es que puntualmente Eddie trae un te justo a las 8 de la mañana, luego me lleva a desayunar y pasamos el resto del día en su taller, viendo como él hace más y más vestidos.
Juro que estoy tan aburrido que mañana me pondré uno de ellos y bailare y cantare a todo volumen en medio del salón.
Pero aún hay algo que me desconcierta aún más, hace unos días vi a un pequeño peluche rosado caminar por mi sala, Eddie dijo que solo era un sueño y que seguramente estaba cansado después de una maravillosa noche juntos.
Pero yo sé que no es así, una o dos veces podría haber sido un sueño, pero estoy muy seguro que ese peluche me vigila.
El traía un cuaderno forrado de cuero, creo que es de Eddie, pero sus hojas están en blanco. No sé qué me impulso, pero al tenerlo entre mis manos comencé a escribir en el como si mi vida se fuera en ello. Decidí que lo escondería en el ático, confió en Eddie, pero algo me decía que lo mejor era no mostrarle esto.
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Miles se ha convertido en alguien importante para mí, hace unos días estaba dispuesto a tomar mi escopeta y ponerla en mi boca, todo con tal de terminar este sufrimiento que me embargaba, pero ahora solo puedo pensar en él y en encontrar una forma de poder estar juntos.
Pensé que si moría podría suceder, pero Miles me asegura que no está muerto y sé que es verdad, cuando lo toco siento el pulso en sus heladas manos, pero de igual forma me frustra que yo él no pueda tocarme, dependemos de las muñecas para interactuar.