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¿Hijo ejemplar y aspirante a ser perfecto? Sin duda alguna hablas de Dong Sicheng.
Dong Sicheng, ese chico de preparatoria que ha vivido toda su vida bajo las faldas de mamá. Ese hijo que cada bimestre lleva a casa las notas más altas. Ese chico que teme desobedecer a su madre porque no piensa que ese sea el camino para vivir una vida digna y justa.
¿Le gustaba ser así? Para nada, pero no sabía qué más hacer.
Su madre había sido la prefecta de su primaria y secundaria, había logrado ganarse el respeto de todos gracias a su estricto margen de cero tolerancia a la desobediencia o rebeldía. Ni siquiera los chicos más temibles o malos se habían atrevido a meterse con ella o a contradecirla, así que Sicheng sabía que no podría ser ese primer valiente en animarse a portarse mal bajo sus propios ojos, reglas y condiciones.
Un día, una tarde cualquiera de un jueves, Sicheng presentó su primer ataque de pánico. Quizá fue porque durante cada segundo recordaba lo mucho que sus padres esperaban de él. Querían que siempre fuera el número uno y el ejemplo perfecto de todos esos chicos que vivían una vida desordenada y llena de caos. Esos chicos que su madre odiaba y esos chicos que Sicheng envidiaba al máximo. Después de aquel repentino ataque, sus padres decidieron que debía consultar al consejero de su escuela, el cual era un joven recién graduado de nombre Lee Taeyong.
Sicheng tenía miedo. Miedo de revelar todos sus pensamientos y que su madre se enterara del miedo irracional con el que vivía al saber que era propenso al fracaso y decepción por parte de sus progenitores, pero decidió que las uñas pintadas de color verde de su psicólogo, los cabellos dorados como oro y la agradable sonrisa que cargaba en los momentos más adecuados, era lo justo para confiar en él y que le dijera qué hacer con la desesperación que sentía cada que llegaba a casa después de un pesado día en la escuela, o después de escuchar un tema en clase que no había entendido del todo.
Todo agobiaba a Sicheng. Todo le daba miedo. Quería encontrar a alguien que le dijera que a veces portarse mal era el paso para vivir una vida de verdad.
Así que Taeyong lo dijo.
-Sicheng, debes comenzar a vivir tu propia vida. Si no lo haces hoy, jamás lo harás.
El chino se preguntó si de verdad su psicólogo era alguien confiable, si era posible que debía tomar ese consejo y aplicarlo a su propia vida.
Desechó la idea antes de siquiera pensar en hacerlo de verdad.
Pero como todo el mundo que ha pisado el planeta tierra, se llega ese momento donde no podemos soportar más y no tenemos otra vía más que explotar y sacar todo eso que nos encadena.
