C A P Í T U L O 11

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C A P Í T U L O  11

G R E T T A
  Iván llegó a la hora exacta que me había dicho en su carta. Se veía muy bien, algo despreocupado y sonriente. ¿Esto podría considerarse una cita? No lo sabía, pero sí que estaba muy nerviosa.
  Hice que él entrara en el departamento antes de irnos. Le serví un café y le conté todo lo que mi madre me había dicho por teléfono.
-¿Eso quiere decir que estaba en lo correcto sobre que tener experiencias cercanas a la muerte nos dio poderes? -cuestionó sorprendido de la rápida deducción que tuvo aquel día -.¿Y tus padres nunca te lo dijeron?
-No, esa es la peor parte -respondí intentando mantener la calma -. Jamás se preocuparon por mí y ni siquiera me contaron mi historia completa. Al menos tu padre mantenía secretos para mantenerte a salvo.
-En eso tienes razón. Creo habría hecho lo mismo que él -dijo llevándose la taza a los labios. Miró el reloj que tenía en su muñeca y levantó las cejas -. Deberíamos irnos, a mi madre no le gustará si llegamos tarde.
-Espera -dije tomando una botella de vino que tenía guardada hacía algún tiempo  -. Me parece de mala educación llegar con las manos vacías.
  Iván sólo sonrió en señal aprobación. Nos pusimos nuestros abrigos y bajamos hasta su camioneta. El viaje fue algo largo y, a medida que nos acercábamos a nuestro destino, yo estaba más nerviosa.
  Al llegar, sólo había un auto estacionado fuera de la gran casa y eso me tranquilizó bastante, por lo menos no eran una familia numerosa. Iván me tomó de la mano antes de bajar y habló sin mirarme a los ojos.
-Gretta, tengo que pedirte un favor -dijo, pero yo ya sabía que le diría que sí a cualquier cosa que me pidiera. El contraste de su mano caliente contra mi fría piel se sintió reconfortante -. En caso de que no pueda verlo, avísame si mi padre está allí.
-Claro.
  Luego de eso, bajamos y caminamos rápidamente hasta la puerta ya que hacía mucho frío. Iván abrió sin tocar y lo primero que vi fue a dos niñas que dejaron sus juguetes en el piso y se acercaron corriendo a nosotros.
-¡Tío Iván, tío Iván! -gritaron las niñas. Él las levantó del suelo y les besó las mejillas de manera tan dulce que no pude evitar sonreír.
-Ellas son mis sobrinas Olivia y Serena -dijo para presentármelas.
-Hola, soy Gretta -saludé emocionada.
-¿Ella es tu novia? -preguntó la más pequeña, Serena.
-Sólo somos amigos, Sere -respondió Iván rápidamente luego de bajar a las niñas. Obviamente no éramos nada, pero tampoco podíamos negar que estábamos empezando a sentir cosas un poco más fuertes que una simple atracción. 
  Su respuesta se sintió como un pequeño pinchazo en mi corazón y me dolió mucho más de lo que alguna vez admitiría.
  Continuamos avanzando por la casa hasta llegar a la sala de estar. Allí estaban un hombre, una mujer embarazada y una mujer mayor que deduje era su madre.
-Iván, al fin llegas -saludó la mujer mayor. Ella abrazó a su hijo y le acarició el rostro con una ternura infinita. Al observar aquella escena solo sentí lástima por mí misma, nunca tuve aquella relación con ninguno de mis padres y debía ser mas que perfecta aquella clase de afecto -. Tu debes ser Gretta -afirmó a la vez que me sonreía amablemente y luego me abrazó también. Tenía su cabello oscuro repleto de canas y sus ojos, iguales a los de Iván, estaban protegidos por unos anteojos -. Yo me llamo Ethel, ella es mi hija Maggie y su esposo, Anthony.
-Hola a todos -saludé con una sonrisa tímida.
  Yo no era la clase de persona a la que el adjetivo "tímida" le quedara bien. Pero no era mi casa y estaba conociendo a la familia del hombre que me gustaba, tenia que ser cuidadosa.
  Ethel me indicó que me sentar junto a Maggie. Ella tenía su vientre tan grande que parecía a punto de explotar. Mi naturaleza habladora no pudo aguantar más.
-¿Será un niño o una niña? -le pregunté.
-Niña -respondió ella acariciándose -. Diana se llamará.
-Un nombre muy hermoso -dijo Ethel uniéndose a nuestra conversación. Comprendí rápidamente que era un homenaje para Drake -. Siempre quise un nieto que se llame Enzo, pero como Maggie ya cerrará su fábrica mis esperanzas recaen en Iván.
  Lo busqué con la mirada. Él estaba jugando con sus sobrinas y su cuñado a tomar el té. Aquella escena hizo que el corazón se me derritiera de la ternura y no pude evitar pensar en que sería un buen padre.
-De acuerdo, todos a la mesa -dijo Ethel dirigiéndose a la cocina. Le ofrecí mi ayuda pero la rechazó animadamente. Luego de unos pocos minutos, la mesa estaba repleta de comida y, como plato principal, había un gran pavo recién salido del horno. Todo era demasiado estadounidense, parecían una familia salida de una película.
  La noche transcurrió entre risas y anécdotas sobre la infancia de Iván. Maggie y Anthony eran geniales y siempre estaban haciéndome reír, pero Ethel era todo y mucho más de lo que yo habría esperado de una madre. Ella era amable, graciosa y muy cariñosa con todos, incluso conmigo.
  Iván estaba sentado a mi lado en la mesa y al momento del postre me habló al oído.
-¿No sentiste a ningún espíritu? -preguntó entre susurros. Lo había olvidado por completo. Allí no había nada, ni Drake ni ninguna otra persona. El ambiente era muy cálido y estaba muy iluminado, no había indicios de algún espíritu allí.
- No, lo siento.
  Él intentó ocultar su desilusión con una sonrisa que no le llegó a los ojos, me apretó la mano por debajo de la mesa y no la soltó cuando volvió a la conversación.
  Finalmente llegó el momento de irnos. Anthony y Maggie se despidieron de nosotros dentro de la casa y Ethel nos acompañó hasta la puerta.
-Adiós, querido. Visítame más seguido -dijo abrazando a su hijo fuertemente. Luego me abrazó a mí y me susurró -. Ojalá tu también me visites pronto.
  Sólo pude sonreírle en modo de agradecimiento. Le había agradado a la persona mas agradable que conocía, debía tomar eso como una victoria personal.
  Subimos a la camioneta y ella nos despidió con la mano. Pasamos los minutos de viaje hablando sobre los momentos más memorables de la noche, especialmente de cuando Ethel me enseñó un álbum con fotografías de bebé. Iván había sido un niño regordete con rizos dorados y mejillas rosadas, similar a un angelito. Ahora era todo un hombre, con cada uno de sus músculos tonificados y sin rastros de inocencia en su cuerpo, y todo eso lo hacía mas atractivo.
-¿Entonces te agradó mi familia? -preguntó sin apartar la vista de la oscura carretera.
-¿Agradarme? -dije riendo -. Quiero que me adopten.
  Cuando llegamos a mi edificio no quería que se fuera así que le invité un café. Mientras subíamos por el ascensor no pude evitar pensar en la noche que nos conocimos y el recuerdo de la cercanía de nuestros cuerpos hizo que lo deseara. Lo observé de arriba abajo mientras me mordía el labio inferior involuntariamente.
  Sí él quería que sólo fuésemos amigos, así sería. Pero lo seríamos a mi manera. Aunque supe por su mirada en mi cuerpo al sacarme el abrigo que él también me deseaba.
  La tensión sexual entre los dos no hacia más que crecer. Ambos estábamos sentados en el sillón mirando una película, pero lo que menos hacía era prestarle atención a la trama. Fui acercándome hacia Iván hasta chocar nuestros brazos.
  Fingí indiferencia a la vez que colocaba mi mano sobre su pierna. No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a removerse y eso sólo me sonreír complacida de que mi plan para excitarlo estuviera dando frutos.
-¿Quieres un poco de helado? -pregunté con inocencia fingida a la vez que me levantaba, pero no llegué muy lejos.
