— Existe, creo yo, en cada disposición, una tendencia hacia un mal en particular, un defecto natural que ni siquiera la mejor educación puede ayudar a superarla.
Orgullo y prejuicio, Jane Austen
Los soldados no tuvieron que entrar en la casa, Jeonghan se hizo paso entre los restos de la puerta seguido de cerca de Jihoon y Soonyoung. Los tres caminaban con la espalda recta y la cabeza alta, haciéndolos retroceder por la fuerza que emanaba de ellos. Cuando el general al mando se dio cuenta de lo que estaban haciendo sus hombres y él mismo, alzó la mano para detenerlos. Había sido un movimiento inconsciente, pero mostraba debilidad.
— ¿No sabéis que es de mala educación interrumpir conversaciones privadas? —Dijo el hombre apuesto de alas coloridas y brillantes. Su rostro parecía haber sido creado por las mismísimas manos de Yesubha.
— Venimos a apresar a una traidora de la corona, si tratáis de ocultarla, seréis castigados con la misma gravedad —Anunció el general saliendo por completo del hechizo en el que parecía haber caído ante tal belleza—. Entregadnos a la mujer y os dejaremos marchar.
— ¿Has oído eso, corazón? —Se giró hacia Jihoon que le dedicó una sonrisa de dientes afilados—. Podemos ser cómplices si no nos entregamos —En sus miradas se reflejó la misma decisión. No iban a alejarse, esta vez no. Jeonghan tenía un motivo por el que luchar que antes había desaparecido y Jihoon se había dado cuenta de la importancia que tenía derrocar al rey.
— No pueden acusarnos de ser cómplices, Hannie —Aseguró el vampiro dejando que todos viesen su rostro—. No pueden hacerlo si nosotros somos el mayor peligro para la corona —Sus uñas se convirtieron en garras y sus colmillos se extendieron mientras el aire a su alrededor vibraba—. Mi nombre es Lee Jihoon y soy el hombre más buscado estos días.
— Yo soy Choi Jeonghan y, aunque aún no me buscan, lo harán pronto. Nuestros nombres se susurran en la noche, somos los protagonistas de viejas leyendas que han venido a recuperar lo que es suyo.
Ante esa muestra de poder y el nombre todos se pusieron en alerta desenfundado sus armas y apuntándoles con ellas. Algunos de los cambiaformas dejaron salir a sus animales y rugieron para atemorizarlos. Eran veinte contra tres y no sabía si sería capaz de proteger a Soonyoung mientras luchaba. Como si fuese consciente de sus pensamientos, el hechicero dio un paso más cerca colocándose a su lado y con una sonrisa que prometía pesadillas chasqueó los dedos en dirección al hombre más cercano. Sus ojos se abrieron y un grito escapó de sus labios mientras se agarraba la cabeza. Jihoon estaba impresionado por el ejemplo, pero no tuvo tiempo de preguntar cómo lo había hecho antes de que los soldados corriesen hacia ellos.
El primero en moverse fue el hada. Con la disciplina de un buen soldado, atravesó el pecho de un soldado mientras conseguía que unas enredaderas atrapasen a dos que venían en su dirección. Los levantó en el aire y los lanzó con tanta fuerza contra el suelo que sus huesos crujieron. Por su parte, Jihoon se enganchó a su atacante desgarrándole el cuello con los colmillos para después darle la vuelta y usarlo de escudo ante un cambiaforma que trataba de rajarle con sus garras. Podía oler el fuego que estaba provocando Soonyoung con su hechizo, además de los gritos de aquellos que sufrían aquel extraño poder que no había visto en sus años de vida. Su fuerza le recordaba a la de Joshua y algo se apretó en su corazón al saber que él seguía perdido.
Las espadas chocaron unas con otras, mientras Jeonghan esquivaba golpes y asestaba tantos como podía. Su respiración no se descontrolaba, era experto en moverse con agilidad y su cuerpo no había olvidado lo que era luchar. Había dejado atrás cualquier pensamiento que no fuese luchar. Con un rápido movimiento, clavó su espada en el pecho de uno de sus contrincantes antes de agacharse y esquivar el golpe que llegaba por su espalda. Movió la pierna con fuerza derribando al soldado que cayó al suelo con un fuerte estrépito y sonrió al ver como le miraba asustado otro de ellos antes de caer al suelo agarrándose la cabeza. Soonyoung, a su lado, bajó la mano y asintió en señal de reconocimiento. No conocía la historia de aquel hechicero, un niño que apenas había salido del cascarón, pero tenía en las venas la misma sangre que recorría a su grupo. Era un guerrero, un luchador que no se rendiría.
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La leyenda del clan Lee I. Sangre y hechizos - Soonhoon
FantasíaSu existencia se convirtió en una leyendo y en el susurro de la noche, mientras los soldados del rey no podían escucharlos, los que resistían al nuevo orden hablaban de seis estatuas de piedra con rostros contorsionados por el horror y la tristeza...