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13 de julio.

Desperté y me encontré con sus ojos, mirándome de esa nueva manera tan bonita.

Podía acostumbrarme a esas miradas -pensé, con una tierna felicidad.

-Buenos días.

-Buenos días, bella -me dijo, besándome.

-¿Llevas mucho rato despierto?

-Solo un poco -contestó-, me gusta verte dormir. Te veías tan tranquila, hasta sonreías en sueños -dijo, sabiendo que era él la causa de todas esas sonrisas.

-Soy muy feliz -le expliqué.

-Yo más -respondió él, abrazándome-. Me quedaría todo el día en la cama contigo. Se enroscó en mi cuerpo, apretándome como si fuera un oso de peluche.

-Tengo que trabajar -dije, haciendo un puchero-. He cambiado los turnos con Estela, para poder cogerme todo el fin de semana. Es el cumple de Claudio.

-Que bien. ¿Ya sabes que haréis?

-Pues el viernes haremos picnic en el parque, como cada año, pero el sábado quiero llevarlo a bucear.

-Es un gran plan. A mí me gusta mucho el buceo -me miró con intención, esperando una invitación.

Yo me emocioné ante la idea de que mi hermano conociera a Ulises.

-¿Te gustaría venir? -le ofrecí.

-Me encantará. -Yo sonreí, conteniéndome para no aplaudir de alegría-. Mi padre tiene un bote. ¿Crees que a Claudio le gustará dar un paseo por el Mar Mediterráneo?

-¡A Claudio y a mí! -exclamé como una niña-. Será increíble.

Entonces recordé a Ángel y la promesa que le había hecho de ir juntos a la costa.

-Aunque... -comencé con cautela-, el chico con el que me has visto anoche -el rostro de Ulises se ensombreció- tiene una hermana casi de la edad de Claudio. Él tiene muy pocos amigos, casi no sale. Y quiero que en su cumpleaños se lo pase bien, así que he invitado a bucear a Ángel y a su hermana.

-Y ese tal Ángel es... -preguntó Ulises, con cara de pocos amigos.

-Solo un conocido -contesté, nerviosa.

-Un conocido con el andas a media noche, con la ropa mojada y aspecto de venir de pasárselo pipa -ironizó-. Además, lo invitas al cumpleaños de tu hermano. No quiero imaginar qué harías si llegan a ser más íntimos.

Sus insinuaciones me molestaron. Me senté en la cama, cubriéndome con la sábana, en actitud defensiva.

Podía haber llevado la situación de otra manera. Haberle explicado quien era Ángel, asegurándole que no tenía nada de qué preocuparse, lo cual era verdad y evitaría una discusión absurda. Pero de haber hecho eso no sería yo. La impulsiva, volátil y colérica Valeria prefería atacar a defender. Su sarcasmo ofensivo había sido suficiente para hacerme explotar.

-No sé, tal vez lo dejaría engañarme y usarme como he dejado que hagas tú, gilipollas -le espeté.

-Tal vez sea eso lo que te gusta -me respondió él, tan hiriente como yo-. Tal vez la chica inocente y pura no sea más que un papel. Dime, ¿también te acostaste con él en la primera cita?

El golpe resonó en la habitación, pero aunque era él quien se tocaba el rostro encarnado, era yo quien estaba destrozada.

-Vete -dije, secándome las molestas lágrimas que nunca dejaba de derramar cuando estaba con él.

-Perdóname, no quise decir eso -dijo, dándose cuenta de hasta donde había metido la pata.

-¿Ah no? Pues a mí me parece que era exactamente lo que querías decir -le dije, endureciendo mi rostro y ordenándole a mi lagrimal que se secara-. ¿Sabes qué? No tengo razón alguna para darte explicaciones. No somos nada. Hasta hace unas horas estabas fuera de mi vida y no por mi causa. Y ahora me doy cuenta de que no debí dejar que volvieras a entrar.

-Val, discúlpame, fui un idiota. Sé que no tengo derecho a reclamarte, me cegaron los celos. Al verlo tan cerca de ti, al verte tan sonriente a su lado...

