ONE SHOTS: yuwin ver.

¡Me engañaste!

-Dong Sicheng, ¿te quieres casar conmigo? -preguntó aquel chico que sostenía un hermoso anillo de compromiso frente al rostro del chino.

Sicheng titubeó un poco, sabía que su obligación era aceptar y fingir emoción, pero no podía. No podía porque sabía que ese chico arrodillado frente a él no lo amaba y Sicheng tampoco lo amaba a él.

Las miradas de sus padres lo obligaron a regresar la vista al anillo y sonreír.

-Sí. Acepto -dijo estirando su mano derecha.

Jaehyun sonrió y levantó su rodilla del piso, sacando el anillo de la caja de terciopelo y arrastrándolo sobre el dedo anular del chino. Ambos sonrieron y se miraron a los ojos, se abrazaron y, tras pensarlo un poco, se besaron rápidamente, no buscando profundizar aquel beso que asqueaba a los dos por igual. La gente reunida en la pequeña fiesta aplaudió y felicitó a la pareja, deseándoles la felicidad eterna para su matrimonio y abrazándolos como si aquel día fuera el mejor de todos.

Sicheng y Jaehyun se habían conocido dos meses atrás, en una cita arreglada por los padres de ambos. La familia Dong estaba buscando un partido perfecto para su hijo menor, el cual había dejado en claro desde el primer momento que jamás llegaría al altar para casarse con una mujer. Aunque sus padres estaban un tanto decepcionados al saber que su único hijo varón no les daría nietos en ningún futuro, aceptaron el hecho de crear una alianza con algún hijo de sus tantos conocidos que pertenecían a la misma sociedad y altura que ellos.

Cuando sus padres le enseñaron el perfil del candidato aceptado, Sicheng intentó hacer entender a sus padres que él no quería casarse con un completo desconocido, tampoco quería echar a perder su vida cuando apenas tenía 23 años de edad, pero sus padres no lo dejaron opinar y lo obligaron a reunirse con Jung Jaehyun, el único heredero de aquella importante familia.

Jaehyun era un chico lindo, atractivo y educado, pero para nada el tipo de Sicheng. Desde un inicio ambos fueron claros; ninguno de los dos buscaba aquello y tampoco lo querían, pero Jaehyun no quería perder la herencia de su familia y Sicheng no quería que sus padres lo odiaran.

-Hagamos esto sencillo para los dos -había dicho el pelirosa, posando sus manos sobre la mesa de aquella cafetería carísima y de mal gusto para el chino-. Relacionémonos solamente lo necesario. Tú no quieres esto y yo tampoco, pero no tenemos más opción. Solo llevémonos bien y nos ayudaremos entre sí.

El chino aceptó la propuesta de aquel chico de su misma edad, aceptando que solo pasaran tiempo juntos cuando sus padres estaban cerca y en presencia, pero cuando nadie los seguía y todos pensaban que estaban juntos, Sicheng salía a las calles del centro de Busan y apreciaba lo maravilloso de esa ciudad; las tiendas indie y los grandes edificios a la vez, todo mientras se reía de él mismo en soledad al saber que Jaehyun, su supuesto novio y futuro esposo, pasaba el rato con ese chico de mirada felina y cabello negro. Sicheng no sentía celos, tampoco le pidió al otro que dejara sus citas nocturnas y dejara de pintarle los cuernos frente a sus propios ojos. Su relación era puro teatro, algo que jamás lograría unirlos de verdad y de crear un lazo de amor.

Sicheng odiaba su vida, lo hacía con fuerza, pero tampoco tenía el derecho de quejarse. Sus padres siempre se encargaban de darle todas las comodidades y los lujos, resolviendo los problemas que él creaba y dando la cara por él en toda situación. Ahora toda aquella farsa debía servir como pago por todas esas ocasiones en donde Sicheng no se portó como un hijo ejemplar para su familia. Era una disculpa para sus padres al no poder amar a una mujer y ni siquiera al chico que habían escogido para él. Ahora su trabajo era quedarse callado y acatar las órdenes de su padre y madre.

Dejó el inmenso jardín del salón y buscó su abrigo en el clóset, se lo colocó y caminó con calma hasta la salida, sabía que nadie se fijaría en su ausencia o diría algo.