  Iván me retuvo por la muñeca y tiró de mi hasta hacerme sentar sobre su regazo. Jadeé de la sorpresa y nos miramos a los ojos durante unos segundos que me parecieron eternos. Finalmente nos fundimos en un beso apasionado y sus manos no tardaron en recorrer mi cuerpo hasta llegar a mis pechos, los cuales masajeó por encima de mi suéter, que en menos de un segundo ya estaba en el suelo junto con mi camiseta y su pulóver.
  Los pechos me sobresalían del sujetador e Iván los llenó de besos húmedos. Me desabrochó el brasier y dejó al descubierto mis pezones que lamió y succionó haciéndome gemir con la cabeza hacia atrás.
  Lo volví a besar y pegué mi entrepierna al duro bulto que sobresalía de su pantalón en busca de algo de fricción. Estaba tan mojada que sabía que no resistiría mucho más sin tenerlo dentro de mí.
-Llévame a la cama -dije contra su oído.
  Iván hizo lo que le pedí de inmediato. Llevó sus manos hasta mis nalgas y me cargó hasta la habitación donde me aventó sobre la cama. Me sacó los jeans y comenzó a besarme por encima de la ropa interior.
  En un momento se detuvo, me miró a los ojos y, sin apartar la mirada, me rompió las bragas de un solo tirón. Eso sólo logró excitarme aún más. Hice que pusiera la espalda sobre el colchón y le saqué los pantalones con algo de su ayuda. Ambos nos reímos al darnos cuenta de que habíamos llegado más lejos que la última vez.
  Me sentí tentada de romperle el bóxer de la misma manera que él lo había hecho, pero supe que no podría hacerlo así que lo hice de la forma tradicional.  Rápidamente tuve su erección en mi rostro y no dudé en metérmelo en la boca. Comencé a hacer movimientos verticales con mi mano derecha a la vez que acariciaba la punta de su miembro con mi lengua.
  Sus gemidos de placer sólo hacían que le pusiera más empeño a mi labor. Puso sus manos en mi cabello y jaló suavemente de ellos para apartarme.
-Voy a acabar si sigues así -dijo con la voz entrecortada.
  Me limpié la boca y él me besó salvajemente. Su lengua exploraba mi boca a la vez que sus dedos me acariciaban el clítoris haciéndome morir de deseo.
-Te quiero dentro de mí -dije después de recuperar el aire.
  Los pocos segundos que tardó en buscar el condón y ponérselo me parecieron infinitos. Se posicionó encima mío y colocó su pene en la entrada de mi abultado sexo. Se adentró en mí con una lenta embestida que nos hizo gemir de placer.
-¿Estás bien? -preguntó acariciándome el rostro. Sólo asentí con la cabeza porque ya no podía más. Quería sentirlo así que comencé a mover mis caderas al mismo tiempo que él.
  En la habitación sólo se escuchaban nuestros gemidos. Mis manos se aferraban a su espalda y mis labios no querían soltar los suyos. El gran momento del clímax se acercaba.
  Tiré de él hasta colocarme encima suyo. Moví mis caderas de adelante hacia atrás y observé como Iván cerraba los ojos debido al placer. La cama se sacudió de tal manera que golpeaba la pared fuertemente, pero no me detuve.
  Iván me sujetó las caderas para detenerme y tomar el control de la situación. Con unas últimas embestidas llegó al orgasmo y a mí sólo me bastó con escuchar sus gemidos para alcanzar el mío.
  Caí rendida sobre su pecho y él depositó un suave beso en mi coronilla.
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  Me despertaron unos suaves movimientos a mi alrededor. Abrí los ojos lentamente y observé a Iván. Estaba sentado en la esquina de la cama, vistiéndose.
-¿Te ibas a ir sin despedirte? -cuestioné con una sonrisa en mi rostro cansado. Él me miró, pero sus ojos sólo dejaban ver arrepentimiento. Mi sonrisa se esfumó rápidamente al ver su expresión.
  ¿Acaso se arrepentía de haber pasado la noche conmigo? De pronto todo mi buen humor se desvaneció y el malestar que me produjo su rechazo hizo que me diera un brinco el estómago.
-No quería despertarte -respondió con una sonrisa fingida.
  Luego de eso, depositó un simple beso en mi frente y se fue dejándome con el frío helándome la piel y el corazón.

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¡Otra semana y un nuevo capítulo!
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Ig: legado_de_muertos

El Legado De Los Muertos {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora