CAPÍTULO || 23

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Alice Pov's

Me quedé dormida la noche anterior, Adams acababa de llegar, no regresó en lo que resto del día y la verdad agradecí internamente el que no me haya molestado.

Astrid estuvo preguntando por él, pero como siempre le respondí que estaba en su trabajo. Y la verdad lo prefiero así, en cambio, su hermano no me pregunta nada sobre él, es como si no le interesara en lo absoluto.

Aimon es un niño muy guardado, solo se expresa con sus familiares y con Ryan, quien considera su padre, a Adams no le dice papá.

Cosa que pone a este último de manera furiosa, solo me queda decir que son cosas de niños, que lo dejé acostumbrarse, que luego se le pasará.

Pero obviamente él sabe que eso no es así, no es estúpido.

Hoy es sábado, por ende los niños y yo estamos en la casa, me gusta estar con ellos, me hacen sentir que todo va a mejorar y confío en que pasará.

Estoy completamente segura que con la llamada que hice, Ryan y papá, ya saben que estoy en Italia, solo es cuestión de saber el lugar donde me encuentro ahora.

Sostengo una de las muñecas de Astrid, mientras ella peina el rubio cabello de su hermano, con un pequeño cepillo para bebés.

Ese niño se deja mangonear de su hermana.

No dice nada, solo deja que ella haga lo que le quiera en su cabecita.

—Mami, el cabello de Aimon es muy suave— informa la niña y sonrío.

—El tuyo también hermosa, ambos tienen un cabello espléndido.

Me mira satisfecha con mi respuesta y sigue en lo suyo.

Veo a una de las chicas de limpieza acercarse y se planta frente a mí con sus manos en la espalda, me levanto del suelo pasando las manos por mi vestido, para luego sonreírle.

—Hola, ¿Qué sucede?— pregunto con normalidad y ella me devuelve la sonrisa.

—En la puerta hay una señorita, no la he dejado pasar, ya que no ha frecuentado la casa y tampoco tengo su orden.

Explica y mis labios forman una pequeña «O».

—Está bien, yo me encargo, muchas gracias— hace un leve movimiento con su cabeza y se retira.

Miro a los niños y ellos a mí.

—Vuelvo en seguida, ¿Okay?

—No, vamos contigo— responde el rubio y no contradigo nada.

Él se acerca a mí, agarrando mi mano para caminar a la par, mientras Astrid agarra una de sus muñecas y camina detrás de nosotros, tarareando una canción.

Me acerco a la gran puerta y sin prisa la abro; esta me muestra a una chica muy bonita, rubia, de ojos color verde y delgada.

—¿Hola?— menciono captando su atención.

Me mira de pies, a cabeza, con una expresión que no logro descifrar. Después a los niños y se endereza en su lugar.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está Adams?— pregunta y mi ceño se frunce.

—No me parece estar en la puerta, ¿Quieres pasar?— con su cabeza, me hace señas de que sí.

—¿Te conozco de algún lado?— pregunto y ella se muestra disgustada.

—Te vi en Londres, estabas saliendo del edificio de Adams y reitero, ¿Qué haces aquí?

—¿Por qué le hablas así a mi mamá?— pregunta Aimon, quien se muestra incómodo, con su ceño fruncido.

Es tan tierno.

Concentración Alice, concentración.

—¿Tu mamá?— vuelve a repasarme con la mirada— Por última vez, ¿Dónde está Adams?

—¿Para qué quieres ver a mi papá?— canturrea la niña, peinando el cabello de su muñeca sin mirar a nadie.

La chica suelta un jadeo y ríe sin gracia.

—¿Qué acabas de decir mocosa?

—Oye, no te voy a permitir que vengas a hablarle así a mi hija, ¿Quién eres?

Ella me mira con evidente odio, pero también confusión.

—Mi nombre es Jennifer King y soy la novia de Adams— los niños la miran y ahora entiendo todo.

—¡No sea mentirosa, la novia de mi papá es mi mamá!— chilla Astrid, tirando su muñeca a los pies de Jennifer.

Su carita está roja.

—No, los que no son nada de él son ustedes, ¿De dónde salieron? ¡Largo de la casa de mi novio!— grita desesperada.

Escucho la puerta ser abierta y veo a Astrid correr a ella.

—¡Papá!— chilla entre llantos y me giro.

Adams y Steven, están mirando a la niña, posiblemente confusos al ver su llanto.

—¡Ella dice que es tu novia!— vuelve a llorar y ahora sí alzan la vista.

Me mira a mí y luego a ella. Steven da una mirada de: te lo dije.

Aimon como siempre, se queda callado, expectante a todo.

—¡Explícame que es todo esto Adams!

Él cierra los ojos en busca de la paciencia que nunca tendrá.

—No grites Jennifer, sígueme— menciona y no puedo creer hasta donde llega su cinismo.

Pasa por mi lado, en dirección a su oficina y sin quedarle de otra, ella va tras de él.

Ambos desaparecen de nuestras vistas y Astrid llora en los brazos de Steven.

—Ya princesa, deja de llorar, te voy a comprar un helado del tamaño que tú quieras— le ofrece este a cambio del silencio de la niña.

Ella alza la cabeza y se limpia las lágrimas.

—¿Del que yo quiera?

—Del que tú quieras.

Sonríe y se remueve para que él la baje, con su aún sonrisa, va en busca de la muñeca que antes había tirado y se sienta en el piso peinándola.

—Quiero uno de chocolate, el más grande qué haya en la tienda, ¿Sí?

—Así será, pero no llores— le recuerda.

—No estoy llorando.

Me siento en el sofá, tratando de digerir esta situación, no entiendo nada, él tiene una novia, me tiene aquí y vive conmigo.

Es un imbécil, sin vergüenza.

—Pensé que cuando se enterara se iban a tomar de los pelos— menciona el chico a mi lado.

—¿Por quién me tomas?

—A ti no, a ella sí, está loca, reaccionó muy calmada la verdad— no le respondo y acaricio el cabello de mi niño, quien se ha parado entre mis piernas.

Unos quince minutos después vemos a la chica salir, se detiene un momento delante de mí señalándome con su dedo índice.

—Esto no se va a quedar así— amenaza y no sé qué decir.

Sabrá Dios, que le habrá dicho ese.




Secuelas de una obsesión © |#2| [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora