06.

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- ¿Te pasa algo, Aiden? - La voz de Caleb le trajo de nuevo a la realidad.

- ¿De qué hablas? - El moreno le observó algo contrariado.

- Llevas como diez minutos mirando hacia el paseo de aquí encima, ni siquiera me escuchabas - El pelinaranja le observó algo incrédulo, ni siquiera se había percatado de ello.

- No es nada, no te preocupes - Frotó sus ojos intentando despejarse y volver a la realidad.

- Menudas ojeras... ¿acaso hay algo que no me estés contando? - Aiden suspiró mientras ambos se sentaban.

- Sinceramente creo que no he dormido más de dos horas al día desde que Byron se fue... - Caleb le observó incrédulo.

- Tiene que ser una broma. Aiden, tienes que descansar, con o sin Byron - El menor le observó algo enfadado.

- Para ti es fácil decirlo, tu relación con Jude va mejor que nunca - Los dos se acribillaron con la mirada.

- ¿Acaso estás insinuando algo? - Aiden se levantó furioso.

- Solo digo que si no sabes como me siento mantengas tu maldita boca cerrada, imbécil - Recogió sus cosas y comenzó a caminar, los jugadores de la Resistencia le miraron algo confusos, ¿por qué se iba su entrenador?

- Imbécil... - Caleb siguió a lo suyo sin hacerle caso.

Siguió caminando mientras pisaba con fuerza, a veces no comprendí cómo Caleb podía ser tan idiota. Cuando llegó a casa lanzó todo al sofá y se dirigió a la cocina, la culpa comenzaba a hacerse presente después de que se calmase.

- En el fondo solo quiere ayudarme... Soy un idiota - Abrió una de las puertas del armario y observó un pequeño frasco de pastillas durante unos segundos.

Vació el frasco en su mano viendo las numerosas medicinas totalmente blancas. Se mantuvo un tiempo mirándolas antes de sacudir la cabeza y volver a meterlas en el frasco, por un momento había pensado en hacer una locura.

Cogió una botella de alcohol y se sentó en la mesa de la cocina con ella y un vaso. Ni siquiera recordaba cuándo había empezado a beber, no solía probar el alcohol excepto en alguna fiesta, pero ahora las cosas eran distintas.

Dio un pequeño trago y suspiró, era como si el ardor de la bebida hubiese deshecho el nudo en su garganta, pero aún así sus ganas de llorar seguían presentes.

Miró todo a su alrededor, su casa también había cambiado mucho. Ya no había ningún espejo, y los pocos que quedaban estaban dados la vuelta o cubiertos, no quería ver su reflejo en ellos. Odiaba admitirlo, pero su autoestima había bajado tan rápido que ahora incluso le costaba sonreír cuando salía a la calle, comenzaba a odiarse.

El frío también había sido un compañero de vida en esos días. No importaba que subiese la calefacción o encendiese la chimenea, aquella sensación fría seguía siempre presente haciendo que perdiese la cabeza. 

Le costó bastante comprender que ese frío no era meteorológico, sino que ese frío tenía nombre y apellido: Byron Love. El hecho de que el rubio le hubiese dejado sin ningún motivo había causado esa sensación de angustia y distancia que hacía que se le helara la sangre sin poder hacer nada para remediarlo.

Cerró los ojos intentando relajarse y no pensar en ello, pero el sonido del reloj que rompía el silencio le ponía de los nervios y terminó por levantarse y golpearlo, el cristal que cubría las agujas le hizo algunos pequeños cortes en la mano a los cuales no les tomó importancia.

Se dejó caer contra la pared y se sentó en el suelo mientras dejaba de intentar retener sus lágrimas. Estaba destrozado, ni siquiera él mismo lo dudaba.

- Byron, te necesito... - Habló mirando hacia la puerta, como si con tan solo decir esas palabras él fuese a aparecer - ¿Por qué me has hecho esto?

Cerró los ojos y abrazó su propio cuerpo con fuerza. Muchas veces había imaginado inconscientemente cómo habría sido todo si no se hubiesen distanciado, pero cada vez que recordaba su rostro no podía evitar sentirse mal, le quería otra vez a su lado.

En aquel momento, una persona llegó a su mente: Hera. No soportaba la idea de que el moreno estuviese con Byron, pero el abrazo que le había dado aquel día no dejaba de repetirle que tenía que olvidarse de ellos. Si Byron había pasado página tan rápido, ¿por qué él no podía hacer lo mismo?

Terminó por levantarse y salir a la calle, necesitaba despejarse. Observó en el cielo aquellos tonos anaranjados que antes le hacían sonreír y ahora solo le traían recuerdos amargos, todo era muy distinto en comparación con hace unos meses.

Miró al suelo y siguió caminando mientras daba patadas a una lata rompiendo el silencio absoluto que llenaba las calles a aquellas horas del día, no había ni un solo vehículo en la carretera y muy pocas personas caminaban por la calle.

Cuando llegó a la ribera bajó al campo y observó todo a su alrededor en silencio, poco a poco aquel lugar se estaba convirtiendo en un recuerdo agridulce para él. Le encantaba pasar las tardes entrenando con Caleb y el equipo, pero al mismo tiempo recordar todas las veces en que él y Byron habían estado allí jugando o hablando le provocaba un gran conflicto sentimental.

Terminó por sentarse en uno de los bancos y cerrar los ojos disfrutando de la calma de aquel lugar, muy pocos sitios desprendían esa aura relajante. 

En ese momento, la idea de volver a Hokkaido se hizo presente en su cabeza. Había estado en Inazuma con la esperanza de poder olvidar lo que había pasado con Byron, pero todo había sido completamente al revés.

También valoraba la idea de irse a Corea. Siempre había querido ir allí, y saber que Claude y Bryce estaban allí y podrían ayudarle le daba todavía más ganas de hacer las maletas e irse.

De pronto pudo sentir a alguien sentarse en el otro extremo del banco, pero no le tomó importancia hasta que esa persona habló y se quitó la capucha que cubría su rostro.

- Hola Aiden, ha pasado mucho tiempo - Aquella voz le hizo abrir los ojos como platos.

- Esa voz...

AMANECER ;; Inazuma Eleven ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora