Elvira
-¿Qué...?-comienza Sam antes de que lo interrumpa tirando de él para que entre en la casa, cerrando la puerta con llave detrás de él.-¿Qué diablos, Elvira?-me pone una mano junto al corte, mientras que hago una mueca de dolor y él lo observa bajo la tenue luz de la calle. No quiero encender la luz todavía.-¿Qué fue lo que pasó?
-No es nada.-le digo, quitando su mano.-Hay algo más importante que mi herida...
-No para mí.-me interrumpe, volviendo a sostener la cara entre sus manos.-¿Cómo crees que reaccionaría si hubiera sido peor?
-Lo sé.-le respondo, sonriéndole con gratitud, antes de apartarme.-Y sabes que haría lo mismo por ti, pero en verdad es importante.-me pongo junto a la computadora.-Tienes que ver esto.
Sam suspira mientras se acerca a mí, sin parar de ver mi herida constantemente. Se para a mi lado, y yo le muestro toda la investigación que llevé a cabo todos estos días, sola.
-¿Qué es todo esto?-me pregunta, mientras va leyendo todos mis apuntes y pasa las hojas.
-He estado investigando a fondo para encontrar a Tara con...otras fuentes.-le explico, mientras que su expresión va cambiando conforme va avanzando en mis notas. Desde curiosidad, a confusión, hasta quedarse atónito.
Kenneth
Apenas escuchamos los aullidos nos ponemos de pie y corremos entre los árboles, en busca de la manada de Strauss y Kiara. Si llegamos a ellos, seguro que llegamos a donde está el vencedor. Los licántropos siempre aúllan al final de un duelo por el liderazgo como tributo al vencedor, por lo que sabemos que el duelo ha terminado. Soy el primero en llegar, a pesar de que Isac e Isaác son más veloces que yo y casi no puedo mantenerme en pie cuando veo a Tara, mi Tara, en medio de un pasillo que forman los licántropos de la manada de Strauss, quienes se arrodillan cuando ella pasa a su lado, besando su mano como lo hice con la de Karina cuando traje a Tara por primera vez a la manada. Kiara la ayuda a caminar, mientras que ella se sostiene el costado izquierdo con una mano, y el otro brazo lo deja colgando, pues muestra una forma irregular que no me gusta nada. Tiene ciertos cortes y cojea un poco, pero está viva.
Corro hacia ella y no puedo evitar abrazarla, sintiendo su calor, su aroma, su corazón latiendo contra mi pecho. Está viva, y acaricia mi cabello mientras me abraza y apoya su cabeza en mi hombro. Ya todo acabó. Finalmente acabó.
Elvira
-¿Hombres lobo? ¿Elvira, estás demente? Los hombres lobo no existen.-me dice, alejándose de la computadora.
-Creía lo mismo hace unos días, pero luego de ver todas las evidencias, todo tiene sentido...
-¿Qué evidencias?-me interrumpe.-Porque lo único que vi son puros cuentos inventados por la gente. ¡Solo son leyendas, El! Si fueran reales, El cadejo también lo sería, pero no lo es. ¿Por qué eso no existe y los hombres lobo si?
-No lo sé.-le respondo.-Además, no estamos seguros de que no exista.-Sam resopla, lanzándome una mirada incrédula.-Samuel, no solo son las experiencias de la gente que ha publicado sus historias en línea, también son todas las cosas que han pasado. El mensaje tallado en mi brazo, las zarpas en el vídeo, la carne en el casillero y en tu auto...
-Aguarda, ¿Por eso fue que me pediste que lleváramos la carne con un carnicero?-me pregunta. Asiento.-¿Y eso cómo te sirvió para determinar que había sido un hombre lobo y no cualquier psicópata?
-Porque los cortes del mensaje y la forma en la que cortaron la carne del perro, no concordaban con ningún cuchillo.-le replico.-El carnicero dijo que los cortes eran muy irregulares, y la carne parecía haber sido arrancada y no cortada, tú lo escuchaste.
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El aullido
Viễn tưởngTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...