Capítulo 1. Reiner

790 56 4
                                    

Eran la seis de la tarde y seguía sentado frente aquel ventanal, era un día demasiado frío, una taza de chocolate caliente era el remedio para la temperatura baja, pero, eso no calentaria mi corazón.

Soy un omega, he vivido preocupado por ello desde que tengo uso de razón, una vida difícil, solo así podría resumirlo, no encontraba razón para estar tranquilo, desde que supe que esa seria mi naturaleza, ser omega es una sentencia de dolor absoluta, y ser un hombre omega lo pone aun peor, no me he sentido feliz de serlo, siempre he vivido temeroso por ello, me siento vacío, abandonado y peor aún sucio, nunca me he amado lo suficiente para saber lo que esta bien de lo que está mal, aceptamos lo que creemos merecer, así que yo, debo creerme la basura más grande.

El departamento donde vivo, está a las afueras de la ciudad, en una zona peligrosa por su bajo costo, las paredes llenas de humedad, y las goteras hablan por sí solas, esta casa es un desastre quizá por eso, a él no le gusta estar aquí.

Me he mirado muchas veces al espejo, tratando de encontrar si tengo algún defecto en mi, para que el no me quiera, mis ojos verdes, mi nariz afilada, mi piel canela y cabello castaño, lo volvían loco, pero ahora parece ser que todo aquello no terminó siendo suficiente, he tratado de compensarlo, siendo un mejor esposo para el, se lo que le gusta y lo que no, me he amoldado a sus gustos tratando de compenzar mi deprimente físico, para que el no se aleje, pero, ni la comida caliente en la mesa, ni la ropa planchada y limpia han sido suficientes, he gastado todos mis recursos para entender, porque el casi no está conmigo, así que la única razón existente, sea este lugar lujubre y tétrico, porque ni a mi me gusta regresar aquí, estos son mis pensamientos, trato de engañarme para no darme cuenta que ninguna de las anteriores son las razones de porqué no vuelve, trato de engañarme, porque se bien cual es su motivo, solo finjo no saberlo, así de dañado estoy.

Aveces recuerdo el día en que lo conocí, era molestado la mayoría del tiempo por ser un omega, era acosado por varios alfas, todos gozaban burlandose de mi, porque para ellos y para mí mismo, era un omega defectuoso, no tengo el cuerpo delicado, ni la estatura pequeña que tendría un omega, así que les gustaba hacerme el centro de sus burlas, bromas y acoso.

Me defendía a menudo de esto, me defendía con uñas y dientes, siempre terminaba en el suelo por una golpiza, pero según, aun con la dignidad integra, porque no me dejaba pisotear por nadie, hasta que aquel horrible día llegó, siempre eran los mismos alfas brabucones que se metían conmigo, siempre los mismos verdugos que me llevaban al abismo, aquellos hombres que no tuvieron piedad de mi.

Había sido una semana horrible para mi, mi padre nos abandono por otra mujer, es bien dicho que tendemos a repetir las conductas de nuestros padres, veo ahora que es verdad.

El nos abandonó cuando más lo necesitábamos, mi madre estaba enferma, no se levantaba de la cama, desde hace ya varios meses, el era el claro culpable de ello, pero ese no fue impedimento, para que el se fuera, los hombres son así, ella me lo dijo, nada va a detenerlos, ni un hijo, ni una buena esposa, ni mucho menos el amor, cuando ellos deciden marcharse, lo harán sin importar nada, ni nadie, siempre sus motivos serán lo suficientemente convincentes para ellos, aunque no lo sean para ti, el se marchó dejando solo un reloj, en su escritorio, roto, como nuestro hogar.

Había comenzado a trabajar en un bar al sur de la ciudad, la paga era poca, pero nos ayudaría a salir un poco del paso, siempre salía al amanecer, muerto de sueño y cansancio, tratando de librarme del acoso constante, toqueteos y chiflidos que te lanzaban solo por ser omega, caminaba en aquellas calles solitarias, estaba amaneciendo, el aire fresco pasaba por mi rostro, pensaba que sería un buen día, pero no, nunca lo fue.

Sentí un golpe fuerte en mi nuca, que me hizo nublar mis sentidos, era el, siempre fue el, un alfa fuerte, castaño con ojos cafe, con olor acido, Jean, un alfa que siempre descargaba sus puños contra mi cara, me llamaba con sobre nombres, todo lo que podía dañar mi corazón, pero ese día quizo dañar también mi alma.

Apago la luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora