Doble Vida

894 190 46
                                    

Capítulo anterior:

Jennie fue su último pensamiento antes de sentir como su cuerpo se quedaba totalmente congelado y su corazón dejaba de latir por fin después de demasiado tiempo.

Cuando volvió a abrir los ojos encontrándose en el suelo de aquel baño ya ni siquiera gritaba como las otras veces, ya parecía estar incluso acostumbrada a ello así que se levantó con un poco de dificultad para después refrescarse la cara como había deseado antes de la visión y abandonar aquel baño y posteriormente el instituto con nuevamente solo una cosa en mente.

Capítulo 34: Doble vida

Se dio una última oportunidad llamando de nuevo al teléfono de Jennie pero obtuvo el mismo resultado y por mucho que preguntó por ella en el instituto nadie parecía haberla visto así que solo le quedaba una opción, ir a su casa y asegurarse de que estaba bien y de paso verla una última vez antes de que todo se acabase.

Si obtenía una última sonrisa, una última mirada por su parte podría morir en paz sabiendo que ella estaría bien, era lo único que necesitaba, su última voluntad cuando ya no había nada más por lo que luchar.

Mientras se dirigía a casa de Jennie su corazón latía descontrolado debido a los nervios, el miedo y la incertidumbre por lo que podría ocurrir. No le gustaba esa sensación a pesar de haberla vivido intensamente durante días, le gustaba tener todo controlado, estar segura de lo que iba a ocurrir y por tanto sabiendo como comportase ante esa situación, pero actuar por impulsos, por necesidad provocaba no saber absolutamente nada de lo que te podías encontrar.

En cuanto llegó frente a su casa se quedó mirándola durante unos minutos, evaluando lo que podría ocurrir en su interior y desviando su mirada de vez en cuando a la ventana de la habitación de la morena que se encontraba totalmente a oscuras y con las cortinas cerradas. Frunció levemente el ceño y caminó hasta llegar a la puerta, cogió aire con fuerza y pulsó el timbre mientras sentía su corazón aún más desbocado.

Y lo que se encontró al otro lado cuando la puerta fue abierta fue uno de sus mayores miedos, uno de los padres de Lisa la miraban frunciendo ligeramente el ceño claramente confundido mientras la evaluaba con la mirada.

-¿Qué desea? –preguntó lentamente.

-¿Está Jennie en casa? –dijo Lisa esperando no equivocarse.

-Sí, se encuentra en la cama, ha pasado mala noche y no he querido despertarla para que descansara –explicó aquel hombre aun mirándola algo dudoso- ¿No tienes clase? –preguntó mirando su uniforme de animadora.

Lisa se miró a si misma durante un segundo dándose cuenta de su vestimenta, ni siquiera se había percatado de que como cada mañana se había puesto su uniforme ya que la entrenadora les había dado unos días libres de entrenamientos, gracias a Dios, debido a que tenía que tratar unos asuntos personales. Y la verdad es que gracias a que no tenía que llevar sobre sus hombros aquellos insufribles entrenamientos aún seguía en pie, sino ya hubiese desfallecido totalmente.

-Estaba preocupada por Jennie, la he estado llamando y lo tiene apagado, pensé que le había pasado algo –explicó con sinceridad.

-Se lo apagué yo, quería que descansara –dijo de manera escueta evaluándola con la mirada.

Y de repente se instaló entre ellos el silencio más incómodo que Lisa había vivido en su vida, ni siquiera se atrevía a alzar la mirada para fijarla en la de aquel hombre que la imponía absolutamente, solo se quedó allí, en aquel porche mordiéndose el labio nerviosa y sin poder tener las manos quietas.

-Entonces… -comenzó a decir Lisa lentamente- ¿Puedo verla?

-¿Cómo decías que te llamabas? –indagó el hombre.

OchoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora