Revelaciones

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En cuanto la puerta se cerró Jennie apoyó su espalda en ella mientras cerraba los ojos y controlaba todo lo que estaba sintiendo en esos momentos. Estaba molesta, eso era algo evidente en esa situación pero lo que no se esperaba era sentirse tan mal después de ser rechazada por Lisa, después de todo era algo a lo que estaba acostumbrada. Habían creado una conexión extraña e intima entre ellas, nadie lo podía negar, pero desde el primer segundo en el que ocurrió, Jennie sabía que no duraría mucho, así que el dolor que estaba sintiendo le sorprendía porque era algo que ya tenía previsto.

Cogió aire con fuerza y se encaminó hacia el comedor comenzando a recoger el desayuno, se le había quitado el apetito y no era igual de emocionante hacerlo sola que con Lisa después de todo.

-¿Y tu amiga cariño? –preguntó su padre apoyado en la puerta y mirándola confundido.

Jennie se detuvo de repente apenas un segundo y después siguió como si nada.

-Le ha surgido un problema y ha tenido que irse –mintió manteniéndose ocupada para no tener que alzar la cabeza y enfrentarse a la mirada de su padre.

-Oh –dijo simplemente su padre sin ocultar su desilusión - Es una pena, quería conocer a alguno de tus amigos.

-En otra ocasión será papá –lo miró de reojo sonriendo suavemente y en cuanto terminó de recoger se escabulló escaleras arriba a la seguridad de su habitación.

Nada mas que lo hizo se dejó caer en la cama escondiendo el rostro entre la almohada. Sus padres tenían demasiadas esperanzas puestas en ella y ella no era capaz de decepcionarlos, nunca había sido capaz. Al principio, cuando empezó el instituto ellos estaban muy preocupados, demasiado preocupados por los prejuicios de la sociedad sobre su encantadora, maravillosa y talentosa hija, después de todo ya tenían prejuicios solo por el hecho de tener dos padres y ella no había tenido el valor, al regresar de ese primer día con la ropa manchada de granizado, de confesarles que tenían razón para estar preocupados, en vez de eso fingió. Fingió tener amigos, fingió su popularidad, fingió todo con tal de que ellos se sintiesen orgullosos durante todo este tiempo.

Llevaba demasiado tiempo teniendo una doble vida, la que tenía que sufrir en el instituto y la que tenía que inventar al llegar a casa y había pensado que ese día, en el que Lisa había aceptado quedarse a dormir con ella, podría dejar de fingir y simplemente disfrutar de lo que esa amistad podría ofrecerle, pero evidentemente estaba equivocada y ahora toda la situación era mucho peor.

Acababa de darles un incentivo a sus padres para insistir en conocer a sus amigos, saber con quien se relacionaba y toda clase de cosas que los padres querían, no solo saber sobre la vida de sus hijos, sino también ver y asegurarse que su hija era feliz. Ahora, sabiendo que una amiga suya había estado en la casa no desistirían hasta que pudiesen conocerla personalmente y aquello simplemente era imposible dada la actual situación, después de todo, Lisa no quería volver a verla, así que sería un poco complicado convencerla de fingir ser su amiga delante de sus padres para que dejasen de molestarla sobre sus relaciones sociales.

Gruñó y golpeó la almohada con los puños totalmente frustrada.

-¡Mierda! –se lamentó.

Después de unos minutos de regodearse en su desgracia decidió que ya había sido suficiente, necesitaba actividad, tener la mente ocupada y sobretodo resolver un misterio.

Se sentó en su escritorio colocando frente a ella una libreta, un bolígrafo, el diario y el colgante. Los miró detenidamente durante unos segundos y después cogió el colgante observando cada uno de sus detalles. Lo acarició con las yemas de sus dedos con lentitud sintiendo las letras grabadas en él arañando su piel.

OchoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora