CAPÍTULO || 21

7.4K 444 71
                                    

Alice Pov's

Ambos sostenemos la mirada, ninguno da su brazo a torcer, no caeré tan fácilmente, voy a darle pelea, él solo quiere una puta sumisa y no lo va a tener, de eso estoy segura.

Ya no soy yo sola, ahora están mis hijos y no quiero que estén en un ambiente de violencia, no quiero que Aimon sea como él o que Astrid crea que eso está bien.

De solo imaginarlo se me pone la piel chinita.

—¿Y ahora que prosigue nena? No hay vuelta atrás, ya estás aquí, en Italia, sin rastros de que saliste del país o donde estés, no creo que se les haga muy fácil encontrarte, claro, si es que te están buscando.

—Lo están haciendo y lo sabes— afirmo, con seguridad.

—Si tú lo dices, dudo mucho que el rubio, arriesgue su vida por la tuya, quizás ni sienta nada por ti, solo lástima, ¿No?— pregunta, pasando sus manos desde mis hombros, hasta mi antebrazo.

—Ryan me ama, ¿Y sabes qué? Yo a él también, es el único hombre al que he amado como pareja, hasta ahora, y considero seguirá así por un largo tiempo— le hago saber, mencionándolo de manera lenta.

Tira de mi cabello hacia atrás con fuerza y solo me quejo, soltando un jadeo de dolor y cerrando mis ojos.

—¿Eres masoquista? Pienso que si, porque otra en tu lugar no estuviera echándole más sal a la herida, mi amor— menciona, en un tono amenazante.

—Solo digo la verdad, ¿Tan difícil es asimilarla para ti que no siento, ni sentiré nunca nada por ti?— pregunto sonando descarada, pero es simple, cualquier persona lo entendería.

Cualquier persona, menos un enfermo mental como él.

Da unos pasos quedando frente mío, sin soltar su agarre en mi cabello, pero si ejerciendo más fuerza y pegando su frente, con la mía.

—No estoy jugando Alice y sabes de lo que soy capaz, todavía no te he mostrado todo y dudo que quieras saberlo— menciona con sus labios rozando los míos, mientras musitaba entre dientes, conteniendo la ira que lo abarca en estos momentos.

No digo nada y me empuja haciéndome tambalear, sale del cuarto dejándome completamente sola y sin saber qué hacer al cien por ciento.

«••»

Adams me mira diciendo con esto todo, él quiere que baje la mirada, que acate sus órdenes y justo ahora estoy haciendo todo lo contrario.

Los niños están con nosotros en la mesa, comiendo como si fuéramos una familia normal, eso quisiera él.

Han pasado tres semanas desde que estoy aquí y las cosas no van para bien, nunca lo harán con Adams a mi lado, los niños están yendo a un colegio privado que escogió Adams, solo porque sí.

Y estamos desayunando, para precisamente que esté vaya a dejar a los niños y luego irse a traba en la empresa de su padre, bueno ahora es suya, la verdad no me interesa eso para nada.

Los niños terminan su desayuno avisando que ya están listos, les doy un beso a ambos, para luego verlos salir de la casa.

Adams se acerca a mí, agarrando mi rostro con una leve presión, para besarme. Medio correspondo al beso, pero solo por obligación y no porque quiera.

Sonríe satisfecho y luego sale él también. Cuando estoy completamente segura de que se marcharon, subo las escaleras hasta llegar a nuestra, habitación.

Me siento en el tocador, que está repleto de perfumes, cremas, maquillaje, cajas con accesorios y cientos de cosas más, que ni uso.

Cepillo mi cabello, mientras me quedo pensativa.

¿En realidad nos estarán buscando, papá y Ryan? Espera.

No tengo por qué dudar, ellos lo están haciendo, sé que no se van a rendir, así como yo tampoco lo haré y buscaré siempre la manera de poder escaparme de este infierno.

No sé cuánto tiempo pasó, pero un sonido me saca de mi ensoñación.

Se detiene, pero al instante vuele a sonar, es un teléfono...

Me levanto de golpe, en busca de este, rebusco, hasta encontrarlo debajo de la almohada de Adams, es su móvil debió de dejarlo.

La pantalla se ilumina con el nombre de Jennifer. Lo ignoro y cuelgo.

No soy estúpida y aprovecho, marco el número de Ryan, al tercer tono contestan.

—¿Bueno? ¿Quién habla?— pregunta y por un momento me quedo en blanco— No tengo todo su tiempo.

—Ry... Ryan— menciono con tartamudeo, causa de los nervios.

—¡Alice! ¡Alice eres tú! ¡Donde estás amor, dime, dónde estás!— dice exaltado.

Y justo cuando le iba a responder el teléfono me es arrebatado de las manos. Volteo de golpe, encontrándome con un furioso Adams.

Cuelga la llamada y marca algunas cosas, ¿Qué hace aquí?

—¿Qué planeabas hacer Alice?— pregunta con los ojos cerrados y los dientes apretados, contendiendo su ira.

De manera lenta me alejo, sin dejar de mirarlo, queriendo escapar de él en estos momentos.

—¡Responde!— grita, abriendo sus ojos de golpe y asustándome por su grito, que estoy segura, de que se escuchó fuera de la habitación y en la parte baja.

—¿Qué haces aquí?

—¿Vas a responderme con otra pregunta en estos momentos? No te veo en esa posición, bonita.

Miro a su lado para correr y salir de la habitación, pero mis intentos se quedan a medias, cuando al estar casi llegando a la puerta agarra mi cabello.

Joder, ¿Por qué lo hace...?

Chillo cuando me arrastra y luego soy lanzada a un lugar de la habitación con bastante fuerza, cayendo sobre un espejo de cuerpo completo que yacía en la habitación, rompiéndolo a su paso y viendo cómo mi vestido blanco era tintado de rojo.

Mi respiración se vuelve errática, él se acerca nuevamente y agarrando nuevamente mi cabello, me levanta del suelo. Pongo mis manos sobre las suyas, para según yo aligerar su agarre.

—Suéltame...

—Eres tan estúpida, Alice, ¿Crees ser más lista que yo? No lo eres— menciona con burla— ¿Te atreviste a no acatar mis órdenes?

No puedo usar nada tecnológico.

—Déjame en paz, eres un...

No termino de hablar cuando su puño cae sobre mi rostro, dejándome aturdida unos momentos, para luego sentir cómo algo caliente baja por mi nariz, sangre.

Hecho mi cabeza hacia delante, esperando a que la sangre deje de caer, mis ojos pican y cuando ya no sale más, levanta mi mentón con fuerza.

—Mírame y escúchame, deja de ser una zorra y haz todo lo que yo te diga, no es tan difícil.

—Tampoco es difícil aceptar que no quiero estar a tu lado, digo, no sé.

Me abofetea, haciendo que mi rostro quede girado y el labio partido.

—¡Que te calles te digo!— susurra/grita, agarrando mi cuello y cortándome el aire.

Me pega a una pared y disfruta el ver cómo me quedo sin aire, e inútilmente lo busco.

De golpe me suelta, y caigo al piso con mis rodillas, casi junto a mi pecho, con mi cabello cubriendo mi rostro y manos en mi abdomen, mientras de reojo veo su silueta parada al frente de mí.

Escucho como quita su cinturón y niego sin verlo.

—Sí, vas a complacerme.

Secuelas de una obsesión © |#2| [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora