-Tara, tienes que hacer que Sandra pare.-me dice Elvira, mirándome por encima de su libreta, mientras que Sam esta recostado en el suelo a su lado, lanzando una pelota al aire, y atrapándola en el vuelo, y yo dibujo en mi cuaderno. Esas eran nuestras tardes y recesos de la escuela desde pequeños. A Sam le encantaba los deportes, por lo que siempre que nos juntábamos, se ponía a hacer maniobras con alguna pelota, o hacía canastas en la cancha de baloncesto mientras nos hablaba. A Elvira le apasiona la escritura, por lo que siempre anda con una libreta en mano, escribiendo todo lo que pasa a su alrededor, aunque nunca deja de tener tiempo para estar con nosotros, a pesar de nunca soltar aquella libreta. Y yo me mantengo dibujando a Sam lanzando canastas, a Elvira escribiendo mientras sonríe por algún chiste malo de Sam, o nos dibujo a los tres como ahora, debajo de un árbol en el jardín de la escuela, sonrientes, y sin preocuparnos por los problemas de nada. Como niños de nuevo.-El respeto que te mereces no va a tocar tu puerta, tienes que luchar por ella.
-¿Y qué quieres que hagan El?-le pregunto, llamándola por el apodo que le pusimos desde pequeños.-¿Quieres que la golpee en la cara?
Silencio de parte de ella. Pero no de Sam.
-Si es necesario, si. -lo miramos.-¿Qué? Se lo merece ¿no?
Me le quedo viendo boca abierta. Aunque es verdad que se lo merece, yo no puedo matar a una mosca aunque esté frente a mi cara, ¿Cómo quiere que acierte un golpe a Sandra?
-Bueno, al final tiene razón.-me dice Elvira.-Quizás deberías hacerlo.
-Aunque se lo merezca, saben que soy muy torpe.-les digo, mirándolos simultáneamente.-No podría acertar un solo golpe. Además ¿En serio quieren que arme una pelea con Sandra Carranza?
-No te pedimos que armes una pelea.-me dice Sam, levantándose hasta quedar sentado.-Solo que le tires un golpe. No es necesario uno muy grande, con un bofetón bastaría.
-Vale, supongamos que lo hago.-les digo.-¿Y qué impide que Sandra me golpee después? Porque sin lugar a duda lo hará, y saben que no sé pelear.
-Para eso nos tienes a nosotros.-me dice Elvira, encogiéndose de hombros.-Intervendríamos una vez le tires el golpe, haciéndola retroceder.
-Eso no la detendría y lo sabes.-le digo.-Me daría una paliza, en la escuela o fuera de ella. No le importaría.-Elvira frunce sus labios rojos pensativa, mientras Sam mira pensativo al suelo, ambos sopesando mi razonamiento.-Además, yo no quiero aumentar la discordia entre Sandra y yo, quiero disolverla. Y golpearla de seguro no arreglará nada.
-Quizás ya sea tarde para disolver esta discordia.-me dice Sam, mirándome con sus ojos verdes.-Quizás no hay marcha atrás.
-Quizás.-Le digo.-Pero no sabré eso con seguridad hasta intentarlo.
Y con eso dejamos el tema. La verdad no quiero pensar en que pasará si no puedo disolver el odio de Sandra hacia mí. No éramos amigas que digamos, pero nos llevábamos bien. Quizá pudimos haber cultivado una hermosa amistad de no ser por su repentina actitud de odio hacia mí pocos días después que mi padre se marchase. Nunca supe por qué me empezó a odiar. Y seguramente no estoy ni cerca de averiguarlo ahora.
Suena la campana, y Elvira y yo nos vamos a nuestra clase de gimnasia, mientras que Sam se marcha a su clase de Química. Por ser de un nivel más alto a nosotras, recibe clases más avanzadas. Aunque siempre está ocupado estudiando, encuentra un espacio en su agenda para estar con nosotras.
Apenas llegamos a la cancha, La profesora Andrea nos recibe con una cálida bienvenida...y cincuenta vueltas a la cancha.
Elvira y yo nos mantenemos juntas, yendo a un ritmo lento pero sostenible, tratando de hablar lo menos posible.
-Podrías ingresar a clases de defensa personal.-me dice Elvira, retomando el tema del receso.
-¿Y qué les diré a los Ventura?-le pregunto, respirando por la nariz y soltando el aire por la boca.-La última vez que llegué con la nariz rota, solo les dije que fue un accidente, y me caí de los escalones. ¿Qué crees que harán cuando les diga que necesito clases de defensa personal para defenderme de...qué? ¿Los escalones?
Elvira suelta un resoplido.
-Quizá deberías de decirles la verdad.-me dice.-Puede que eso te ayude a detener de una vez por todas todo esto.
Estoy por responderle, pero siento como mi pie se queda estancado en un tope invisible. Cierro los ojos con fuerza. Otra vez. Sandra tira de mi pie, haciéndome caer al piso, estrellándome de cara. Elvira se detiene a mi lado. Un sinfín de carcajadas acompañan la de Sandra.
-¡EH!-exclama la profesora, y va a hablar con Sandra, quien se hace la inocente, mientras Elvira me ayuda a levantarme. Siento como la sangre brota de mi nariz. Fractura otra vez.
-Tara, déjame ver.-me dice Elvira, mientras me tapo la hemorragia con la mano. Niego con la cabeza, y me levanto.-Tara...
-Iré al baño.-le digo.-Estoy bien. Fue un accidente.
<<Quisiera que lo fuese>> pienso.
Elvira se me queda viendo mientras me voy al baño. Al llegar, casi ni puedo ver por las lágrimas que me escuecen los ojos, provocadas por el dolor intenso de la fractura. Llego al lavado, y me limpio la sangre y las lágrimas del rostro, para poder ver con más claridad el pequeño corte que tengo en mi nariz, haciendo más evidente la fractura. Entonces, cuando levanto la mirada, veo a un chico parado justo detrás de mi. Suelto un grito y me vuelvo, buscando al chico, pero no está allí. Busco en todo el baño asustada. ¿Qué hace un hombre en el baño de chicas? Se supone que estos baños solo son para los alumnos. ¿Qué diablos? Reviso todo el baño hasta el último centímetro, pero no encuentro nada. Me quedo un momento parada en el mismo sitio, respirando varias veces. Solo fue un juego muy cruel de parte de mi mente. Sobre todo porque ese hombre era idéntico a mi padre. Y aunque siga vivo, lo cual no es muy imposible, ¿Cómo sabría donde estoy? ¿Y Por qué volvería si se fue? No lo sé. Siento que no debió haberse ido si piensa volver. Salgo del baño y me encuentro con Sam y Elvira. Sam se me acerca muy angustiado apenas verme.
-Tara, te ves terrible ¿te sientes bien?-me dice, muy preocupado, haciéndome caer en cuenta. Olvidé terminar de lavarme, debo estar llena de sangre, y la adrenalina del momento me ha hecho olvidar el dolor del golpe.
-Estoy bien, solo me rompí la nariz al caerme corriendo en la cancha.-le digo.-Pero estoy bien, fue un accidente...
-¿Te la rompiste?-me pregunta Elvira interrumpiéndome-¿Estas segura? Porque si vi que sangraste pero...yo la veo normal
-¿Qué? ¿Cómo no?-le digo.- Apenas entré y me vi al espejo vi que tenía una cortada enorme en el puente de la nariz...
-¿Un corte?-me dice Sam, enarcando una ceja.-Tara, no tienes nada. Tu nariz esta más roja de lo normal, pero está normal. No veo fractura.
Los miro confundidos. Entro de nuevo al baño y me veo con rapidez al espejo. Me quedo muda al ver que estoy completamente intacta, salvo por lo rojizo de la piel de mi nariz. Salgo de nuevo, encontrándome con mis amigos preocupados.
-Creí...creí haber visto un corte.-les digo, tratando de parecer despreocupada.-Lo siento. Estoy bien.
Ellos asienten, y nos vamos por el pasillo. No puedo decirles nada acerca de la mala pasada que me acaba de jugar mi mente. Sus rostros de angustia y lástima me matan cada vez que me miran así. Es como sí me vieran incapaces de hacer las cosas por mí misma por ser inestable emocionalmente. Pero no es eso. No soy inestable emocionalmente. Solo estoy triste. Mi madre murió, mi padre me abandonó, y sufro de Bullying en la escuela. No tiene nada de raro estar triste en mi caso. Pero aun así, ellos no lo ven, y no los culpo. Quizá sea yo quien no lo vea, pero ahora, no hay quien me diga si estoy bien o mal. Si les digo sobre el hombre que vi en el baño, aparte del supuesto corte que tenía, pensarán que he enloquecido. Así que mejor así.
Al fin y al cabo, es un día como otro en la escuela...¿o no?
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El aullido
FantasyTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...