Tú controlas al lobo

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-Cierra los ojos.-me ordena Kenneth. Lo hago.-Para poder transformarte, primero tienes que dominar tus instintos por completo. Tu olfato, visión, audición, velocidad, fuerza, ira. Si no los controlas y te transformas, hay más posibilidades de que tu lobo interior te termine controlando a ti.-noto como se aleja de mí, mirándome.-En un sector del campamento, está Isaác, con algo en la mano.-Se me acerca de nuevo, y coloca un objeto entre mis dedos. Una especie de tela.-Quiero que, a base de su olor, lo encuentres.-asiento.-El olor puede darte incluso una imagen clara sobre el portador. ¿Qué hace? ¿Qué viste? ¿Qué usa? Todo. Concentra tu mente, en el olor.

Me llevo la tela a la nariz e inhalo profundamente, aferrándome al olor. Percibo que el aroma también está en el ambiente, pero está esparcido. Como el polvo de una medicina cuando se está disolviendo en agua. Intento hacer un plano claro de Isaác, pero solo puedo imaginármelo con la misma ropa de ayer, la misma sonrisa. No estoy visualizándolo por medio del olor, estoy recordándolo. Vuelvo a aspirar el aroma de la tela, el rastro se vuelve más intenso, pero sigue sin definirse.

-Noto el rastro.-digo en voz alta, aún con los ojos cerrados.-Pero está disperso. No logro encontrarlo.

-No abras los ojos.-me dice Kenneth.-El rastro no va a ordenarse solo, tienes que ordenarlo. No pienses en otra cosa, concéntrate en el olor y en lo que quieres encontrar.

Suspiro y pienso en Isaác, en su cabello rubio y alborotado, sus ojos azules grisáceos, en su sonrisa de dientes afilados y blancos. Quiero encontrar a Isaác. Quiero hacerlo más que cualquier otra cosa en este instante. Ahora siento cómo una sensación de terror recorre todo mi cuerpo, un terror terrible, como si supiera que si no encuentro a Isaác, algo malo le pasará. Pero ¿qué?

De repente, puedo ver a través de mis párpados, una imagen clara de donde estoy y qué me rodea. La imagen es algo borrosa, pero se puede ver con claridad. Veo como Kenneth me observa, cruzado de brazos, esperando pacientemente a que reaccione. Veo una especie de bruma justo a su lado, que se va extendiendo entre el bosque. Doy dos pasos adelante, sintiendo como si estuviera en un sueño. Llego a la bruma, que está justo a la par de la imagen inerte de Kenneth, el cual se queda viendo hacia mi propia imagen congelada, con los ojos cerrados. Sigo la bruma entre los árboles, corriendo a gran velocidad, pero sin perder el aliento. Lo divertido es que mientras corro, mi respiración es tranquila, como si estuviera recostada en el suelo, con Kenneth a mi lado.

Recuerdo que la noche que llegó sin aviso, llegamos a un acuerdo silencioso. Él llegaría por las noches, pero se iría antes que el resto despertara. No me molesta que lo haga, al fin y al cabo, no somos nada entre nosotros. Quizá solo lleguemos a amigos.

Llego al mismo sendero en donde hicimos la competencia entre Isac, Isaác, y yo. Allí mismo, Hay una imagen congelada de Isaác. Miro que tiene una hoja entre las manos, observándola con una sonrisa muy chistosa. Me pongo a su lado, y observo el contenido de la hoja. No puedo evitar soltar una carcajada.

La hoja contiene un dibujo de Kenneth, serio y cascarrabias, y tiene como título: EL RABIOSO

Kenneth

No puedo evitar sonreír apenas Tara suelta una carcajada, con los ojos cerrados, manteniendo una sonrisa en sus labios. Sigue sin mostrar los dientes, pero es una de sus preciosas sonrisas. Sé que lo logró, porque con Isaác, solo se puede esperar algún chiste. Aunque no sé qué habrá sido esta vez.

Me acerco a Tara y con suavidad, para no asustarla, le susurro al oído.

-Ahora que ya lo encontraste, conecta tu audición con tu olfato.-le susurro. A pesar de soltar un leve respingo, Tara no parece alarmarse. Se limita a asentir y a fruncir el ceño, concentrándose.-Imagínate que es una película. Basta con subirle volumen para escuchar con más claridad.

Tara no hace ninguna muestra de haberme escuchado esta vez, pero observo como desaparecen sus orejas en los costados de su rostro para aparecer unas orejas de lobo sobre su cabeza. Son grandes, peludas, y para mi sorpresa blancas. No es que sea poco visto que el pelaje de algunos lobos del interior es distinto al cabello de su portador. Pero pensé que sería castaño, o quizá negro. Nunca me imaginé que sería blanco. Observo como las orejas comienzan a moverse ligeramente.

-¿Qué escuchas?-le pregunto, mirándola fijamente. Sus ojos se mueven debajo de sus párpados cerrados con rapidez.

Tara

La voz de Kenneth me llega como si estuviera en un túnel, mientras que la voz de Isaác la escucho como si estuviera dentro del agua. Hay momentos en los que me concentro más, y su voz se oye perfectamente, pero no logro mantener esa concentración para mantener esa nitidez. Isaác se ríe mientras dice números al azar, y observa su creación orgulloso.

-Solo dice números.-le respondo a Kenneth, que a pesar de no poder verlo, sé que está cerca.-4...2...8...3...

Entonces, escucho el sonido de una rama rompiéndose. Abro los ojos, y Kenneth se encuentra frente a mí. Me mira confundido, pero yo solo estoy pendiente del crujido. Olfateo el aire.

-¿Hueles eso?-le pregunto, sintiendo como el cuerpo se me va encorvando. Olfateo de nuevo. Si, no fue mi imaginación. Un ciervo.

Kenneth

Apenas olfateo el aire comienzo a reconocer el aroma. Un ciervo. Hay un ciervo cerca. Miro a Tara, que está en mitad de una transformación. Cuando estás practicando el manejar tus instintos, tu lobo interior puede tomar cierto poder de alguna forma en específica. En el caso de Tara, la necesidad de cazar.

-Tara.-la llamo, ella me mira, pero con la mirada salvaje que vi en el licántropo que perdió el control hace dos años. Me obligo a serenarme.-No vayas a buscar al ciervo. Pelea contra el impulso.

-No...puedo...-gruñe Tara, que hace grandes esfuerzos para controlarse. Miro de reojo como sus manos comienzan a volverse unas patas grandes y blancas. Sus ojos son más amarillos y brillantes que antes.-Es muy fuerte...

-El lobo no es más fuerte que tú.-le respondo, mirándola fijamente.- Recuerda. Tú controlas al lobo. No él a ti.

Tara gruñe de nuevo, arrodillándose y abrazando su abdomen, recostándose en el suelo. Peleando contra el impulso. Veo como sus orejas blancas y el pelaje que comenzó a salirle por todo el cuerpo van desapareciendo, pero Tara sigue en el suelo, gruñendo sin control, llena de una ira que le cuesta mucho controlar.

Quizá ya maneje su fuerza, su velocidad, su audición y su olfato. Pero sino controla su ira, no podrá controlar a su lobo interior una vez que se transforme, y entonces, no sé si pueda mantener mi promesa de protegerla.

Elvira

-El...El...-escucho una voz, llamándome.-Elvira.

Abro los ojos lentamente, mirando mi alrededor. Estoy en mi habitación, con ropa seca, recostada en mi cama, e incluso, arropada. Me duele la cabeza, y estoy algo mareada, arrodillado frente a mí, está Sam.

-Sam.-logro decir antes de que un ataque de tos me invada, notando la garganta totalmente seca. Sam me pasa un vaso de agua, el cual me ayuda a beber enderezándome en la cama.-Gracias.

-¿Qué te pasó, El?-me pregunta Sam, dejando el vaso sobre mi mesa de noche, para luego acariciar mi cabello suavemente, como un padre arrullando a su bebé.-Estaba conduciendo para ir a recogerte a la casa de Tara cuando te encontré tirada en la calle. estabas empapada, helada y con fiebre muy alta. Tus padres te dieron medicamentos para ponerte estable, pero ahora ya no puedes salir. Casi mueres de Hipotermia.

Comienzan a venir a mi mente los últimos recuerdos que tengo antes de desmayarme. La intensa lluvia, el auto tirándome el agua, la criatura negra sobre mí lanzando un aullido...

Siento un escalofrío recorrer toda mi espalda.

-No lo sé.-le respondo a Sam.-Solo...recuerdo haber estado caminando de camino a la casa de Tara bajo la lluvia, haber caminado a lado de un callejón y después...todo es oscuridad.-me masajeo la sien con mi mano izquierda.-Es muy extraño...

-Elvira.-dice Sam alarmado. Lo miro confusa antes de que agarre mi mano, y me suba la manga de la blusa. Me quedo pálida. Sobre mi piel, tengo unos cortes profundos que forman letras, marcando todo mi brazo:

DEJEN DE BUSCAR,


O USTEDES Y TARA MORIRÁN

El aullidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora