Primer Día

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La mañana siguiente no fue mejor que la anterior, sobretodo cuando se despertó recordando la horrible pesadilla que había tenido. Automáticamente llevó las manos a sus orejas hurgando en ellas intentando encontrar el más mínimo vestigio de la presencia de las arañas en ellas, pero después de minutos se dio por vencida y se levantó de la cama con un fuerte gruñido.

Se miró en el espejo viendo como unas leves ojeras se comenzaban a formar debajo de sus ojos. No era normal en ella tener problemas para dormir o en su defecto pesadillas, pero ¿Quién podía culpar después del día anterior? Inconscientemente llevó su mano al colgante de la estrella jugando con él mientras lo veía a través del espejo, lo observó intentando desentrañar sus secretos pero sabía que en el fondo era inútil así que con un profundo suspiro se despojó de la ropa dispuesta a ducharse.

Pasó más tiempo del necesario bajo el agua intentando que sus músculos se relajasen y disfrutando del calor abrasador contra su piel eliminando cualquier resto de suciedad que podría existir y en el fondo consiguió relajarse, por lo menos en parte, pero cuando bajó a desayunar, preparada como cada día y sintió las miradas penetrantes de sus padres sobre ella, se encogió en si misma y retrocedió levemente.

-Siéntate –dijo con firmeza su padre pero sin perder el tono de dulzura que siempre empleaba con ella.

Lisa caminó arrastrando los pies hasta que se dejó caer en la silla frente a sus padres esperando a que empezaran a hablar sin ni siquiera mirarles.

-¿Qué es lo que ocurre? –preguntó su padre después de unos segundos sintiendo su mirada penetrante.

-Nada –murmuró ella mordiéndose el labio.

-No nos mientas –le advirtió.

-Solo tuve un mal día ayer papá, no es nada de que preocuparse –dijo ella después de un largo suspiro mirándolos por fin a los ojos.

Él la evaluó con la mirada intentando averiguar si eso era realmente todo.

-¿Estas segura que eso es todo? –insistió.

-Completamente –afirmó Lisa.

-De acuerdo –dijo por fin Marco acomodándose en la silla para comenzar con su desayuno - Ahora desayuna, que vas a llegar tarde.

Lisa sintió como un profundo peso se quitaba de sus hombros y sin decir nada mas comenzó a desayunar mientras sus pensamientos vagaban sin poder evitarlo. Todo lo ocurrido el día anterior se repetía en su cabeza buscando de alguna manera extraña y confusa una conexión o una explicación, pero no conseguía hilar los puntos para conseguirlo, quizás después de todo, solo había sido un mal día y hoy regresaría la normalidad a su vida, de la que siempre se quejaba pero que ahora ansiaba ante todo.

Mientras tanto sus padres la miraban de reojo aún confusos por el comportamiento extraño de su hija, si bien no era muy habladora, sobretodo por las mañanas, nunca la habían visto tan distraída y retraída. Ellos nunca habían sido una familia en la que se hablase abiertamente de sus sentimientos, pero siempre que alguien necesitaba ayuda, consejo o apoyo, todos ellos estaba allí incondicionalmente y que su hija se negase a hablar con ellos sobre algo que evidentemente le estaba afectando los confundía seriamente, pero no querían insistir sabiendo que cuanto más lo hicieran, ella mas se cerraría en sí misma, un rasgo que evidentemente había heredado de los Manoban.

Lisa se dispuso a levantarse después de unos minutos, pero la voz de su padre hizo que se sentase de nuevo con rapidez.

-¿En qué quedamos ayer? –le regañó.

La rubia suspiró y continuó comiendo su desayuno hasta que no quedó nada en el plato aunque fuese a regañadientes. Después se despidió de sus padres y se dirigió hacia el instituto sintiendo como el estómago se le revolvía ligeramente ante la cantidad de comida que había ingerido y que no le estaba sentando muy bien.

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