Kiara maneja el Jeep hablando entre susurros con Kenneth, quien le responde tranquilamente, y sin ganas de discutir, mientras que yo estoy en el asiento trasero, mirando por la ventana el camino de México, lleno de pequeñas casas, y un ambiente alegre alrededor. Ellos no se molestan en incluirme a la conversación, y yo no me molesto en intentar incluirme. Sé que están hablando algún tema importante de la manada, quizás su estado actual, o qué tanto se están acercando a Strauss, o qué tanto se está acercando él a nosotros. Sé que eso también me incumbe, pero para ellos es más importante. Hablan de la supervivencia de su hogar y familia, yo solo estoy introduciéndome en ella apenas.
Además, el silencio no me molesta. No es un silencio tenso, es tranquilizador. Solo me da tiempo para pensar en mi familia, en mis amigos, en cómo estarán todos ellos, en qué habría pasado si me hubiera quedado...si habría pasado lo que Kenneth y yo temíamos que pasara.
La segunda pesadilla fue peor que la primera. Apenas Kenneth me calmó de la pesadilla que tuve, me quedé dormida solo para presenciar otra, mucho más oscura.
Estaba caminando en un sitio oscuro, que parecía un bosque, o al menos pareció ser uno hacía mucho tiempo. Todo era oscuro, frío, seco, tenebroso. Sabía que era un sueño, y aún así podía sentir el terror rasgándome la piel, como pequeñas garras que te rozan con una firmeza que te da escalofríos. Estaba empapada en sudor, a pesar del frío tan intenso que había en el lugar, mientras caminaba entre las cenizas, los restos de árboles y animales que alguna vez vivieron allí. Encontré más adelante a una niña de cabello oscuro, llorando inclinada entre la tierra oscura por la ceniza. Me acerqué a ella, rezando porque no estuviera herida.
No lo estaba, pero tenía entre sus manos los cuerpos de sus padres. Mis padres. La niña era yo, de seis o siete años. Cuando me acerqué, observando sin voz los cuerpos de mis padres, la niña, mi yo pequeña, me miró, con furia y mostrándome unos caninos afilados, que yo jamás tuve en mi infancia.
-Los mataste.-me dijo sollozando.-¡TODO ES TU CULPA!
-No, yo...-comencé, negando con la cabeza hasta que unas manos me intentaron sujetar por detrás. Las aparté con un grito y me giré, allí estaban los padres de Elvira, sosteniéndolo el cuerpo destrozado de su hija, mirándome con dolor y furia.-¿Señores Sánchez?
-No te acerques.-me dijeron, con los ojos llenos de lágrimas.-No.
Solté un sollozo ahogado, y me volteé al tropezar con algo redondo. Solté un grito desgarrador mientras retrocedí de tal manera que tropecé y caí de espaldas sobre el suelo. Con lo que había tropezado había sido la cabeza de Sam. ¿Su cuerpo? A varios metros lejos de su cabeza. Sus ojos estaban cerrados, y de su nariz salía sangre. Comencé a llorar, retrocediendo, hasta toparme con el cuerpo de la persona que menos quería ver en ese instante. Lucy.
-Lu...
<<¡TODO ES TU CULPA!>> escuché decir a mi yo niña, aún abrazada a los cuerpos de mis padres, gritándolo con más fuerza cada vez, mientras yo lloraba con más intensidad, con los padres de Elvira haciéndome coro, y los padres de Lucy apareciendo muertos junto a ella, por lo que abracé los tres cuerpos contra mi cuerpo.
Después de un momento, desperté.
Apenas abrí los ojos lloré en silencio, tratando de no despertar a Kenneth y me quedé despierta el resto de la noche. El no dormir bien las últimas 48 horas me está afectando muchísimo, comenzando con dolores de cabeza y sensibilidad a la luz, y no creo que esta noche sea diferente a las dos anteriores. Tendré que buscar alguna forma para permanecer despierta sin matarme del agotamiento.
Abro la boca y enseño mis dientes al reflejo de la ventana. Antes tenía dientes comunes y corrientes de una humana normal. Pero ahora tengo los caninos más afilados, y puntiagudos, justo como los tenía mi yo niña en aquella pesadilla. Mi licantropía ya se está haciendo evidente, y no solo en mi rostro, sino en el resto de mi cuerpo. Me he vuelto más musculosa de repente, con brazos, piernas y abdomen más firmes y marcados que antes. Mi apetito no es el antes, ahora como el triple, y siento que físicamente puedo destruir un tanque. Sé que no falta mucho para que mi licantropía afecte también mi comportamiento y mi mente, solo espero llegar con la manada antes de que eso pase.
-Bien, llegamos.-dice Kiara de repente, aparcando el Jeep en un área pública. ¿La manada se oculta a plena vista? Digo, no es mala idea, pero es muy arriesgada, y no me imaginaba que estuviera oculta en un...
-¿Una costa?-pregunto a Kenneth, apenas bajamos del Jeep.-¿Está la manada aquí?
-No.-me responde, cerrando la puerta del Jeep.-Es un cambio de transporte.-¿Cambio de...?-pregunto, antes de comprender:-¿Qué tan lejos está la manada?
Kenneth me mira con esa sonrisita de superioridad tan irritante, tan de él.
-Está en Brasil.-me responde, caminando hacia la bahía, seguido por mí.-Vinimos a México como una pantalla. Los licántropos nos buscarán aquí como si aquí estuviéramos escondidos cuando en realidad estamos en medio de sus narices.
-¿Strauss también está en Brasil?-le pregunto, mientras observo que nos dirigimos a un barco bastante grande, pero no como un Crucero. Más bien como un Yate, aunque sigo sin saber qué haremos ahora cuando nos toque dar papeles en la frontera. Kenneth asiente con energía ante mi pregunta mientras sube al Yate. Apenas sube, se gira a mí y me extiende la mano.-Vamos, Tara. Aún falta un largo camino por recorrer.
Suspiro, parece que solo pasamos de un viaje largo a otro, solo que pasamos de tierra al agua. No queda de otra.
Sujeto su mano y subo al Yate.
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El aullido
FantasiTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...