CAPÍTULO || 25

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Alice Pov's

Los nudillos de Adams acarician mi rostro y aun cuando me dijo que no le gusta me aleje de su toque, lo hago.

Lo escucho gruñir, dando a lucir su disgusto.

—¿Qué te dije?— indaga agarrando mi rostro con fuerza.

—Me estás lastimando— sonríe para luego alzarse de hombros.

—Nada de eso me interesa cuando incumples mis órdenes, querida.

—¿Qué edad crees que tengo? ¿Cinco a caso? Deja de imponerme cosas, que no son de mi gusto— le respondo siendo insolente.

Su rostro no muestra expresión alguna ante mis palabras, más se queda pensativo unos instantes.

—¿Sabes lo diferente que serían las cosas si hicieras caso? Si fueras amable, Alice— dice cauteloso— Pero no, porque siempre quieres las cosas a las malas.

Lo que no quiero es estar aquí y con él, no es difícil de entender, joder. Hay cantidades de chicas que mueren por él, que lo hacen desde hace tiempo, de eso estoy segura.

Carajo que hasta una novia tiene y no le basta, su maldita obsesión, ese capricho a conmigo, me tiene jodida.

Ni siquiera le hice algo malo y si lo hice, no lo recuerdo, o sea, si lo trataba indiferente, una que otra vez discutíamos, pero no era para que terminara así, nada justifica lo que él ha hecho conmigo.

Está loco y necesita atención médica urgente.

Ignoro sus palabras, no respondiéndole y él lo sabe, pero no me dice nada respecto a eso.

—Te tengo una sorpresa cariño, sé que te va a gustar— informa acariciando mi cabello, pero me da igual.

—No quiero nada.

—No te pregunté, saldremos de casa hoy en la noche.

Sus palabras me dejan verdaderamente sorprendida, en el tiempo que estoy aquí no he salido de esta casa.

Así es, semanas encerrada como una maldita prisionera.

—Tú y los mellizos deben de estar listos antes de la siete, ni un minuto más, la ropa que vas a llevar está en uno de los sofás del closet, la de los niños por igual.

No respondo, no sé qué decir.

—¿Entendiste?

—Sí.

—Bien entonces— sonríe aparentemente emocionado— Joder que sorpresa te vas a llevar, de eso estoy seguro.

¿Dónde iremos? ¿Qué querrá que vea que lo tiene de ese humor?

—Adams...

—Dime

—¿Qué le dijiste a tu novia sobre mí y mis hijos?— pregunto sin mirarlo.

Eso es algo que me tiene pensativa, desde que ella vino y por lo que dijo antes de marcharse.

—Primeramente, no te dirijas a los niños como solo tuyos, son mis hijos también, te lo he dicho incontables veces, pero pareces no entender.

Joder, eso que.

—Y segundo, andas muy curiosa, eso no debería de importarte.

—Sí, si me tiene que importar, porque primero, no sé qué le dijiste, no sé qué vaya ella a decir de mis hijos o de mí, solo por una mentira que le hayas dicho, porque aparentemente, ella está molesta con los niños y conmigo, mientras contigo... solo lo deja estar, como si no fueras culpable de nada, siendo el creador de este circo.

Levanto la cabeza mirándolo fijamente y lo veo sonreír al muy cínico.

—Ya, pues te lo diré, no es nada malo hermosa. Simplemente que éramos pareja, quedaste embarazada, nunca me lo dijiste, hace poco me enteré y quise hacerme cargo de mis hijos, no hay ninguna mentira en ello.

—El que quieras estar con tus hijos, no tiene nada que ver con que me tengas aquí y viviendo contigo.

—No me importa.

—No creo que ella sea tan estúpida, como tampoco qué ignore ese asunto.

—Pues te informo que al parecer si lo es, ya ves que por ahí se dice que cuando se está enamorado se perdonan e ignoran cientos de cosas, ¿no?

—Eso es...

—Así como te las he perdonado yo, querida— musita, interrumpiéndome.

No le contesto y se muestra egocéntrico.

Sin decirme nada sale de la habitación, marchándose de la casa y por fin puedo estar tranquila. Algunas horas pasan y llega la cinco de la tarde, casi las seis, los niños están bañados, solo falta que les ponga su ropa.

Primero lo hago con Aimon. Me fijo que ambas prendas, tanto como del niño y la niña, son completamente blancas.

—Qué guapo estás mi amor— le alago, para luego dejar un beso en su mejilla derecha— Vamos a peinarte.

—No mami, eso no.

—Aimon sí, tenemos que peinarte.

Su expresión cambia a disgusto, haciéndome reír levemente.

Ya listo prosigo con la niña, colocándole un vestido blanco, el cual tiene una pequeña parte de encaje en su pecho, de mangas cortas, unas zapatillas bajas, alisó su cabello colocándole una diadema y doy por listo mi trabajo con ella.

—Están divinos, se quedan aquí en lo que yo me cambio también, ¿está bien?

Ambos asienten y salgo de su pieza, entro a la mía, voy directo al baño, quito mi ropa, me meto a la ducha, y unos veinte minutos después estoy duchada.

Seco mi cuerpo, colocándome ropa interior a conjunto negra.

Me acerco a la habitación, busco el dichoso sofá, y cuando lo encuentro, con delicadeza, tomo en mis manos las prendas que yacen en él.

No me demoro y me coloco toda la ropa y accesorios. Me acerco a mi tocador, maquillándome en colores cafés y dorados, prosigo con mi cabellera, dejándola suelta.

Me miro al espejo de cuerpo completo y me veo bastante bien.

En eso de las seis con treinta minutos, Adams hace acto de presencia, se ve complacido con mi aspecto y el de los niños.

—Estás perfecta— deja un beso en mis labios, pero no protesto, no me conviene hacerlo enojar.

—Sí.

—Estaré listo en poco tiempo, ya quiero llevarlos a ese lugar.

Sonríe y vuelve a mirarme de pies a cabeza, para luego entrar al baño.

¿A dónde nos llevará?, es mi pregunta.




Actualizar de madrugada, es mi pasión.

Secuelas de una obsesión © |#2| [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora