El día anterior, habían pasado muchas cosas. Desde mi supuesta fractura hasta la aparición de aquel hombre. Mis padrastros no se enteraron de nada tampoco, salvo del pequeño incidente con Sandra, que quedó así. Como un incidente. Marilyn, mi madrastra, a quien aun no estoy lista para llamar madre, me cree muy poco que todo lo que ha pasado en el año hayan sido accidentes. Mucho menos aquella vez que Sandra llenó de tinte negra mi casillero y me explotó en la cara al abrirlo para buscar mis libros, lo cuales quedaron completamente arruinados. Pero a pesar de que no me cree, no me presiona para que le cuente, lo cual le agradezco. En cambio, Patrick, a quien tampoco puedo llamarlo padre aun, me insiste más en que le diga quien fue la chica que provocó este "incidente". Patrick es un buen hombre, y bien podría tomarlo como una buena forma paterna, de no ser porque una parte de mí aun espera que papá vuelva por su pequeña, y puedan vivir juntos como antes. Pero mi padre no va a volver. Me guste o no. Patrick insiste bastante, y me deja en claro que no me cree, pero se nota que solo le preocupo y quiere ayudarme, por lo que también le agradezco. Y mi hermanastra pequeña, Lucy, tiene seis años, la edad que yo tenía cuando mi padre se fue. Lucy es una niña pequeña aun, pero es muy inteligente, por lo que es difícil ocultarle mis cosas, así que es la única que sabe de la familia Ventura lo que me pasa. Lucy opina lo mismo que Elvira y Sam. Debería hablarlo con sus padres, pero no quiero ser mucha carga, en especial que como soy una chica con problemas, le he robado sin quererlo mucha atención de los señores Ventura que Lucy necesita a su edad. Por lo que mejor me lo guardo, y trato de pasar la mayor parte del tiempo con Lucy, para que no sienta que a nadie le importa. Pues como era hija única, a ella es muy fácil considerarla mi hermana, tal y como considero a Elvira y a Sam hermanos para mí.
-Tara.-me llama Elvira despertándome de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad. Estamos en la cafetería de la escuela almorzando. Normalmente tomamos el almuerzo de la cafetería y salimos al jardín a comer y charlar, pero una repentina tormenta nos obliga a quedarnos dentro del edificio. Elvira se sienta enfrente mía, mirándonos a Sam y a mí simultáneamente, con una sonrisa pícara y coqueta.-A que no adivinan.-No respondemos.-Hay un chico nuevo.
Enarco las cejas.
-¿Un chico nuevo?-pregunta Sam, interrogante.-Estamos en el tercer mes de clases ¿Cómo aceptaron a alguien nuevo tan cerca de los exámenes?
-Según investigué.-nos cuenta Elvira.-Él chico presentó su pasantía hace cuatro días, asegurando que estaba al tanto de todo lo que hemos visto hasta ahora.
-¿Y como es que sabe eso?-le pregunto confundida.-¿Es que tiene algún familiar aquí que lo ayudó o algo?
-Según rumores tiene una hermana menor.-nos dice.-Pero aún no es seguro, además que se supone que él tiene 17, y su hermana está en nuestro curso.
-Entonces es imposible que su hermana, si es que tiene, lo haya ayudado.-dice Sam.-La hermana no tendría ni idea de cuales son las materias que su hermano esta viendo hasta ahora.
-Concuerdo con Sam.-le digo.-Debió haber hecho trampa.
-Tramposo o no, pasó todos los exámenes.-nos dice, sonriente.-Y con las notas más altas.
-Sorprendente.-dice Sam sarcástico, haciéndome reír, mientras sigo dibujando, y él mastica un mordisco de su hamburguesa.-Por si no lo sabes Elvira, cuando uno hace trampa, busca tener la nota más alta.
-Búrlate todo lo que quieras.-dice Elvira sonriendo burlonamente.-Solo sé que han dicho que es un bombón.
-¿Y quien te ha dicho eso?-le pregunto.-Porque normalmente los chicos que dicen que son un bombón, terminan siendo todo lo contrario.
Sam ahoga una risa.
-Venga, no todos.-dice Elvira. Sam y yo la miramos.-Vale si, me he equivocado. Pero esta vez es verdad, me han dicho que es un chico increíblemente sexy.
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El aullido
FantasyTara Rogers de 14 años de edad vive una vida de adolescente con problemas bastante complicados. Aunque ella vive feliz a pesar de sus problemas junto a sus amigos, siente que su vida no se limita a eso y nada más. Un día, Kenneth Sloan de 17 años ll...