Capítulo 2

423 67 93
                                    

... todos lo miraron con gran admiración durante la mitad de la velada, aproximadamente, hasta que en sus modales se apreció una falta que dio un vuelco a su popularidad; pues se descubrió que era soberbio; que se consideraba por encima de los que lo rodeaban y por encima de dejarse agradar; y ni siquiera sus grandes fincas del condado de Derbyshire pudieron salvarlo entonces de tener un semblante muy severo y desagradable, ni de ser indigno de compararse con su amigo. 

Orgullo y Prejuicio — Jane Austen

El castillo parecía haber adquirido un nuevo brillo con la llegada de sus inquilinos. Luces mágicas brillaban en el camino como luciérnagas que dirigían el camino hacia la gran puerta que había sido abierta para la entrada de los invitados. Mirasen donde mirasen, no dejaban de ver carruajes llegar, seres alados descender desde el cielo y personas que se detenían momentáneamente a saludar a sus conocidos. Era sobrecogedor ver la elegancia con la que se movían o vestían, mientras la familia Kwon se sentía fuera de lugar. Sin embargo, nadie parecía reparar en la llegada de los hechiceros, demasiado concentrados en mostrar como sus hijos habían conseguido cambiar por primera vez o les había empezado a crecer alas. Como las clases altas que eran, ni los cambiantes ni las criaturas de la naturaleza le observaban al pasar. Eran invisibles, al igual que lo eran para los reyes. «Mejor ser la clase invisible a la perseguida», pensó el mayor de los Kwon sin dejar de sentir repulsión ante aquellos seres.

Con la cabeza bien alta, con orgullo y sin dejarse amedrentar por la situación, encabezó la marcha de su familia hasta alcanzar la sala de baile. Alrededor habían dispuesto mesas llenas de comida y los sirvientes caminaban de un lado para otro portando copas de vino para los invitados. La suave melodía de la orquesta y las cálidas luces que brillaban sobre sus cabezas hacía de aquella una velada especial. Una pena que para él no fuese más que un ejemplo de lo soberbios y ególatras que podían llegar a ser los ricos, haciendo fiestas para mostrar su riqueza.

Un grupo se apartó, dejando pasar al hombre alto que les había hecho venir hasta allí y su amigo, el joven malhumorado que no dejaba de mirarle como si tuviese suciedad en alguna parte. Reprimió el impulso de comprobar que estaba presentable, que su traje estaba tan bien colocado como cuando habían salido de casa. No iba a dejar que alguien como él, que nunca había tenido que trabajar para sobrevivir, le hiciese sentir inferior.

— Bienvenidos —Saludó con un entusiasmo difícil de creer. Su sonrisa era resplandeciente y sus ojos empequeñecían con alegría—. Estaba comenzando a preocupar por si no encontraban el lugar. Permítanme que me presente oficialmente, estaba tan inquieto la primera vez que vi a su mujer y sus hijos que no tuve el placer de hacerlo —Hizo una elegante reverencia mostrando su respeto antes de decir su nombre—. Soy Lee Seokmin, el dueño de este castillo, y mi fiel amigo aquí presente es Lee Jihoon. Se encarga de que no me meta en problemas, aunque pocas veces lo consigue evitar.

Les guiñó un ojo como si pudiesen entender el chiste y el mayor de los Kwon vio a la perfección como su pupila cambiaba un instante, convirtiéndose en ojos de un reptil. Se trataba de una muestra más del poder que tenía, una forma de recordarles que era superior. ¿Por qué habían tenido que ir? ¿Por qué sus vidas habían tenido que encontrarse? Sentía las miradas ilusionadas de sus hermanos observándolo todo y la preocupación de sus hermanos, también podía ver el nerviosismo y la emoción que irradiaba el anfitrión y el vacío en aquel hombre de mirada regia y altiva, como si su cuerpo solo fuese una cáscara que no guardaba nada en su interior. Abrumado por sus poderes, tuvo que cerrar los ojos un instante y concentrarse en cerrar los canales que le conectaban con las emociones de la gente. Era habitual que cada hechicero consiguiese una habilidad especial y él había acabado consiguiendo la más inusual y difícil de controlar. ¿Por qué no podía usar la luz como su hermano?

La leyenda del clan Lee I. Sangre y hechizos - SoonhoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora