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6 de junio.

Mi primer día de trabajo fue tranquilo. Apenas vendí una docena de libros y salvo por un incidente con unos adolescentes que desorganizaron la sección de aventuras, pude manejarlo todo sin problemas. Pedro se marchó casi a continuación de llegar yo y no regresó hasta la hora de cerrar. Me contó que había pasado todo el día ultimando detalles para el lanzamiento de un libro que tendría lugar la noche siguiente.

-Es una joven escritora que se ha hecho muy popular en los medios digitales y en las redes sociales. La Editorial Atlas la ha descubierto y publicado su primer libro. Es una novela romántica, según tengo entendido -me comentaba Pedro-. Atlas y Odisea son las dos editoriales principales que tienen convenio con nosotros. A menudo, realizamos eventos y lanzamientos de libros. Es una buena publicidad para la librería. Estarán presentes algunas figuras importantes del mundo editorial.

-Me parece genial, Pedro -afirmé, algo intimidada por la magnitud del evento que se me venía encima-. ¿Qué puedo hacer para ayudar? -pregunté, realmente interesada en participar.

-Bueno, no se me ocurriría ponerte a cargo de todo en tu primer día de trabajo -dijo él, con un poco de condescendencia-. Ya me he encargado de todos los detalles importantes, pero es posible que en el futuro te toque a ti organizar algún evento similar, así que presta atención.

Yo me encogí por el tono brusco que utilizó, pero abrí mucho los ojos y agarré mi bloc de notas dispuesta a anotar todas las indicaciones.

-El evento comenzará a las 6 de la tarde, así que desde las 4:30 la librería estará cerrada para el público. Se realizará en el salón del piso de arriba. Sobre las 5 deberá llegar el equipo de catering, pero para entonces, ya tiene que estar todo dispuesto. Mi sobrino nos ayudará y entre nosotros tres deberemos organizar las sillas y las mesas del catering.

-¿Cuántos invitados serán? -lo interrumpí.

-No deben pasarse de 30 o 40 invitados, aunque he previsto el buffet para 50 personas. Este es el lanzamiento preliminar. El evento privado donde asistirán solo los miembros de la editora, algunos personajes de la prensa y los invitados de la escritora.

-Muy bien, y ¿hasta qué hora se prolongaría? -pregunté. Pedro me miró, ceñudo.

-¿Estás preocupada por si voy a pagarte las horas extra? -me espetó, mal encarado.

Yo sentí como me ponía colorada y entre pestañeos de incontrolable nerviosismo, me apresuré a responder.

-No, no, para nada. Solo preguntaba porque nunca he asistido a un evento de este tipo. No tiene que pagarme nada extra, no importa a la hora que termine -le dije sumisa. Su rostro se suavizó un poco ante mi mansa declaración.

-No suelen durar mucho. A más tardar a las 10 habrá concluido. La chica dirá algún pequeño discurso, firmará algunos libros; la prensa la entrevistará, sobre todo revistas menores y medios digitales. El resto será pasar el rato, beber y conversar. Tu trabajo será únicamente estar pendiente de las necesidades de los invitados, como buena anfitriona. Pero en general, tendrás libertad de conversar y divertirte.

-¿Habrá música? -Me atreví a preguntar.

-Sí, siempre ponemos música grabada de fondo, mayormente clásica. No es una pista de baile, si es lo que estás preguntando.

-No, pero se me ocurrió que tal vez la música podría animar un poco el evento. Lo que me cuenta suena un poco aburrido -dije con cautela. Para mi sorpresa, Pedro sonrió ante mi comentario.

-Lo es -confesó-. Estos literatos son algo snob. No me malentiendas, hay algunos que pueden ser muy interesantes. Pero en su mayoría, los que asisten a estos eventos son algo sosos. He pensado largamente en una forma de hacerlo más entretenido, pero no se me ocurre nada -me confesó con pesadumbre-. Antes solía contratar a algún artista para que tocara. Pero no me resulta muy rentable. Esos musiquillos improvisados quieren cobrarte un ojo de la cara por cuatro canciones -exclamó irritado.

De pronto, una idea descabellada se adueñó de mi mente. Había pasado mucho tiempo, por no contar mi torpeza natural y mi pánico escénico, pero por alguna razón, tenía ganas de arriesgarme y de causarle una buena impresión a mi jefe y también a las figuras importantes que asistirían al lanzamiento de la noche siguiente. Las palabras se escaparon de mi boca antes de que pudiera detenerlas.

-Yo podría tocar -le solté, provocando una instantánea mirada de sorpresa.

-¿Tú tocas? -me preguntó, francamente asombrado.

-El chelo -contesté con timidez-. La verdad es que llevo años sin practicar, pero me sé muchas canciones clásicas. -Traté de salvar mi patoso ofrecimiento.

Pedro estaba pensativo, considerando sus opciones.

-Sé que es algo importante y que usted no querrá arriesgarse a presentar una chapuza, pero le aseguro que soy buena. -Para mi propia sorpresa, yo, que solía mostrarme tan modesta y apocada, estaba defendiendo con orgullo mis dotes musicales.

-No sé, presentarte así sin ensayar, y si dices que hace tiempo no practicas. -No acababa de convencerlo.

-Mire, hagamos algo. Yo toco para usted antes de que empiecen a llegar los invitados y solo me presentaré si usted me aprueba. Pero le aseguro que un músico en vivo siempre anima la fiesta. Al menos es mucho mejor que el mismo disco clásico de siempre -le solté, audaz.

Él me miró con perspicacia pero finalmente accedió.

-Ok, no nos hará daño intentarlo. Si es un desastre tendré el disco de Verdi preparado -me dijo, dudando un poco de su decisión-. Pero espero que me sorprendas, chica. -Concedió al fin, poniendo su enorme palma sobre mi hombro.

Yo sonreí, radiante y emocionada por la idea feliz o loca que había tenido, pero reparé en algo que borró la sonrisa de mi cara.

-Oh, hay un problema. Mi violonchelo está en casa de mi padre. Lo iría a buscar esta noche pero no tengo coche y no creo que me dé tiempo ir mañana si he de abrir la librería a las 9. -Salía a relucir la utilidad del auto que había rechazado por testaruda.

Odiaba darle la razón a mi padre.

-¿Vive muy lejos tu padre?

-A dos horas de aquí en coche, si voy en metro un poco más -dije algo avergonzada de lo patética que se escuchaba mi "voz de pedir limosnas", como la llamaba papá.

Pedro estuvo un rato callado, considerando la situación.

-Pues bien, yo abriré mañana la librería.

-¿Está seguro? -lo interrumpí-. ¿No tendrá mucho que hacer con los preparativos?

-No, casi todo está listo ya. Tú tranquila y no te preocupes por nada más que por ir a buscar el chelo y procurar dar una buena función.

-No se preocupe, no voy a decepcionarlo -afirmé con una seguridad que insólitamente sentía.

-Muy bien, ya está decidido entonces -dijo él-. Recuerda que debes estar aquí lo más temprano que puedas para poder escucharte primero -dijo con un amago de preocupación.

-Tranquilo, recojo el instrumento y regreso. -Terminé de recoger mis cosas para marcharme, pero llegando a la puerta me detuvo.

-Valeria.

-¿Si?

-Vístete apropiadamente. -Yo me sonrojé, a mi pesar, al notar la mirada evaluativa que Pedro le echaba a mi atuendo sport-. Es algo informal, pero requiere cierta clase. -Me obligué a sonreír para contestarle.

-No se preocupe, no pensaba venir en jeans y converses -solté con una pizca de sarcasmo agresivo-. Hasta mañana, Pedro.

Amor EstivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora