CAPÍTULO || 04

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ADAMS POV'S

Lo veo y no lo creo, ya la tengo junto a mí y no pienso dejarla ir, nunca.

—¿Si sabes que ya no volveremos a separarnos? ¿Verdad mi amor?— musito pasando mi mano por su suave cabello.

—Estás enfermo, estás loco, contigo no estoy ni loca.

Cada palabra la escupe con rabia y lo único que logra es hacerme enfadar.

—¿Qué dijiste?

—¿Te has vuelto sordo? No repito las cosas dos veces.

Se ha vuelto una rebelde, siempre lo ha sido, pero está peor que nunca.

Agarro su cabello haciendo que ella chille, no sé si por la sorpresa o por el malestar, tal vez los dos.

—¿Se te ha olvidado quién manda en esta relación? ¿Te lo tengo que recordar?

—¿Relación? Nunca tuvimos, ni tendremos eso— hago más fuerte el agarre obligándole a hincarse en el suelo, mientras suelta jadeos de dolor.

—No me hagas enseñarte a respetar desde ahora, vine en son de paz mi amor, solo quiero hablar varias cosas, pero no me la pones fácil si te sigues comportando así.

Suelto su cabello e inmediatamente se toca donde la tenía sujeta haciendo gestos.

Me agacho para estar a su par y ella me mira sin expresar nada, pero con los ojos llorosos.

—¿Quién es Ryan?— pregunto y me gano su atención.

—Eso de seguro la sabes ¿Para qué preguntas?— es lista.

—Quiero escucharlo de tu boca, así de simple— se queda callada unos momentos y le hago saber que no tengo todo el tiempo del mundo.

—Mi prometido.

—¿Tu prometido?

—Sí ¿Eso qué?

—Escúchame bien, el único hombre para ti soy yo, nadie más, si no quieres que ocurra una tragedia, aléjate de él— digo despacio, intentando contener la rabia.

—Del único que me voy a alejar es de ti, no sé porque me buscas, ¿No te cansas de dañarme? Han pasado bastantes años, Adams.

—Primero, te repito, no te vas a ir de mi lado Alice, y segundo, todo es culpa tuya, si te comportaras y aceptaras que me amas tanto como yo a ti, todo sería perfecto.

—Estas mal, tu no me amas, nunca lo has hecho solo estas obsesionado conmigo, el que te haya rechazado te trastornó.

Hago mis manos puños, conteniéndome.

—Cuida tus palabras que no voy a permitir que me hables así, que te quede claro.

Me levanto y tomo asiento en el sofá.

—Háblame ahora de los dos niños que tienes, porque son tus hijos— ella me mira por largos segundos y con torpeza se levanta del piso.

—Los niños— musita y veo como se acerca a la puerta.

Antes de que llegue, la agarro de la cintura haciéndola dar varios pasos atrás.

—¡No, déjame! Tengo que irme— se retuerce obligándome a ejercer más fuerza y haciéndola sentar donde antes estaba yo.

—Quédate quieta y respóndeme— ordeno y me mira intranquila.

—No tengo porque responderte eso ¡Y ya déjame ir! tengo que buscarlos.

Está bastante nerviosa y preocupada.

—¿A quién tienes que buscar Alice?— quiero escucharla, que lo confirme.

—¡Que no te importa!— me empuja haciéndome dar tres pasos atrás.

Se levanta y corre a la puerta, sale y respiro profundo, voy detrás de ella, la veo dándole a los botones del ascensor y antes de que este habrá la agarro del cabello.

Se queja poniendo sus manos sobre las mías.

—¡Suéltame!— la hago caminar nuevamente al departamento y ahora cierro con llave.

—No me gusta tratarte mal, pero no entiendes si no es así— digo sin soltarla y cierra sus ojos.

—Es...Está bien, pero suéltame por favor— sonrío y la suelto.

—Bien mi amor, muy bien, ves como sí es fácil captar las órdenes. Ahora háblame de esos niños.

—¿Y qué quieres que te diga? Son mis hijos, ¿Eso es lo que quieres escuchar? ¿No es así?

—Tus hijos.

—Si, mis hijos.

—¿Quién es el padre?.

—Eso no te importa.

–¡¿Quién es el padre!?— demando ya sin paciencia.

—Yo soy su mamá, soy su papá y todo lo que se te ocurra.

—Tu sola no los engendraste, Alice, ¿Es ese chico? que, por ahora, que quede claro, ¿Está contigo, el padre de esos niños?

—Eso no importa, los dejé solos en el colegio por tu culpa.

—¿Y? Te aseguro que la maestra debió de llamar a alguien más, para que los recogiera, tu prometido, por ejemplo.

El solo hecho de mencionar esa palabra me saca de los cabales.

—Adams, por favor— su voz se entrecorta y lágrimas empiezan a salir de sus ojos.

—Cállate, no llores.

—¡Solo déjame ir, no quiero estar contigo!— no reprimo mi impulso y le suelto una bofetada.

Se calla de inmediato y su respiración se vuelve hasta mucho más rápida que la mía.

—Te atreviste a pegarme... otra vez.

—¡Tú te lo buscas!

—¡Me tienes harta, estoy cansada, pensé que me había zafado de ti, han pasado casi cinco años y tu no me dejas en paz!

—¡Y nunca lo voy a hacer, eres mía!

Secuelas de una obsesión © |#2| [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora