Y así, con la luz del sol y la explosión espléndida de las hojas que crecían en los árboles, como crecen las cosas en las películas a cámara rápida, tuve la certeza, bien conocida, de que la vida vuelve a empezar en el verano.
F. Scott FitzGerald (Gran Gatsby)
Pestañeé, cuando un rayo de sol tocó mi pupila, activando mi lagrimal. Caminaba por un sendero enmarcado por arboles de un verdor excesivo, electrizante. Podía oír trinar a los pájaros que revoloteaban sobre mi cabeza. El calor abrasaba todas las cosas, subía los colores a mi rostro y secaba mi garganta. El día era luminoso al igual que mi espíritu. El verano se me antojaba radiante, esperanzador. La alegría de la estación era sumamente contagiosa y a ella se sumaba la excitación por el regalo que me esperaba dentro de muy pocos días: un hermanito.
Al acercarme al claro, dibujé una sonrisa al contemplar el hermoso cuadro. Mamá llevaba un enorme sombrero rosa de ala ancha, el cabello castaño le caía en largos bucles sobre los hombros y el vestido blanco de lino era holgado para poder contener el abultado vientre que llevaba el más preciado tesoro.
Tenía los pies extendidos sobre la hierba y en su regazo un cojín sobre el que descansaba papá. No podía ver su rostro porque estaba volteado hacia la barriga de mi madre, entablando lo que parecía ser una profunda conversación con mi futuro hermano.
El viento me trajo sus risas y el aroma a chocolate de la tarta que habíamos traído para merendar. Sentí unos celos arrolladores e infantiles por no ser parte de esa felicidad y, decidida como era, eché a correr para reclamar mi lugar en la perfecta postal que habían creado.
Me arrojé sobre papá, exigiendo su atención. Me hubiera lanzado sobre mi madre, pero en los últimos tiempos estaba tan grande e hinchada que incluso evitaba jugar cerca por temor a lastimarla. Ella me regaló una sonrisa desarmadora que me hizo olvidar por completo los celos.
-¿Ya te has cansado de jugar? -me preguntó, mientras me quitaba las briznas del pelo.
-Tenía hambre -contesté-, y me llegó el olor de la tarta. -Mis padres rieron.
-Sí que tienes buen olfato -dijo papá.
-¿Qué hacían? -pregunté.
-Tratábamos de decidir el nombre de tu hermano, aunque como no logramos ponernos de acuerdo lo estábamos consultando con él -dijo mi madre, mientras comenzaba a preparar la merienda-. Papá quiere ponerle Gustavo, pero yo pienso que es un nombre muy serio. -Hice una mueca ante el horrible nombre que había elegido papá-. A mí me gusta José o tal vez Miguel -dijo mamá, pensativa-. ¿Tú qué opinas, pequeña? -Compuse mi más seria expresión reflexiva, mientras valoraba las opciones.
-Pónganle Stitch -propuse, recordando al encantador protagonista azul de mi película favorita.
La habían rodado hacía poco tiempo en el cine y desde entonces, estaba obsesionada con la singular amistad entre la niña hawaiana y el simpático extraterrestre.
Mi padre hizo una mueca, pero mamá rió con ganas.
-¿Qué es un Stitch? -dijo él, creyendo que se trataba de una palabra inventada por mí.
-Es el experimento 626 -declaré, orgullosa de saber algo que él no-. Muchos piensan que es malo, pero no lo es. Quiere mucho a su familia, y es el mejor amigo de Lilo. Además, es azul -concluí, como si ese hecho lo decidiera todo.
Mi padre me escuchaba sin comprender.
-Es un dibujo animado -lo tranquilizó mamá-. Valeria está obsesionada con esa película -dijo, mientras me servía mi porción de pastel-. También me gusta mucho Stitch, cariño, pero aunque es un nombre maravilloso para un extraterrestre, no creo que a los terrícolas les agrade.
-Los terrícolas son tan tontos -decidí, enojada, porque mi propuesta no había tenido éxito.
-Es cierto, a veces lo son -coincidió mamá, quien siempre valoraba mis ideas-. Puede que este bebé no se llame Stitch, pero te aseguro que te querrá tanto como él quería a Lilo, será tu mejor amigo.
Yo sonreí, maravillada por la idea. La verdad era que me moría de ganas por conocer al nuevo integrante de la familia. Ya no tendría que jugar sola y, aunque fuera muy pequeñito, un bebé siempre sería mejor que un muñeco.
Pensaba en las muchas cosas que podría hacer con mi hermano, mientras saboreaba el chocolate con cada parte de mi cara que había dejado de ser blanca. Quería que naciera ya, tal vez así, cuando lo viéramos, podríamos decidir qué nombre iba bien con su rostro, y con los exigentes gustos de los terrícolas -pensé, poniendo los ojos en blanco.
Cual si hubiera leído mis pensamientos y también tuviera ganas de conocerme, el pequeño se movió en el vientre de mamá, tan bruscamente que hasta yo, que estaba sentada a su lado, pude sentirlo.
Estaba acostumbrada a las pataditas que, cada vez más seguido, daba el revoltoso bebé y ya no me sobresaltaba como la primera vez que mi mano percibió su movimiento, pero esa vez, la patada vino acompañada de un quejido de dolor por parte de mi madre.-¿Estás bien, amor? -preguntó papá, quien también lo había notado.
-He tenido una contracción -dijo ella con una mueca en su normalmente apacible rostro.
Yo dejé la tarta a un lado y preocupada toqué su barriga dejando una huella de chocolate en el níveo vestido.
-¿Te duele? ¿Te hace daño el bebé? -pregunté, inquieta.
-No Val, no es nada, estoy bien-. Trató de tranquilizarme, pero podía ver que no era cierto.
Su cara estaba descompuesta y aunque trataba de contenerse para no quejarse, su respiración se había agitado y un líquido viscoso manchó los bajos del vestido.
-¡Has roto aguas! -exclamó papá-. Es demasiado pronto.
-¿Qué es eso? -dije, tocando el vestido mojado-. ¿Nacerá ya el bebé? -pregunté, entre emocionada y nerviosa.
-Así es cariño, tu hermanito no quiere esperar más -dijo mi madre con la sonrisa más cansada del mundo.
Mi padre estaba frenético y recogía el picnic a toda velocidad.
-Ayúdame, Valeria. Debemos llevar a tu madre al hospital. ¡Rápido!
Yo estaba muy ansiosa, pero me comporté lo mejor que pude y ayudé a mamá a llegar al coche, pues apenas podía caminar del dolor.
Durante todo el camino al hospital, sostuve su mano con fuerza, mientras la escuchaba respirar cada vez más rápido y su frente se perlaba de sudor.
Me pregunté si mi deseo de conocerlo había tenido algo que ver en la precipitación de aquel niño por llegar al mundo, y me regañé mentalmente por ser tan impaciente y caprichosa.
En el hospital, todo ocurrió como un rayo. Vagamente, percibía batas blancas y verdes correr a mi alrededor, pero no era capaz de ver nada más que a mamá. Me aferré a su mano hasta que la camilla que la transportaba se perdió tras una puerta que yo no podía atravesar.
Justo en el umbral, me invadió un pánico muy extraño, premonitorio.
-Mamá, tengo miedo -dije con la voz en un hilo, porque siempre le contaba cómo me sentía.
Ella me sonrió, esa vez sin deje de cansancio o de dolor. Era una de sus sonrisas frescas, sinceras, llenas de amor, esas que automáticamente me hacían sentir mejor.
-No te preocupes, cielo, todo estará bien -me aseguró.
Pero esa fue la única vez que mi madre me mintió.
¡Hola a tod@s! Gracias por comenzar a leer. Les prometo que la historia se volverá cada vez más intensa 🔥🔥🔥
Aprovecho para aclarar que tengo un problema con la raya(—) aquí en wattpad. La plataforma lo guarda como guión corto (-)
Lo he reeditado varias veces pero continúa el problema. Ni idea de que pasa. Pero pido disculpas si los errores de estilo, les dificultan la lectura. 😐Fuera de eso, espero que la disfruten. 😊😘
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Amor Estival
RomansaValeria es una chica con muchos talentos. Ama escribir, toca el chelo y además estudia administración de empresas en la Universidad. La carrera no es su verdadera vocación, pero no se decide a abandonarla. El último verano antes de concluir la Uni...