Capítulo 7. Un beso sabor a vino

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El día amaneció, junto con mis sentidos, el ruido de su moto, hizo saltar mi corazón, sabía que aquel hombre era más que una atracción pasajera, mi omega estaba más despierto, y con ganas de seguir vivo desde que el llegó, mi omega no aprende a que amar duele.

Es un alfa, muy difícil, un chico malo que parece que se ablanda conmigo, pareciera que ha venido a mover mi mundo sin contemplación alguna, su existencia me da miedo, mucho miedo, acompañado con culpa, se que no debería, Reiner hace mucho que me dejó a un lado, el hecho de estar casado y la moralidad que implica ha tenido a mi mente haciendo un constante debate, si debo o no permitirme sentir algo por el, la respuesta siempre es la misma, me autorizo a mi mismo, a seguir con mi amor platónico, ya que se que no llegará a nada más.

Mi aroma a omega aún está presente, sin poder tener un celo, puedo atraer a un alfa, pero su instinto de procrear conmigo jamás será realizado, siempre lo supe, renegue tanto de ser omega, quizá esté es mi castigo.

Lo observó demasiado, nada me prohíbe verlo a lo lejos, se que no es para mí y jamás podrá corresponderme, es como una tentación andante, nadie me puede prohibir observarlo, añorarlo y desearlo de lejos, nadie puede hacer que mi corazón esté dormido. He querido alejarme de su presencia tantas veces, nunca me sale bien.

Pareciera que el destino se encarga de hacerme pensar lo contrario, me lo he topado incluso en el supermercado, pareciera que últimamente el mundo es demasiado pequeño, el se encuentra conmigo sin quererlo o planearlo, es como si tratara de escapar de él, y su presencia, en un laberinto sin otro final que no sea toparme con él de nuevo.

Hoy terminó invitándome a su departamento, como terminé en esta situación?, estábamos parados en medio del pasillo de frutas y verduras, un niño travieso corría, mientras su madre platicaba con otra mujer, sin ponerle atención, este enterraba sus dedos en los jitomates, todos lo miraban, más nadie decía nada, excepto Levi, el gruñia ante el comportamiento del pequeño.

Las cosas empeoraron cuando corrió a una pirámide de alimentos en lata, ambos nos miramos sabiendo cual sería el final, el me dijo - Ese mocoso terminará tirando la torre - le dedicaba miradas a la madre, que parecía no terminar con su conversación.

-No creo que la tumbe, ya vendrá algún empleado a regañarlo - le dije, el se rio de mi.

-No vendrá nadie, apuesto lo que sea, que todos esos alimentos en conserva terminarán en el suelo.

-Te apuesto a que no - le dije en un tono de burla y coquetería.

- Si gano, harás la cena, si pierdo, yo la haré y tendrá que ser jodidamente genial, o será una semana de castigo- me reí, con el, quizá estaba siendo demasiado positivo, pero cual fuera el resultado, implicaba ver a aquel alfa, tenerlo más cerca y sacearme de su fresco aroma.

- Hecho - le extendí la mano, el la tomó sellando el trato.

No estaba nervioso, si perdía o ganaba, todo me favorecería, aquel niño salió disparado, corriendo hacia la torre, como una obra divina, un empleado salió a detenerlo, estuvo a punto de tumbarla con toda intensión, Levi chasqueo su lengua, por haber perdido, me reía, me había ahorrado la cena del día.

Como resultado de aquel juego, ahora estaba en su hogar, todo era blanco, olía a él, extremadamente limpio y ordenado, llegando se quito la chamarra de cuero que llevaba encima, me mordí los labios al ver sus brazos tonificados, sacaba todo de las bolsas, mientras yo lo observaba.

Prendió su stereo, el rock en español, empezó a sonar por todo el departamento, cortaba las verduras con una precisión, mientras sonaba La célula que explota de Jaguares.

Apago la luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora