ONE SHOTS: yuwin ver.

Tequila, limón y sal.

Dong Sicheng tenía un don.

El don de voltear a los heteros como si fueran tazos.

Y es que nadie podía resistirse al encanto único que tenía aquel chico, la manera en que hablaba y se movía, el hecho de que era el soltero más codiciado de su facultad, ese que a nadie le daba un sí por respuesta, pero que a la vez podía tener al que quisiera con tan solo chasquear los dedos, pero todo aquello se derrumbó cuando conoció a un hombre de ojos color miel y con una relación de ocho meses con una chica. Sicheng decidió que, si iba a perder su título del soltero más codiciado de la universidad, sin duda buscaría que fuera gracias a Johnny Suh, un extranjero que le sacaba una cabeza de altura, que mantenía su cuerpo en un perfecto estado gracias a todo el ejercicio que hacía todos los días de la semana.

Era el prospecto perfecto para el chino, pero Suh juraba y levantaba la pinta de ser un hetero básico más del montón.

En ese aspecto era aburrido, perdía todo el encanto al pasear de la mano con su novia de cabello negro hasta el raz de la cintura, una cara linda y modales de niña de primaria.
Pero bueno, sin duda alguna eso no suponía un problema para Sicheng.

Así que, después de ir durante un mes entero tras el corazón del nacido en Chicago, por fin lo logró, logró que Johnny se sumara a la lista de chicos que dudaban seriamente de su orientación sexual tras conocer al chino de manos inquietas. Hicieron formal su relación sin esperar mucho tiempo más, paseando ahora ellos dos por todo el campus para que todo el mundo siguiera hablando de ellos y alabando a Sicheng como si de un dios milagroso se tratara.

Pero bien dicen por ahí que lo que fácil llega, fácil se va.

Sicheng tecleaba en su portátil mientras descansaba en la biblioteca de su campus, esperando que las dos próximas horas pasaran para que su novio saliera de clases y lo llevara a casa para descansar juntos lo que era un fin de semana más, uno común y corriente. Dos chicas murmuraban en una plática al lado de él, interrumpiendo el silencio que tanto le relajaba, así que estaba dispuesto a callarlas de un chistazo, pero pudo escuchar perfectamente lo que aquellas dos hablaban a susurros.

—Escuché que piensa dejarlo para volver con ella —dijo una de las dos.

—¿De verdad? No me sorprende, Johnny no tiene la facha de ser maricón —respondió la otra, pensando que Sicheng seguía ajeno de lo que conversaban.

—Ya sé, bendito Dios, al menos él no es un desperdicio de hombre como ya sabes quién.

Apretó los puños sobre la mesa, respirando lentamente para no pararse y tirar de los cabellos a ambas para que les quedase claro que no tenían ningún derecho de hablar de él de manera tan cínica y mucho menos de su novio. Y es que no le molestaba el hecho de que lo hayan llamado maricón o expresaran su homófobo odio hacia su comunidad, sino que era el hecho de que acusaran a Johnny de ser capaz de hacerle eso a él, a alguien tan maravilloso y perfecto como Sicheng. Soltó una risilla ante lo ridículo que sonaba aquello, Johnny lo amaba y estaba seguro de eso, no sería capaz de dejarlo y volver con su ex novia.

Su teléfono vibró sobre la mesa ante la llegaba de un nuevo mensaje.

«Ey, tendré que ir a hacer un trabajo en equipo, no me esperes y ve a casa antes. Nos vemos más tarde.

Johnny x.»

El chino leyó varias veces aquel mensaje, no sintiéndose satisfecho con aquello, claro que no creía esa tontería de trabajo en equipo, él no había nacido ayer y tampoco se chupaba un dedo. ¿Acaso Suh pensaba que era así de idiota?