—¿Está resuelta a casarse con él, entonces?
—Yo no he dicho tal cosa. Solo estoy resuelta a obrar del modo que conduzca a mi felicidad, según mi propia opinión, sin tener en cuenta la de usted ni la de ninguna otra persona tan completamente ajena a la mí.
Orgullo y prejuicio, Jane Austen
Joshua seguía absorbiendo su vida poco a poco y él solo podía ser un testigo silencioso de lo que estaba ocurriendo. Intentaba levantar sus manos, hacerse con el control, pero su cuerpo parecía no responderle. Sabía que iba a morir, pero no podía lamentar el no poder despedirse. Le había hecho prometer a Jihoon que saldría de allí con vida y él no había sido capaz de hacer lo mismo. Solo esperaba que ellos pudiesen acabar con Joshua para que su familia siguiese completamente a salvo. ¿Qué diría su padre si le viese en aquel momento?
De pronto, un rugido resonó en la distancia, un sonido que había escuchado hace un tiempo y no pudo evitar reír mientras Joshua le atraía con sus poderes. Se concentró en las emociones que le rodeaban y sintió que las energías volvían a su cuerpo. Si no podía luchar usando la mente del hechicero, emplearía el vacío a su alrededor. Poco a poco hizo que todo lo que estaba sintiendo a través de los otros fuese calando en él que se resistía tratando de doblegarle.
— No vas a vencer —Rugió enfurecido Joshua antes de que una gran sombra se cerniese sobre ellos.
Un dragón imponente cuyas escamas relucían incluso en la sombra les miraba desde una considerable altura moviendo sus alas y expulsando bocanadas de humo que no llegaban a convertirse en humo. Voló mucho más cerca y de su lomo saltaron Jihoon, Jeonghan y Judy que no perdieron el tiempo para poder ayudarle. Cuando el hechicero tuvo que soltarle para enfrentarse a las nuevas amenazas, Seokmin descendió y le atrapó con las garras. Lo último que vio antes de desvanecerse fue la furia en el rostro de Joshua y la preocupación con la que Jihoon le miraba.
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Seungcheol se colocó en posición para recibir a un nuevo peligro, pero Mingyu a su lado comenzó a reír. Con aquel ruido parecía haber recuperado parte de la emoción que había dejado atrás antes de comenzar su misión. Cuando vio la mirada que le dirigió el hombre lobo, le dedicó una sonrisa.
— Seokmin ha vuelto.
Había oído aquel rugido mil veces según sus amigos, pero él no recordaba haberlo hecho. Le dolió, pero supo disimularlo. No tenían tiempo para sus dramas, había que seguir trabajando. Se giró a sus compañeros y les ordenó que continuasen con lo que se les había mandado mientras Mingyu, él y otros más corrían para ayudar a sus amigos. Tenían que ser mucho más rápidos si querían quemar la cantera antes de que el rey lo descubriese o llegasen refuerzos.
— Vamos, acabemos con esto —Les dijo—. Nos veremos fuera. Recordad, nada de locura, mejor salir heridos que muertos.
Se despidió de su grupo, haciendo una mueca al ver a Héctor susurrándole a su mujer que parecía haber dejado atrás los efectos del shock y la adrenalina. Aquellos hombres estaban preparados para darlo todo por su pueblo, para recuperar la paz de la que hablaban las leyendas. No conocían nada más que el miedo y el sufrimiento que ocasionaba el Nuevo Orden, pero, aún así, sabían que cualquier otra cosa sería mejor para sus familias. Un mundo donde poder estar con la gente a la que amas sin miedo a que sean llevados a las canteras o repudiados... Por no hablar de los matrimonios que podían convertir a tu familia en esclavos o el trabajo sucio que tenían que hacer algunos cambiantes que iban perdiendo poco a poco su alma. Recordó las cicatrices de su abuelo, del alfa que le había acogido sin cuestionar su origen, y como su mirada se empañaba al pensar en todo lo que había hecho.
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La leyenda del clan Lee I. Sangre y hechizos - Soonhoon
FantasíaSu existencia se convirtió en una leyendo y en el susurro de la noche, mientras los soldados del rey no podían escucharlos, los que resistían al nuevo orden hablaban de seis estatuas de piedra con rostros contorsionados por el horror y la tristeza...