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Sicheng en los últimos días no lograba comprender lo que le sucedía. O ponerle un nombre a todo eso que sentía dentro suyo. Se sentía raro. Raro en el sentido de que en el pasado las novelas románticas o las canciones de amor no le hacían sentir nada bonito. O nada si quiera.
Habían pasado años desde la última vez que pensó en el amor, en un amor más allá del cariño que tenía por sus amigos, familia o su perro Chenji, el cual nombró así para molestar a Chenle y Jisung, los cuales, sabía, eran novios a escondidas.
Había sido una tarde en particular donde no tuvo más opción que aceptar que algo grave le estaba pasando, quizá estaba enfermo o había comido algo que lo había intoxicado hasta el punto de ya no saber lo que estaba haciendo, ya que él no era de esos tipos que se quedaban toda la tarde y noche viendo dramas de amor y llorando en cada escena romántica que sucedía entre los protagonistas. Y todo pintaba peor porque lloraba y veía aquello mientras comía bombones, chocolates y un delicioso helado de vainilla que había comprado esa misma mañana.
Decidió llamar a sus fieles consejeros personales, esos chicos que, a pesar de ser menores que él mismo, siempre le animaban y acompañaban en todo problema o situación que atravesara. Esta ocasión no podía ser la excepción.
El primero en llegar fue Jeno, después fueron Chenle y Jisung que juraron encontrarse en el camino, para nada habían estado juntos desde temprano sin decirle nada a nadie. El último fue Renjun disculpando a Mark y Donghyuck porque no estaban en la ciudad, sino que habían viajado para visitar a la madre del menor porque se había lastimado un tobillo mientras corría un maratón.
—¿Y bien? —cuestionó Jeno, el cual tenía un nuevo look; cabello color negro y perfectamente alaciado.
—La llamada me dejó un poco preocupado cuando mencionaste drama, chocolate y helado —siguió hablando Renjun, ese chino tenía el cabello castaño claro. Sus cabellos parecían un dulce de leche.
—Yo no encuentro nada de extraño, digo, cualquier persona puede pasar las vacaciones así, ¿no? —habló Jisung mientras rascaba su cabello color rosado oro, Chenle con el cabello anaranjado a su lado, le miró extraño. Para ninguno en aquella habitación era normal hacer esas cosas.
—Ahora sabemos lo que haces cuando estás solo en casa, Jisunnie —le dijo Renjun aguantándose una carcajada. Las mejillas del menor de todos se encendieron en un color carmesí.
