Kenneth y yo entramos corriendo al edificio, donde todo está desierto, ya que a pesar del embrollo que se armó afuera, los estudiantes y profesores no se enteraron de nada, y continuaron con su horario habitual. Vamos al pasillo desierto, donde reina un silencio sepulcral, y alarmante. Llego corriendo a mi casillero, pero no tengo que acercarme mucho para fijarme que han destrozado la cerradura, y está abierto de par en par. Me acerco y veo su interior. Mis cosas desaparecieron. Solo hay una nota con caligrafía femenina dentro.
Disfruta buscando tus cosas, puta.
-Maldita.-murmuro, dándole un fuerte golpe al casillero de a lado, dejando una abolladura. Kenneth me quita la nota de las manos y la lee con rapidez.-Sandra se encargó de robar mis cosas. Dios sabe qué hizo con ellas.
Entonces, recuerdo que su cuerpo está tirado sin vida en el patio, y mi furia desaparece, siendo reemplazada por la sensación de culpa mientras noto como la bilis sube por mi garganta, amenazando con salir. Me obligo a tragármela, raspándome la garganta.
-Ahora ya no importa.-me dice Kenneth.-Compraremos lo que necesites en el camino, tenemos que salir de aquí....
La voz de Kenneth se apaga, e inclina su cabeza mirando hacia atrás, escuchando atentamente. Lo observo confusa.
-¿Kenneth...?
Alza una mano para callarme, aun con la cabeza ladeada hacia atrás.
-¿Lo escuchas?-me susurra. Estoy por preguntarle el qué, pues no escucho nada, hasta que caigo en cuenta. Debe estar escuchando algo con su audición de licántropo. Me concentro, y dejo que mis sentidos se desenvuelvan a la capacidad que estos pueden llegar. Mi olfato de pronto se vuelve más agudo, y comienzo a percibir que el oxígeno es más denso que como lo sentía antes, mezclado con otros aromas, como el perfume caro de Sandra cuando se lo aplica todas las mañanas, o el café caliente del señor Benson en la clase de Filosofía, o incluso el olor del aromatizante que contiene el limpiador con el cual limpian el pasillo todas las tardes. Mis oídos comienzan a escuchar todo tipo de sonidos. El vibrador de un celular que le acaba de llegar un mensaje, la tiza contra un pizarrón mientras escriben sobre él en algún salón, el trazo de un lápiz contra alguna hoja, los golpecitos de un pie contra el suelo...
Entonces, entre todos esos sonidos, a pesar que me cuesta mucho diferenciarlo, escucho el sonido de alguien dando golpes ligeramente fuertes a una superficie hueca. Miro a Kenneth interrogante. Él se limita a caminar hacia el sonido, haciendo un movimiento para que me quede atrás. Se detiene a la mitad, y se queda quieto, escuchando. De repente. el sonido se vuelve tan fuerte, que mis oídos se lastiman con tanta intensidad, haciéndome soltar un alarido tapándome los oídos, mientras el techo se rompe sobre Kenneth, dejando caer sobre él una silueta.
Un hombre está sobre Kenneth mientras lo fuerza a mantenerse en el piso. Kenneth suelta gruñidos iguales a los de un lobo, dejándome asombrada.
-Kenneth Dimitri.-le dice el hombre, llamando a Kenneth por su nombre real.-Estás muy lejos de casa, muchacho.
-Igual que tú, Jordan.-le escupe Kenneth. Jordan alza la mirada hacia mí, congelándome en el sitio donde estoy, tratando de frenar la sangre que brota de mis oídos. Tiene la piel bronceada, ojos amarillos igual que los míos y los de Kenneth cuando estamos usando nuestras habilidades licántropas. Sus dientes son blancos, rectos y afilados. Lo podría encontrar guapo de no ser por la mirada psicótica que tiene en el rostro.
-Así que ella es la señorita Tara Rogers. Nos vamos a divertir mucho contigo...
-No lo harás.-lo interrumpe Kenneth, quien le asesta un cabezazo muy fuerte, haciendo que se aparte de encima de él soltando alaridos. Me fijo en las clases, parecen que se están dando cuenta que algo está pasando. Miro a Kenneth, que está algo aturdido por el golpe en el suelo, pero se levanta tambaleante hacia mí. Lo sujeto con fuerza y tiro de él a la salida...
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El aullido
FantasyTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...