Sin más pesadillas

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Tenemos un día en el mar, y el no dormir bien los últimos tres días me está matando poco a poco. Las ojeras son más profundas cada vez, y no puedo hacer mucho para ocultarlas. Tampoco es que tenga que hacerlo. Las únicas personas en el Yate además de mi son Kenneth, y el dueño del Yate, y no es que quiera seducir a ninguno. No estoy en posición de coquetearle a nadie, no ahora.

Estoy temprano en la mañana, en la cubierta del Yate, con un pantalón de tela térmica negra y un sostén negro, y un cuchillo de sierra de cocina en la mano. Comienzo a lanzar apuñaladas al aire, cuidando mi posición de los pies y mis rodillas flexionadas. Había encontrado un libro de técnicas de pelea en el camerino, y encontré algunas posiciones y técnicas que pienso que me pueden ser útiles. Empecé sin armas, ahora sigo con el cuchillo. Debería mejorar mi técnica de cuerpo a cuerpo, pero no tengo tiempo.

-¿Qué haces?-me pregunta de repente Kenneth, haciendo que me detenga, y lo voltee a ver, mientras que este se apoya en un muro.-¿Estás entrenando?

-Si.-le digo, sin saber que más decir. Kenneth enarca una ceja, antes de bajar su mirada por mi cuerpo. Me percato de repente de mi falta de pudor y me pongo colorada, antes de voltearme y seguir con mis apuñaladas al aire. Antes me hubiera puesto algo encima con rapidez, pero ahora, mi cuerpo transpira cada tres minutos, así que mientras menos ropa de algodón tenga, mejor. Estoy por lanzar la cuarta apuñalada cuando siento como unas manos rodean mi cintura. Me tenso.

-Mantén una posición estable.-me dice, doblando mis rodillas con tan solo hacer un movimiento hacia abajo con mis caderas.-No te precipites. Es mejor observar los movimientos del oponente. Trata que él ataque primero. Después haces tu movimiento. Primero.-toma uno de mis brazos, y coloca mi puño a la altura de mi nariz.-Necesitas cubrirte. Si te golpean descubierta podrían noquearte con facilidad. Guardia siempre arriba.-Asiento con nerviosismo, antes de que se ponga frente a mí.-Atácame-lo miro confusa.-Demuéstrame qué es lo que sabes hacer.

Me pongo en guardia, antes de lanzar mi acuchillada. Kenneth lo evade con facilidad, me sujeta el brazo, y con un movimiento rápido, ya estoy en el suelo, con Kenneth inmovilizándome.

-Tus ataques son muy rápidos. Atacas sin pensar.-observa manteniéndome inmovilizada bajo su propio peso.-Tienes que observar a tu oponente, sus puntos débiles. ¿Qué protege y qué no? ¿Qué puedes atacar y qué no? ¿Qué puede ponerte en ventaja y qué puede ponerte en desventaja?

-Bien, lo haré.-le digo, antes de golpearle su entrepierna con la rodilla. Puede que Kenneth sea un licántropo muy fuerte, pero testículos son testículos, sean de quien sean. Suelta un quejido antes de aflojar su agarre, por lo cual tomo iniciativa y lo tiro al suelo, poniéndome encima, colocándole el cuchillo en el cuello.-Parece que este truco bajo la manga nunca falla.

Kenneth me mira sonriente antes de borrar su sonrisa y observarme fijamente, haciéndome caer en cuenta de que estoy encima de él, sentada sobre su estomago, y mis piernas a cada lado de su cuerpo. De pronto, antes de lo esperado, me coloca una mano alrededor de mi mejilla.

-No has dormido bien los últimos días, ¿verdad?-me dice, colocando su pulgar muy cerca de mis párpados. Miro hacia abajo.

-He tenido pesadillas sin parar.-le respondo, antes de levantarme de él y colocarme la blusa con rapidez.-A veces son pasajeras, me dejan dormir un par de horas. Pero otras...-suspiro, sin poder evitar sentir un escalofrío en toda mi espalda.-Es igual. Tendré tiempo de dormir cuando muera. Ahora debo concentrarme en mejorar.

Kenneth me observa fijamente desde el suelo, pero no dice nada.

Paso todo el día practicando con Kenneth maniobras evasivas y de contraataque, poniéndolas en práctica contra él, que no se pone en mi nivel ni un momento. Y eso me gusta. Que use toda su fuerza contra mí significa que no me considera alguien débil, y que puedo hacer más de lo que actualmente puedo hacer. Es algo que realmente le agradezco. Soy fuerte, mejoro con facilidad y rapidez, aunque siempre tengo que mejorar muchas cosas, Kenneth dice que estoy preparada para defenderme de un grupo de humanos, aunque aún no de licántropos.

Puedo arrasar en el área de pelea...pero el momento en el que muerdo el suelo...es cuando debo dormir. Apenas cierro los ojos, pesadillas interminables que a veces me dan parálisis del sueño me devoran, haciéndome gritar y despertarme entre gritos, lágrimas y espasmos incontrolables. Kenneth siempre llega a mi camerino a calmarme. Me ayuda a respirar con normalidad y luego me acuesta de nuevo, como un hermano hace con su hermana menor. Pero apenas cierro los ojos de nuevo, comienza todo otra vez.

Estoy viendo mi cama desde la puerta, reuniendo fuerzas para acostarme una vez más y revivir las 72 horas que han pasado en toda esta aventura. Sandra con el cuello partido, Jordan con miles de zarpazos en todo su cuerpo, mi sed de sangre...

Me acuesto y me quedo viendo el techo. No quiero hacerlo. No quiero revivirlo otra vez. Puede que físicamente ahora sea fuerte, pero de voluntad, soy muy débil ahora mismo. Estoy cansada, pero me niego a dormir. No puedo.

De pronto, la puerta de mi camerino se abre, y Kenneth aparece.

-¿Kenneth?-le pregunto, confusa.-¿Qué haces?

-Vine a darte algo.-me dice, con un vaso entre sus manos, que me entrega apenas se sienta a mi lado.-Te ayudará a dormir.

-¿Y sino lo hace?-le pregunto vacilando, mientras que el aroma del brebaje me llega a la nariz, con una fragancia de miel con Jengibre.

-Lo hará.-me responde.-Pero bébelo despacio.

Lo hago. Noto como el Jengibre va rajando mi garganta, suavizada por la miel, y mientras más entra a mi cuerpo, más se relaja.

-Está bueno.-le digo sorprendida, haciendo que Kenneth sonría.-¿De donde es?
-Era la receta de mi madre.-me responde.-Yo tenía pesadillas la mayor parte del tiempo, cuando era más pequeño. Mi madre llegaba a mi cuarto cada noche luego de una pesadilla y me lo daba, antes de acostarse conmigo y dormir toda la noche.

Sonrío ante su mirada llena de ternura, recordando ese momento entre madre e hijo.

-Luego...-su voz se vuelve fría.-Mamá murió, y yo aprendí a hacer el brebaje con ayuda de Kiara. De no ser por ella, quizá nunca lo habría hecho.

Miro hacia la taza vacía entre mis manos, sintiendo como el brebaje va haciendo efecto dentro de mi cuerpo, relajándome por completo, y dándome una sensación de paz. En un momento, le tengo la mano sujeta entre las mías, haciendo que Kenneth me mire sorprendido, pero no dice nada.

-Lo que les pasó a tus padres, no fue tu culpa.-le digo, aunque por su mirada, sé que lo sabe.-Fue algo que pasó. Y duele. Pero no todo lo que duele es algo malo. Y no me refiero a que la muerte de tus padres sea algo bueno.-aclaro con rapidez, pero me voy acomodando en la cama.-Quiero decir...que es horrible, pero su muerte te volvió quien eres ahora. Y es algo que he de agradecer.

Kenneth

Nunca habría supuesto que una chica de 14 años como Tara, una chica que lleva la culpa de haber asesinado a un hombre que de seguro nos habría matado a ambos sino lo hubiera hecho, y se asusta con facilidad, sea alguien tan sabio...pero he de admitir que su voluntad, es inmensa. No estoy seguro del por qué aceptó tan deprisa marcharse, pero quizá fue por su familia. Tener el valor de irse por alguien a quien amas es algo que poca gente, logra decidir con tanta rapidez.

Tara comienza a quedarse dormida, por lo que me levanto para dejarla. Espero que el brebaje la ayude igual que a mí hace muchos años atrás. Cuando me dirijo a la puerta, una pequeña mano me sujeta el brazo, deteniéndome a medio camino.

-No te vayas.-me dice Tara, casi adormilada.-No podré dormir tranquila si te vas.

-El brebaje está relajando todo tu cuerpo. Estarás bien.-le digo, pero ella niega con la cabeza, tirando de mí hasta sentarme en el mismo sitio de la cama, donde le di el brebaje.

-Por favor, Kenneth.-me suplica, como lo hacía yo con mi madre cuando me daba el brebaje.-Quédate. Por favor.

Verla a ella tan suplicante e indefensa me hace recordar cuando mi madre iba a tranquilizarme luego de una pesadilla.

-Tengo miedo.-Le decía, mientras ella me decía que no me pasaría nada, pero yo me rehusaba.-Quédate. Por favor.

Me coloco en el lado de la cama pegado a la pared del camerino, mientras ella me susurra un gracias, antes de cerrar los ojos, y quedarse dormida.


Después de tres noches, Tara pudo dormir tranquila. Sin más pesadillas.

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