-No sabes nada. Ayer yo estaba sumida en una tristeza que nunca había sentido antes de que llegaras. Estaba amargada, resentida, molesta conmigo y con el mundo. Él solo intentó animarme. Pero lo hizo de corazón, sin esperar nada a cambio.

-Por favor -bufó Ulises, haciendo un gesto de incredulidad-, es estridentemente obvio que ese tipo quiere meterse en tus bragas. Ese desinterés del que hablas no existe. -Yo lo miré con enojo y con lástima.

-El que tú no lo conozcas no significa que no exista. No todo el mundo tiene tanta pobreza de espíritu ¿sabes? Hay gente que se preocupa por otros y los ayuda solo por el placer de hacerlo.

-¿Me estás diciendo que tu rubito altruista no quiere nada contigo? ¿Que solo está siendo un buen samaritano?

-No, por supuesto que quiere algo. Le gusto. Lo ha dejado claro desde el comienzo. Pero yo no le he dado entrada en ningún momento. Todo lo que he tenido con él son desplantes y malos tratos. Sin embargo, ha seguido insistiendo en ser al menos mi amigo. Me ha apoyado cuando lo he necesitado, me ha hecho reír cuando estaba triste. Ha mejorado la semana de mierda que llevaba gracias a ti. Y por eso, se ha ganado mi consideración y mi simpatía. Pero el que pienses que me he acostado con él no solo me ofende, sino que demuestra que no tienes idea de quién soy, ni de lo que siento por ti. No solo no lo sabes, sino que no lo mereces. -Me levanté de la cama, arrebatada, cubriendo con la sábana mi cuerpo desnudo-. ¡No puedo creer lo hábil que eres para destruir mis momentos más felices, de manera tan súbita! -le grité, recordando que minutos atrás estaba en la cúspide de la felicidad.

-Val, perdóname por favor. -Se arrodilló sobre el colchón, intentando tomar mi mano-. No pienso eso de ti. Por supuesto que no lo pienso. Hablé sin pensar. Me dejé llevar por los celos. Perdóname. Se perfectamente la clase de mujer que eres y soy consciente de que no te merezco, pero dame la oportunidad de cambiar, de intentar ser mejor por ti.

Lucía verdaderamente desolado. Había un miedo real en sus ojos y el enojo por sus imprudentes ofensas fue pasando.

-Yo te quiero, Ulises. Para mi desgracia, no hay nada que pueda hacer para remediar eso. Pero no estoy dispuesta a aguantar que me trates así. Nunca más, ¿me oyes?

-Te lo prometo. Te prometo que no volveré a decir algo tan estúpido.

-Bien. -Bajé un poco la guardia-. Pues para empezar, te digo que Ángel irá con su hermana a bucear con Claudio y conmigo. Ya lo he invitado y no pienso retirar la invitación. Eres bienvenido a venir con nosotros, siempre y cuando puedas controlar tus instintos de macho alfa y no te la pases chocando los cuernos con el pobre chico. Si crees que no podrás hacerlo, no vengas. No dejaré que le arruines el cumpleaños a mi hermano. ¿Está claro? -dije, orgullosa de lo segura y decidida que soné.

-Está bien -concedió, aunque podía notar que no le agradaba la idea-. Solo quiero estar contigo. Si para eso tengo que hacerme amiguito de Thor, lo haré.

-¿Thor? -Arqueé una ceja.

-Rubito cachas, con aire de engreído -dijo, celoso.

-¿Lo que te molesta de él es que sea tan guapo? -pregunté, divertida.

-Si te gusta ese tipo de hombre -dijo, encogiéndose de hombros como un niño.

El enojo se me había pasado por completo.

-¡Que tonto eres! ¿No te das cuenta? El dios del trueno puede bajar y prometerme el Valhalla, que mi paraíso está aquí, contigo. Con el pálido hombre, de los lentes y más intelecto que músculo. Ningún rubito cachas tiene nada que hacer contra ti. Soy tuya -le aseguré.

Él me devolvió a la cama de un tirón y me besó con violencia, reafirmando ese hecho y haciendo desaparecer la sábana que separaba nuestros cuerpos, sumiéndonos en un tórrido remolino de pasión.

Amor EstivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora