Acelero lo que me deja la camioneta antes de tener que cambiar de marcha y colocar la segunda velocidad, mientras controlo que la camioneta no se me apague, la distancia que nos separa a nosotros de la escuela, y que mi corazón disminuya sus latidos por minuto. Kenneth está junto a mí, haciendo muecas de dolor mientras se va revisando las heridas. Algunas, naturalmente, ya se habían cerrado cuando Kenneth las buscaba por su piel, pero algunas otras, como zarpadas muy profundas, o moratones que alcanzaban el color del negro, permanecían en su piel. Al parecer, la sanación de un licántropo, no es muy veloz.
-¿Estarás bien?-le pregunto, buscando conversación para calmar mi ansiedad. Kenneth parece notar mi estado, pues termina acomodándose bien la camisa, mientras intenta parecer lo más relajado posible.
-Si, no son heridas tan grandes.-me explica. Señala a la salida de la ciudad, que está a unos kilómetros de distancia.-Debes tomar esa salida cuando la veas.
Me tenso un poco cuando lo dice, pero asiento con la cabeza. Aún me cuesta comprender el hecho que ya no estaré con Lucy luego de hoy, ni con Elvira, ni Sam, ni los señores Ven...ni mis padres. La idea de perder a mi familia de nuevo me aterra, aunque sé que no hay muchas alternativas. Kenneth me mira, con una mirada comprensiva, o eso me parece ver, pues solo veo su rostro de reojo, mientras mantengo mi vista al frente.
-Sé que es duro, Tara.-me dice, colocando su mano en el respaldo del asiento, intentando ocultar una mueca de dolor mientras lo hace.-Pero estás haciendo lo correcto. Los estás manteniendo a salvo.
-Lo sé.-le digo, lanzándole una mirada de soslayo.-Solo que...la última vez fue mi familia quien me abandonó. No soporto la idea de ahora ser yo quien los abandone.
-Tara...
Un golpe en la parte trasera de la camioneta hace que pierda el control, y la camioneta comience a dar vueltas escandalosas. Noto como todo gira a mi alrededor, y un brazo de Kenneth se coloca sobre mi abdomen, enterrándome contra el respaldo de mi silla. La camioneta se detiene chocando de forma lateral contra un poste, haciendo que el cristal del frente se rompa y se incruste pedazos en mi rostro y brazos. Un alarido de Kenneth me hela la sangre por completo, mientras intento aclarar mi mente. Me encuentro con la camioneta hecha trizas, algunos cortes en mis brazos, que comienzan a sanar apenas aparecen, y el brazo de Kenneth ha desaparecido de mi vientre. La camioneta está soltando una humareda desde el capó, por lo que dudo mucho que vaya a arrancar de nuevo.
Me quito el cinturón de seguridad, sintiendo pequeñas pulsaciones de dolor por el cuerpo, y la cabeza intenta dejar de darme vueltas. Un gruñido a mi lado me detiene y hace que voltee. Kenneth yace en el asiento de a lado, con un largo corte desde la sien al pómulo izquierdo, su piel pálida, labios tensos en una fina línea, y sus manos rodeando un objeto incrustado en su abdomen, cubierto de sangre. Suelto un chillido ahogado, acercándome a él, buscando sacarle el objeto del abdomen.
-¡No!-exclama, pero ya tengo mis manos sobre el artefacto. Un ardor insoportable recorre mis palmas, haciendo que suelte el objeto con un alarido, para luego observarlas. Tienen quemaduras, que van desapareciendo poco a poco.-Es un trozo del poste.-me explica Kenneth jadeante.-No puedes sacarlo sin quemarte, al igual que yo.
-No...-comienzo, mirándolo desesperada. ¿Qué se supone que debo hacer? No puedo llamar a una ambulancia, ¿Cómo explicaría el hecho de que apenas le quiten la vara, Kenneth sanará automáticamente? ¿Y como explicaré el por qué no estamos en clase? ¿Qué dirían Elvira y Sam? Si lo hago, ¿Habría oportunidad de volver a intentar huir? Viéndolo así, un hospital no parece ser una opción, pero sino lo hago, Kenneth morirá, pues no podrá curarse, y acabará siendo una herida muy grave en verdad, y acabaría sola, sin saber a donde ir, y con un cadáver. No queda de otra.-Llamaré a urgencias...
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El aullido
FantasyTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...