Capítulo 4. Golpe seco

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He abierto mis ojos después de haber dormido todo el día, mis ojos se cansaron de tanto llorar, de tanto añorar a la felicidad, no hubiera despertado de no haber sido por mi omega, mi pobre omega que araña mi interior desesperado, me he dado por vencido, se que va a matarme un día, se que va a detener mis latidos ahogado en dolor.

Son las tres de la tarde Como dueles en los labios de Maná, llega de parte de mi vecino atractivo, quien tiene su música a todo volumen. Me rio, porque me mueve demasiado, mi omega también le duele el alma, acompañándome en mi habitación, le duele en los labios, en todos lados.

Porque el es parte de mi, porque el ha sufrido conmigo, porque también el se ha sentido humillado y desolado, porque el también perdió la confianza de vivir, solo se que aún existe por el dolor punzante en mi pecho, pero la mayoría del tiempo nisiquiera lo siento, el aroma amaderado que antes lo tranquilizaba, que antes lo hacía saltar ya no causa ningún efecto, porque tristemente, el tampoco ha podido sanar, al olvido del alfa que alguna vez nos protegió, todo eso se acabó, el viento se llevó su amor y sus caricias a otra piel.

Golpeó mi pecho tratando de tranquilizarlo, el se va muriendo lentamente, se que debo ir a un médico, pero no quiero hacerlo, porque en el fondo se que si el muere, me iré con el, y eso es lo que mas deseo, irme, ser de nuevo parte del aire, ser polvo que vaya a todos lados, ser libre de mi mismo.

Miro mi rostro al espejo, me rio, he dejado crecer mi cabello, mi rostro es androgino, pero mi cuerpo no es nada delicado, parezco un beta o un alfa recesivo, menos un omega, mi olor poco a poco lo he suprimido, porque?, porque no quiero que nadie me ataque, porque quiero salir sin tener miedo, no importa si eso va matandome poco a poco, eso es lo que quiero.

Hoy alivio mi ansiedad, después de lavar mi rostro, quiero limpiar esta casa, quiero ocupar mis manos en algo para aliviar mi soledad, siento que si limpio este lugar, le quito el polvo y la suciedad, es como si tratara de que me interior también fuera sanitizado, aunque este lejos de ser real.

La ropa de Reiner aún está en el sesto, la saco para lavarla, el aroma frutal sigue ahí, mis lágrimas caen a la agua jabonosa, llenas de dolor.

Aún lo recuerdo, el era amable conmigo, me cuidó y arropo, ha sido tan difícil superar cada herida, temblaba, temblaba todo el tiempo cuando el me tocaba, tener relaciones era difícil para el, y una tortura para mi, me sentía sucio, solo en celo, lo llegaba a disfrutar, solo en celo el solía satisfacerse, quizá tuve la culpa de que el me fuera infiel, con el tiempo lo he superado, he logrado que pueda tocarme, aunque aveces las pesadilas aun me despiertan, quizá mi inestabilidad sea la culpable de que corriera a buscar en otros brazos lo que no puedo darle, pero eso no justifica que me golpeara.

El trabajaba en un bar en la ciudad, conocío a unos tipos con mala reputación, después que nos casaramos, ahí fue donde comenzó mi infierno. comenzó una vez por semana, después todo el tiempo, el alcohol fue su mejor refugio.

Fue donde su temperamento cambió, fue donde la primera bofetada apareció, una tarde, una triste tarde, la causa?, no recuerdo la causa, porque perdí el conocimiento, su golpe en mi rostro fue tan fuerte, que caí de espaldas golpeando mi cabeza contra el suelo, deje de escuchar y mi vista se nubló, caí desmayado, pero eso no logro pararlo, he limpiado el suelo, lavado ropa, cambiado las sábanas, mientras escucho otra canción Temblando de Hombres G.

Seco las lágrimas de mis ojos, producto de cantar a todo pulmón, tengo diecinueve años, me siento una persona triste y desolada, cuando no debería. Las bolsas de basura se han acomulado en la cocina, salgo a tirarlas al contedor, apenas y puedo con todas, no fue una buena idea sacarlas juntas, mis ojos se detienen en un pequeño gato herido, a unos pasos de mi, respiraba dificultosamente, su pelo negro, era hermoso, sus ojos azules estaban perdiendo su brillo, algo se movió en mi, quizá porque así me veía, estaba muriendo y nadie corría en mi auxilio, lo tome entre mis brazos con sumo cuidado y corrí hacia mí departamento, tomé uno de los sobres de Reiner, se que jure no tomarlo, pero lo usaría por una urgencia y esta es una, no quiero verlo morir.

Apago la luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora